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Columnas de opinión | Partido Colorado | encuesta | Sanguinetti

El día que el Partido Colorado perdió la Cajita Feliz

Por Linng Cardozo

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Cinco por ciento Ese es el porcentaje que apareció en la última encuesta de la consultora Equipos cuando se preguntó a que partido votaría si las elecciones fueran esa semana de compulsa. Un 5% se pronunció por el Partido Colorado. La cifra golpeó fuerte en esas filas porque no obtienen señales de recuperación electoral, aunque la misma encuesta dice que hay un 25% de personas indecisas. (De cualquier manera, si ese porcentaje se repartiera proporcionalmente entre todos los partidos habilitados, los colorados subirían muy poco).

El auge

“El Partido Colorado es el nombre que en Uruguay se le ha dado al Estado”, se ha repetido con insistencia entre analistas para explicar el peso enorme que ha tenido esa colectividad en el Uruguay moderno; un partido diluido en el Estado o un Estado diluido en el partido. Las fronteras nunca quedaron claras y los colorados nunca se encargaron de trazar esas líneas de división.

L'État c'est moi, el Estado soy yo. Durante buena parte del siglo XX, el Partido Colorado dominó la escena nacional. Desde los inicios del siglo, con Batlle y Ordóñez, pasando incluso por dictaduras, con ejemplares dictadores que provenían del coloradismo. Esas dictaduras no perturbaron la lógica de que el “Estado soy yo”. Relevantes personalidades de esa colectividad prestaron sus honorables servicios en los gobiernos autoritarios. Las interrupciones institucionales no cortaron la influencia política y económica del coloradismo. (En las pujas militares de principios de la última dictadura, predominó finalmente el lineamiento liberal y Alejandro Végh Villegas y cuadros importantes de la lista 15 de Jorge Batlle trabajaron en esa línea, aunque el líder estuviera proscripto. Hay una anécdota muy risueña del contador Ricardo Pascale, que fuera presidente del Banco Central en el primer gobierno de Sanguinetti. Él contaba en sus clases de facultad que en dictadura se había transformado en un “ñoqui verde”. Era un funcionario público, designado por militares, que deambulaba en distintas oficinas del elenco económico.

Es probable que el deslizamiento hacia la actual situación comenzara a finales de los años 50 con Luis Batlle. Este período, caracterizado por algunos como el neobatllismo, fue dominado por la crisis económica. La gente ya no se emocionada solo con el batllismo. A tal punto, que en las elecciones de 1958 el Partido Nacional lo derrotó en todo el país. Luego los colorados ganaron las elecciones de 1966 con un militar como candidato, Óscar Gestido y un vice ambicioso y sin kilates intelectuales, Jorge Pacheco Areco. Lo siguiente es más conocido. Tan conocido que aún hoy en redes se difunde una foto de Juan María Bordaberry (sucesor de Pacheco Areco) y Julio María Sanguinetti, asomando atrás, cuando era ministro de Educación y Cultura.

El declive

Algunos trabajos académicos aseguran que la crisis del Partido Colorado comienza en los años sesenta, con un viraje ideológico que lo aleja de sus bases fundacionales, fortaleciéndose allí la opción conservadora. La crisis del país parece haber ido arrinconando a los colorados hacia opciones conservadoras y autoritarias, en tanto las opciones liberales progresistas o de izquierda se iban desplazando hacia afuera de la colectividad.

Parece haber consenso entre politólogos y analistas en que la izquierda política uruguaya, materializada en el actual Frente Amplio (FA), se ha constituido en un espacio político indispensable para la recuperación de la “matriz institucional” histórica del país. Partiendo de esta consideración, es posible comprender el FA como un espacio político que ha dado continuidad a los principales esfuerzos de modernización económica y construcción del Estado desarrollados en el país por el histórico Partido Colorado desde inicios del siglo XX. Ese tipo de conclusiones plantea una pregunta reiterada: ¿puede entenderse al actual FA como el Partido Colorado del siglo XXI?

El Partido Colorado y sus intelectuales dominaron la narrativa coyuntural e histórica. Por ejemplo, sus mejores hombres en la educación enseñaron y elaboraron libros para primaria y secundaria con el relato predominantemente colorado y batllista. Adviértase los autores de los libros educativos, algunos de los cuales luego fueron altos jerarcas del primer gobierno colorado tras la dictadura. Hablo de María Luisa Coolighan Sanguinetti, Mauricio Schurmann Pacheco y Alfredo Traversoni. (Traversoni integró el Codicen en la salida de la dictadura).

Por lo tanto, fue nítida la influencia colorada en la construcción de la cosmovisión uruguaya. En más de una oportunidad, ya de grande, uno se encuentra con hechos históricos que no estaban en esa narrativa; hechos que no favorecían la lógica del relato.

Ese dominio formacional -posición dominante en la construcción de la historia- no tuvo continuidad. Fueron apareciendo otros influyentes formadores de opinión desde la intelectualidad que interpelaban algunos aspectos de la herencia cultural y en forma lenta y sostenida, las élites de izquierda comenzaron a influir en las historias. El Partido Colorado venía complicado ya en los 60 y 70 y no pudo levantar pese a los esfuerzos de Julio María Sanguinetti al integrar jóvenes que básicamente se agruparon en la disuelta Corriente Batllista Independiente. Luego, nada más. Los colorados no fueron capaces de construir una nueva épica desde 1985 a la fecha; no valoraron en el relato, la clave simbólica de la salida de la dictadura “El cambio en paz”. Era un elemento de enorme trascendencia desde el cual construir una narrativa potente de influencia cultural. No tuvieron narradores; la izquierda sí. Apenas aparecieron algunos libros de Julio M. Sanguinetti que quisieron abrirse paso en la batalla cultural desatada desde la izquierda. Fracasó.

La pérdida del encanto

El Partido Colorado, entonces, perdió épica, fue cercado por opciones conservadoras, perdió la caja, perdió el Estado, perdió las ideas y perdió a la gente.

Para peor vive desde 1985 un fenómeno nada extraño entre genoveses: matar al competidor. Cual si fuera Lucky Luciano, Vito Genovese o Frank Costello, en la lejana Nueva York de los años 20 del siglo pasado, Julio María Sanguinetti es un exponente de lo que alguno ha caracterizado como “panfumigativo”. El prefijo “pan” quiere decir “todo”. O sea: fumiga todo a su alrededor.

Cuando se lanzó la Cajita Feliz en 1979, los juguetes de regalo consistían en productos como lapiceros, una billetera, una pulsera de identificación, un libro de pasatiempos, o una goma de borrar con forma de personaje de McDonald’s. Todo muy atractivo para cautivar a los niños.

Pero lo interesante de la Cajita Feliz es que preparó futuros clientes: el niño consumió la cajita y se hizo fan de la hamburguesa y de McDonald’s. Con una edad de 35 años, aquel niño de la cajita y los muñequitos de Disney sigue yendo hoy a McDonald’s y tal vez lleve a sus hijos. Hoy quizás elija una hamburguesa, una ensalada o una comida para celíacos. Pero el origen está en la niñez y en la Cajita Feliz.

¿Cuál era la Cajita Feliz del Partido Colorado? Las ideas, el Estado, el puesto de trabajo en el Estado, dinero que salía del Estado para solventar la estructura partidaria, dinero que salía de los empresarios que colaboraban con el Estado que a su vez colaboraba con ellos, etc. (Una anécdota: cuando ganó el Frente Amplio la Intendencia de Montevideo fue el golpe de muerte para los caudillos barriales colorados. Antes de 1990, esos caudillos conseguían la luz, solucionaban alcantarillas, repartían tarjetas para agilizar trámites en la intendencia. Con el FA en el gobierno municipal, se crearon los Centros Comunales Zonales. Final de los caudillos; la gente hacía sus pedidos en el CCZ).

Oscar Bottinelli ha dicho que el Partido Colorado baja su votación en la misma proporción que la tasa de defunciones en el país. O sea: se mueren los votantes y no hay nuevos votantes. No hay Cajita Feliz.

Veamos estos datos crudos: en las elecciones de 1928, los colorados obtuvieron un 48% de los votos (en Montevideo cosecharon 59%); en los comicios de 2019 -90 años después- obtuvieron 12,30% (en Montevideo 11,03%). “Todo el Partido Colorado solamente obtuvo 14.000 votos más que la lista de Mujica al Senado”, informó el diario El País el 30 de octubre del 2019.

Todo el poder colorado se diluyó en la noche cerrada. No hubo magia posible. La lógica de los hechos fue arrinconando al Partido Colorado, con alguna excepción de Jorge Batlle y su reconocida capacidad de generar movimientos sísmicos. ¿Dónde quedó el batllismo, la orientación social, los equilibrios en la sociedad, la mirada integradora?

Prefirieron quedarse con el herrerismo, excluyente y concentrador. Prefirieron comerse un pedacito cada vez más chico de la torta. Y la historia dirá que se quedaron sin nada.

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