Después de un año y medio de la denominada “intervención militar especial” en Ucrania -el conflicto bélico más sangriento en Europa después de la Segunda Guerra Mundial (bastante más de medio millón de muertos y heridos)- las sanciones de Occidente horadan la economía rusa, cuyos efectos se han hecho esperar, pero que ya están haciendo mella sobre un país que trata de combinar su propia reconstrucción con una ofensiva que se ha estancado por la resistencia de Kiev y la ayuda de los aliados a su presidente Zelenski.
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La economía y las finanzas de la ex Unión Soviética están experimentando una profunda transformación desde 2022 en su deriva hacia una economía de guerra, y donde la mayor parte del consumo que resulta en Producto Bruto Interno ya no es más privado, sino del Estado.
El agujero de los presupuestos rusos no ha hecho más que aumentar en una espiral deficitaria. La demanda de tecnologías, maquinaria y material bélico, financiada con déficit por el Kremlin, consume un tercio del presupuesto del Estado y el financiamiento del déficit fiscal de casi el 4 % sobre el PIB (el doble del objetivo fijado para este año por el el Ministerio de Economía) peligra por la imposibilidad de acceso a los mercados internacionales.
13.000 sanciones completamente diferentes (un récord sin precedentes en la historia económica y que superan las impuestas a Irán, Siria, Corea del Norte y Cuba juntas), redujeron notablemente los ingresos por la exportación de hidrocarburos -la principal fuente de divisas del país-, a partir de que las potencias occidentales impusieron un tope de 60 dólares al precio del petróleo ruso y redujeron a un décimo en menos de un año el precio del gas natural.
La moneda en caída libre vale la mitad en relación al dólar y al euro de hace un año y se acerca al desplome drástico que sufrió en febrero del 2022, justo cuando comenzó el conflicto.
Según el Banco Central de Rusia (BCR), el principal factor de la caída del rublo sigue siendo el desequilibrio en la balanza comercial, con exportaciones cuyo valor se ha reducido en un tercio desde la segunda mitad de 2022, mientras las importaciones se acercan a los niveles anteriores al inicio de la contienda.
La depreciación del rublo se agrava debido a una verdadera fuga de capitales privados por la desconfianza de los ciudadanos en su sistema financiero. Desde el inicio del conflicto, pese al riesgo de bloqueos y confiscaciones por parte de los gobiernos occidentales, los rusos incrementaron sus depósitos bancarios en el exterior en más de 54.000 millones de dólares.
La escasez de divisas se debe también a que los exportadores rusos prefieren depositar los resultados de sus ventas al resto del mundo en el extranjero y cada mes disminuye el volumen de ventas de divisas en rublos en los bancos rusos. Moscú pretende exigir a los exportadores que vendan al menos el 80 % de sus divisas en un plazo de tres meses desde su cobro. Aquellos que no cumplan podrían quedar privados de los subsidios ahora generalizados en la economía de guerra diseñada por el gobierno.
Entre Estados Unidos y Europa han congelado más de 300.000 millones dólares de reservas hasta el punto de que ahora es el yuan de Beijing la principal moneda de reserva en poder del BCR y el hecho de que las transacciones comerciales se realicen casi exclusivamente en rublos ha aumentado sensiblemente la masa monetaria y el consecuente empuje inflacionario.
Para frenar la escalada de precios y la caída del rublo, el BCR adoptó dos medidas trascendentes.
La semana pasada se conoció la decisión de subir los tipos de interés al 12 %, con un incremento del 3,5 % en una sola sesión. La razón de esa suba extraordinaria se explica en el comunicado: impulsada por la industria de guerra, escribió, "el aumento continuo de la demanda interna, superando la capacidad de aumentar la producción, amplifica las presiones inflacionarias y repercute en el tipo de cambio del rublo a través de la alta demanda de importaciones”.
A lo anterior se suma que, a partir del 15 de agosto, la autoridad monetaria comenzará a emitir el rublo digital en paralelo a los rublos en efectivo en una fase piloto que involucra sólo a 13 bancos y una pequeña cantidad de clientes en 11 ciudades rusas.
En un comunicado dado a conocer el día del inicio de las operaciones, el BCR declaró que “el lanzamiento de operaciones piloto con rublos digitales reales es la etapa más importante del proyecto. Esto nos permitirá probar el funcionamiento de la plataforma Digital Ruble ya en un entorno industrial, elaborar todos los procedimientos necesarios con la participación de los clientes, ajustar los procesos, si es necesario, y asegurarnos de que la ruta del cliente sea conveniente y comprensible para los usuarios”.
El desarrollo de este nuevo medio de pago, de propiedad estatal y basado en la tecnología blockchain fue discutido durante dos años, hasta que finalmente la Duma (parlamento) la convirtió en ley -promulgada por Vladimir Putin el pasado 24 de julio-, en un intento más para contrarrestar los daños derivados de la exclusión de Rusia del sistema Swift, un instrumento financiero internacional clave para las transacciones en dólares.
“Vamos a promover activamente la posibilidad del uso del rublo digital en las transacciones internacionales”, afirmó la gobernadora del Banco Central de Rusia, Elvira Nabiúllina, “primero se probará el rublo digital con operaciones básicas y el año próximo se ampliará su uso a otras transacciones, incluido el pago sin contacto y transferencias entre bancos”, agregó la funcionaria.
Por su parte, la número 1 de la política monetaria rusa negó categóricamente que el rublo electrónico sea una criptomoneda por estar garantizado por el Estado y vinculado a la moneda nacional, y por lo tanto no tienen la volatilidad de las monedas digitales de emisión privada como Bitcoin, Ether (Ethereum) y XRP.
El rublo digital -un método por el cual el Estado busca tomar el control de las transacciones digitales y hacer que el sistema financiero sea más resistente a las sanciones- es también expresión del desafío geopolítico entre los países que sostienen el uso del dólar estadounidense y las naciones “anti dólar” que buscan alternativas monetarias.
Los usuarios rusos seleccionados -por ahora unos 600- contarán con sus billeteras digitales y podrán realizar transferencias entre pares, hacer pagos automáticos y compras con código QR. Esta fase de prueba, según declaró el BCR, debería completarse a finales de 2023, con la entrada de otros 19 bancos al sistema y la apertura de la plataforma a pagos transfronterizos. Actualmente, las autoridades rusas aseguran que el uso del rublo digital será gratuito hasta 2025 y completamente voluntario.
Más de 100 países, desde los 19 miembros del G20 hasta Australia, Jamaica y Nigeria, están explorando las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC en inglés: Central Bank Digital Currencies) liderados por China donde son más de 300 millones de ciudadanos que usan el yuan digital para pagar desde el boleto de tren hasta comprar un auto.
Según el Banco Central Europeo, que espera introducirlo en sus 27 Estados miembros a mediados de la década, el euro digital sería una forma "rápida, fácil y segura" de realizar los pagos diarios. Daría a la gente más "opciones sobre cómo pagar" y también aumentaría la inclusión financiera.
De acuerdo a datos del Banco Mundial, alrededor de 1.700 millones de adultos en todo el mundo no tienen acceso a una cuenta bancaria. Para la institución financiera internacional, al facilitar el acceso al dinero y hacerlo más seguro, las monedas digitales de los bancos centrales podrían mejorar la inclusión financiera.
Sin embargo, según algunos expertos, Moscú podría ejercer una fuerte presión sobre la población, especialmente sobre las empresas, para que adopten el rublo digital, dado que su uso a gran escala podría dotar al gobierno de una enorme capacidad de control social, accediendo en tiempo real a todas las transacciones financieras, con el poder de autorizarlas o rechazarlas.
De no encontrarse una solución que ponga fin a la guerra (y son muchos los que apuestan en contra), la crisis de la economía rusa seguirá siendo uno de sus efectos “colaterales” más dolorosos y difíciles de sanar de este conflicto, y su moneda una de sus principales víctimas. La presión sobre el rublo, tanto el real como el digital, continuará mientras la guerra siga alimentando el déficit presupuestal y castigando la balanza de pagos rusa.
En la década de 1930, John Maynard Keynes, en su célebre Tratado sobre la Reforma Monetaria, escribió que Mussolini estaba tratando de dar aceite de ricino a la lira, porque se había obsesionado con defender un tipo de cambio desmesuradamente alto en relación a la libra esterlina. Pasó casi un siglo, pero el Kremlin debería tenerlo en cuenta al momento de tomar sus decisiones de política monetaria.
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