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La derecha cimarrona

“Sebastián Da Silva es un inteligente actor político que milita, interpreta y verbaliza toda la agenda de la élite del campo. Pero en la vida nada es gratis.

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En Uruguay –el país de la “bisectriz” y de la “polarización amable”, como ya escribí en otra columna– la derecha se disfraza o no se aleja del eje central de la política uruguaya; amaga pero no se pierde el calorcito consensuado del centro.

Año 1910: Batlle y Ordóñez debió enfrentar a los ruralistas que rechazaban varias reformas de aquellos años.

Año 2017: el ruralismo –Asociación y Federación Rural– se opuso a la actualización del catastro rural que impulsaba el ministro Danilo Astori. Finalmente, no se aprobó la modificación. Al año siguiente nace “Un Solo Uruguay”.

Entre esos años pasaron muchas cosas: por ejemplo, el repudio de la Asociación Rural a Wilson Ferreira Aldunate cuando insinuó su idea de reforma agraria.

¿Cuál derecha, qué derecha?

En Uruguay –el país de la “bisectriz” y de la “polarización amable”, como ya escribí en otra columna– la derecha se disfraza o no se aleja del eje central de la política uruguaya; amaga pero no se pierde el calorcito consensuado del centro.

No obstante, a partir de varios trabajos históricos, uno puede sintetizar esa derecha, sobre todo expresada en movimientos que provienen del campo y que luego se expresan en las clases altas uruguayas, con continuidad de apellidos, casamientos entre familias de esa élite, etc. También se integran a las filas de partidos políticos, con mayor o menor relevancia.

Cada tanto, las expresiones políticas de esa “derecha cimarrona” asoman en la esfera pública en algunos movimientos con aires de “épica gauchesca”. Así caracterizan sus acciones con el tono de “cruzada patriótica”, tal como se hizo en enero de 2018 con el nacimiento de “Un Solo Uruguay”.

¿Cuáles son los ejes históricos de la retórica de la “derecha cimarrona”? Defienden: 1) un modelo económico agrario tradicional basado en la ganadería extensiva, el capitalismo liberal (poco Estado, pocos impuestos, austeridad fiscal), el conservadurismo social y los valores y tradiciones camperas. Construyen una épica desde el gaucho en alpargatas –le hacen la fiesta de la Expo Rural para que se luzcan–, pero guiados por las élites que dirigen sus establecimientos desde los barrios de Prado y Carrasco. Algo cambió en esos protagonistas camperos: antes su llegada a la estancia era a través de mensajes de radio y el peón se acercaba a la ruta con el carro para llevar al patrón entre praderas y ganado hasta el casco de estancia en donde ya estaba pronto el mate. Ahora es diferente: funcionan las camionetas 4x4 y las avionetas.

Pero no solo eso cambió.

El declive del empresariado rural

Empezó un poco antes, pero fue durante los gobiernos de Jorge Batlle y Néstor Kirchner que los apellidos de la oligarquía argentina comenzaron a leerse en este lado del río Uruguay. La política impositiva de Kirchner –las retenciones– “expulsó” a los agroganaderos argentinos hacia Uruguay, en donde había reglas estables y ausencia de impuestos a las exportaciones. Tuvo un impacto positivo en la economía y el empresariado rural uruguayo: los argentinos trajeron inversiones, ideas y tecnología. La élite rural uruguaya se paró frente a las porteras de los establecimientos de los argentinos, miró y aprendió. Jorge Batlle llegó a decir que Kirchner era el “padre” de la reforma agraria uruguaya porque creó las condiciones para que los empresarios argentinos pusieran parte de sus huevos en la canasta oriental.

Pero no fue eso solamente. Los movimientos de los capitales internacionales –fondos de inversión y transnacionales– observaron que la tasa de ganancia que ofrecía Uruguay era apetitosa. Con los gobiernos del Frente Amplio –con altos precios de los commodities, más nuevas locaciones de papeleras y su impacto en el mundo forestal– el Uruguay vivió una fuerte transnacionalización de la tierra.

Eso se tradujo en un corrimiento del eje del poder en el campo; antes eran un centenar de familias las que expresaban ese poder y ahora las sedes del poder están en Helsinki, Londres o Nueva York y no en el Prado y Carrasco. Los mismos perfumes, y con menos poder.

Gabriel Oyhantçabal, en un estudio aparecido en el libro “Uruguay for export”, señala que “los terratenientes son una clase social que ha reducido su poder económico a lo largo del tiempo y pierde una fracción importante de la renta de la tierra a manos de sujetos extra-agropecuarios”. Los pequeños capitales terratenientes orientales capitalizan su capital “por debajo de la tasa de ganancia media”. Como decía el contador José Pedro Damiani: “son riquitos”.

Negocios y política

Adam Smith, en el año 1776, escribió: “La riqueza, como dice el señor (Thomas) Hobbes, es poder”.

Esa disminución del poder en tanto caída de la riqueza en manos de las transnacionales, produjo algunos fenómenos. Por ejemplo: la Asociación y la Federación Rural ya no son las de antes.

Esa es una de las causas del nacimiento de “Un Solo Uruguay”: la pérdida de poder. El otro fundamento: desalojar a la izquierda del gobierno.

Con el nacimiento de ese grupo –que ahora se transforma en un partido político– surgieron algunas claves apenas uno hurga en el “inconsciente cimarrón”. Sus representantes y el general Guido Manini Ríos –terrateniente ocupante de campos del Instituto de Colonización– dijeron en más de una oportunidad que estaban en contra de las exenciones que se les realizaban, vía ley de inversiones, a las empresas extranjeras. (Estaban diciendo que habían perdido poder en manos de las transnacionales).

En el plano político y en el corporativo, se expresan dos portavoces de la agenda agroganadera oriental.

Uno de ellos es el senador nacionalista Sebastián Da Silva. Se trata de un inteligente actor político que milita, interpreta y verbaliza toda la agenda de la élite del campo. Pero en la vida nada es gratis. Da Silva tiene una empresa, “Da Silva Agroinmuebles”, y un sitio web (dasilva.com.uy) desde donde ofrece todo tipo de negocios para los agroganaderos. Difunde licitaciones, ofertas, datos sobre usos del suelo, asesora en los planos jurídicos y fiscales, etc. “Da Silva Agroinmuebles es una empresa inmobiliaria especializada en el área agropecuaria con una trayectoria de 35 años en el mercado. Su centro operativo está radicado en la ciudad de Montevideo en donde la empresa cuenta con una moderna oficina y personal especializado para la atención de clientes. Asimismo, dispone del apoyo de profesionales en distintas disciplinas que en calidad de asesores prestan asistencia cuando las circunstancias o los clientes así lo requieren, y de una red de corresponsales en todo el país quienes aportan permanente información y apoyo logístico en la operativa habitual de sus negocios”, dice en su sitio web.

Da Silva administra alrededor de 40 mil hectáreas en todo el país. Aunque no existen datos confirmados, entre actores del sector –agropecuarios, rematadores y consignatarios– se especula que con su función política el negocio de Da Silva se ha multiplicado por varias veces. Mezcla negocio y política sin pudor alguno, a tal punto que desde su cuenta en X (antes Twitter) ha hecho propaganda de su negocio. En los últimos tiempos ha sido el portavoz de diversos actores de la ganadería que no quieren que Minerva expanda su negocio en el área frigorífica. Con una mano junta firmas entre sus amigos y clientes y con la otra presiona al Ministerio de Economía para que no habilite a Minerva la compra de frigoríficos. Da Silva es el autor de la frase “hay un alambrado grande que divide a la gente de bien del FA de (Fernando) Pereira”, reproducida por diversos medios en julio de 2023.

Al tiempo que “Un Solo Uruguay” se deshilacha dando paso a un partido político, dos actores privados del negocio agroganadero expresan sin tapujos sus deseos en esta campaña electoral que se avecina.

Uno de ellos es Gerardo Zambrano, empresario del mundo agroganadero. En declaraciones formuladas a radio El Espectador en enero pasado, el presidente de Zambrano & Cía. analizó el escenario del sector tras el 2023 y las perspectivas para un año 2024 marcado por los comicios electorales. Fuerte inversor publicitario en los diarios El País y El Observador, Zambrano suele brindar entrevistas cada enero a ambos diarios desde donde difunde sus ideas.

En El Espectador, sobre el año 2023, Zambrano dibujó la agenda de la derecha cimarrona: fue un “año muy duro” por la sequía, el atraso cambiario, “un Estado grande y demasiado caro” y trámites burocráticos lentos. Todo eso, explicó, favoreció a los ciudadanos de las ciudades. “Aumentó la venta de autos, se hicieron viajes al exterior, se mantuvo el salario real. El campo pagó el costo” de todo eso.

Zambrano –que acompañó con sus escritorios en todo el país la movilización de “Un Solo Uruguay” en los años 2018 y 2019– dijo además que hay que “mantener este gobierno” luego de las elecciones de este año y “hacer cosas que no se hicieron”.

El otro actor privado –que influye en el mundo agroganadero– es Pablo Carrasco, ingeniero agrónomo, fundador de Conexión Ganadera, columnista del diario El País en su sección Rurales y extertuliano en el programa radial En Perspectiva. En su sitio web Conexión Ganadera se presenta de esta manera: “El conocimiento desde la agronomía y el expertise en negocios rurales se combinaron cuando Pablo Carrasco y Gustavo Basso fundan Conexión Ganadera en 1999, permitiendo la unión del ahorro de los ciudadanos con la tradición ganadera uruguaya. Hoy, es una empresa madura en la que 80 personas dejan todo para asegurar una experiencia financiera reconfortante”.

Motivado por el triunfo de Javier Milei en Argentina, Carrasco potenció su discurso liberal ortodoxo en favor de las desregulaciones y del mínimo Estado.

¿Es un fiel exponente de la derecha cimarrona? Veamos. En uno de sus últimos tuits, escribió: “Tenemos muchos votantes jóvenes no alineados a partidos como los viejos. A ellos les vamos a prometer continuismo? Prefiero promesas imposibles a perder la elección!”.

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