La derecha es una amplia avenida. Como en la izquierda, ese amplio espacio presenta tonos, matices y hasta velocidades distintas. Es interesante, por lo tanto, escudriñar y hurgar en las pistas que surgen públicamente y que -me apuro a decir- si eso se dice públicamente, ni te cuento lo que se expresa en reserva, en algún WhatsApp o mesa de café.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
En los últimos días he registrado por lo menos dos expresiones que llaman la atención. Una de ellas tiene unas ganas bárbaras de caerse del escenario sin que nadie la empuje; la otra -en la misma línea- revela una línea táctica comunicacional que tiene a los senadores Graciela Bianchi y Sebastián Da Silva como algunos -insuficientes, según el columnista a analizar- de los exponentes válidos para enfrentar la izquierda.
El amigo de Mecha
Veamos la primera. Se trata de una columna en el diario El País del politólogo Francisco Faig. Es un cristiano-nacionalista que vive en Chile y que es un militante de la causa liberal de derechas. Según un currículum que divulgó un editorial, Faig (1974) estudió en el Instituto de Estudios Políticos de París (1997) y es magíster en Artes Liberales por UAI de Chile (2020). Fue hasta 2015 catedrático asociado de Historia, Política y Sociedad en la Facultad de Comunicación y Diseño de la Universidad ORT Uruguay. El editorial no dice que Faig también se inclina por la prisión domiciliaria de los represores condenados por delitos de lesa humanidad. (Ha participado en algunos eventos con estos temas junto a la escritora Mercedes Vigil).
El pasado 19 de junio, Pancho Faig -así lo conocen sus amigos- escribió lo siguiente en El País: “Hoy la izquierda pretende dar lecciones sobre inseguridad. Si ese zurdo cinismo encuentra algún eco genuino en la opinión, es sobre todo porque desde el oficialismo nunca se dijo claramente que heredó un país al borde de la guerra civil”. (Escribo esto frente a un gran ventanal en un piso 12. He visto pasar una moto volando, con la bocina encendida a pleno).
Este párrafo recibió la respuesta del exministro de Defensa en gobiernos del FA José Bayardi: “Si es profesor de Derecho Internacional en la ORT y no sabe que la categoría guerra civil se aplica a conflictos de naturaleza política dentro de los Estados, quiere decir que ni siquiera buscó la definición en Wikipedia. Pobres estudiantes”.
Su prédica sigue: el miércoles 29 en la sede del Partido Nacional, Faig presenta su libro Pluma y filo, actividad que será conducida por el expresidente Luis Alberto Lacalle Herrera.
Picar espuelas
Su prédica es sólida y coherente. En otra columna en El País, Faig se mostró entero y desnudo, sin taparrabos que ocultara sus partes pudendas. En una retahíla más propia de un editorial de la revista El Soldado, este politólogo, que incursiona en Todas las voces de canal 4, escribió: “Coparticipar fue la forma [de blancos y colorados] de eliminar la idea de enemigo interno en la patria […] el problema es que la izquierda no comulga con estos valores” y por tanto hay que combatirla. ¿De qué manera? Faig se cuida, aunque si uno husmea en su inconsciente, su arquitectura operativa de combate pasa cerca de la metralla y la eliminación del otro. Obsérvese el concepto “enemigo interno de la patria”. No es una frase banal; es el centro mismo del relato de la dictadura expresado en libros, pronunciamientos y múltiples documentos. El “enemigo de la patria” es todo aquello que no coincide con “mi acepción” de patria. (Aquí falta la banda sonora de los comunicados militares, la marcha “25 de agosto”). Y al enemigo, por lo tanto, hay que eliminarlo.
No en vano, algunos sostienen haberlo escuchado hace poco en una actividad del Ministerio de Educación y Cultura hablar a favor de Pinochet en una charla sobre José Enrique Rodó.
Faig, como queda dicho, tapa su tentación con un poncho miliquero, pero no puede. Obsérvese los vocablos que utiliza en su texto este politólogo al referirse al pasado: “mentiras zurdas”, “huelgas comunistas” y “guerrillas guevaristas”. Entonces, qué hacer, parece preguntarse el intrépido politólogo. Y responde: “La CR (Coalición Republicana) tiene que repartir coscorrones políticos. El tono de los senadores Da Silva y Bianchi no puede ser la excepción por lo arrojado y áspero, sino que debiera ser la norma a partir de la cual sí formar una trinchera, aún más agresiva en el tono y feroz en el contenido, contra una izquierda sustancialmente leninista y desestabilizadora tanto política como socialmente”.
Y agrega: a la izquierda hay que “aplicarle el cordón sanitario […] hay que picar espuelas, sable en mano”. (Esto revela cómo pesan los ecosistemas en los cuales uno anda en la construcción de las sensibilidades propias. Si te sentís cómodo con los militares represores, comprás todo).
Debo decir que antes de este final a toda orquesta, con sable y todo, Faig dijo que el gobierno tiene que avanzar en las reformas y asegurar “la total libertad de opinión y reunión”. Se ve que se dio cuenta de que se le estaba yendo la moto otra vez y pegó una frenada para aclarar que no estaba favoreciendo un modelo miliquero. Faltaba más. (El inconsciente es muy hijo de puta).