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Columnas de opinión | Lacalle | coalición | sensibilidades

Humor social

Qué le ven a Lacalle, a pesar de Astesiano (3)

Como ocurre con la izquierda, la coalición neoconservadora explora con un rastrillo una amplia avenida de posturas, juicios y humores

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Salvo en regímenes monárquicos puros, los políticos buscan interpretar a las mayorías o a porciones de esas mayorías. Para eso, desde tiempos inmemoriales, se valen de distintas estrategias para auscultar a la ciudadanía. Incluso en monarquías, el rey mandaba a algunas de sus personas de confianza para saber qué pensaba el “pueblo”. Y el sujeto visitaba cantinas y ferias, conversando con la gente. Reunía “humores” y luego le contaba al rey. O sea: el rey -por más que mandaba y chau- no quería despegarse de lo que sentía la masa. Hoy hay recursos tecnológicos y digitales para acercarse a ese “humor social” e interpretarlo o representarlo.

Con la coalición multicolor -en cuyo vértice está el presidente Lacalle- pasa lo mismo: interpreta “humores” y sensibilidades que se expresan en la sociedad. Como ocurre con la izquierda, la coalición neoconservadora explora con un rastrillo una amplia avenida de posturas, juicios y humores. Como en anteriores columnas, enumeraré ahora otros universos de sensibilidades que interpreta la coalición gobernante.

Las emociones de una parte del pueblo

“Lo emocional es lo que domina el comportamiento político en última instancia”, ha dicho el sociólogo y fundador del partido Podemos en España, Pablo Iglesias. (Es interesante leerlo en esta entrevista: https://www.uoc.edu/portal/es/news/entrevistes/2023/002-pablo-iglesias.html)

  • Militares/dictadura. En este capítulo, no se deben obviar algunos pronunciamientos ciudadanos. En el plebiscito de 1980, ganó el rechazo a la reforma constitucional del gobierno militar. Pero hubo cerca de un 40% de los ciudadanos que la votaron afirmativamente. Esos ciudadanos representan un cuadro de sensibilidades afines a lo que expresaba el gobierno militar. (Recuérdese que frente al golpe militar de 1973 no hubo una reacción popular vigorosa. Hubo sí, una huelga general que duró 15 días. Este cuadro permite pensar que ya en 1973 había una buena porción del pueblo uruguayo que veía con buenos ojos el levantamiento militar. Esa gente -que integra familias y tiene amigos- traslada opiniones y construye, en ese universo, opinión pública que luego se expresa en las urnas). No hay que olvidarse tampoco de que la ley de caducidad o impunidad fue respaldada en plebiscito de 1989 y, luego, ocurrió lo mismo cuando la izquierda plebiscitó algunos aspectos de dicha ley, en 2009. O sea: se registraron pronunciamientos ciudadanos en un sentido y eso forma parte del universo de “humores, sensibilidades y opiniones” de buena parte de la ciudadanía.

El gobierno multicolor interpreta esas sensibilidades. Lo hace con cautela -partidos Nacional y Colorado- o expresamente por Cabildo Abierto. Por lo tanto, se explica un conjunto de ademanes hacia ese electorado, desde donde se intenta interpretar. Las críticas -la última del expresidente Julio María Sanguinetti- a los juicios por violaciones a los derechos humanos, es una muestra de ello. Pero hay más. El ministro de Defensa, Javier García, abrió la que fue “Cárcel del pueblo” del MLN para que la gente la conociera. En sus intervenciones obvió que esa propiedad, luego del golpe de Estado, fue usaba por militares para torturar a perseguidos políticos. A García solo le interesaba el otro asunto del pasado reciente: aquí estuvo secuestrado Pereyra Reverbel por parte de los tupamaros. No le interesaba transmitir lo otro. El otro tema para ese universo de “sensibilidades”: la reparación para las víctimas de la “guerrilla”. El partido del general Manini Ríos lo propuso y la coalición gobernante la votará. Otro mensaje para ese universo electoral.

  • Feminismo. Aquí se ponen de manifiesto, también, dos núcleos importantes en la ciudadanía uruguaya. No se trata de universos congelados o rígidos. Veamos. Parece claro que el concepto “feminismo” ha permeado a buena parte de la ciudadanía, sin importar perfil político, formación, educación o posición económica. La revolución feminista de estos años plantó bandera y eso es reconocido por vastos sectores. Pero cuando se empieza a desmenuzar las expresiones que están debajo de ese enorme paraguas del “feminismo” aparecen algunos ruidos que también son captados por la coalición gobernante. Nuevamente el partido del general Manini Ríos toma la delantera y explícitamente ha denunciado lo que denomina “ideología de género”. Es que la revolución feminista empujó una serie de cambios y reformas -leyes y lenguaje civilizatorio- que no provocan simpatías en una parte de la población. Eso ocurre desde normas que benefician extraordinariamente las denuncias de violencia de género hasta el vocabulario. Desde la izquierda se ha impulsado el uso de “todas y todos” para contemplar nítidamente ambos géneros. Es frecuente que ese universo de izquierda lo utilice en las reuniones públicas. Cuando arribó al gobierno, el presidente Lacalle ni cerca utilizó ese lenguaje. En sus primeras apariciones públicas -conferencia de prensa por la pandemia- se notaba el esfuerzo para no emplear el “todas y todos”. Con un “buenas tardes a todos”, comenzaba sus conferencias de prensa. Y eso permeó a todos los integrantes de la coalición, jerarcas o legisladores. Nadie usó ni usa el “todas y todos”. Obviamente que pasaron más lejos de la palabra “todes”, que escasamente, ahora, la izquierda utiliza, aunque fue empujada por los colectivos feministas. Esta sensibilidad no va en contra del feminismo y conquistas de esa revolución. La vicepresidenta Beatriz Argimón es feminista, pero no cumple con los rituales de la revolución feminista, como movilizarse por las calles en reclamo de más derechos. La coalición gobernante sí se opone a las expresiones extremas. De esta manera, interpreta y sintoniza con una parte de la población que no asume con plenitud ese cambio de vocabulario. Un dirigente de izquierda, que explora sensibilidades, dijo: “Tengo claro que el ‘todes’ ni pica en Vichadero (Rivera), pero que podría funcionar en Valizas (Rocha)”.
  • Antisindical. Una parte importante de la población no siente simpatía por los sindicatos. Esto tiene algunas explicaciones. A modo de aproximación, esa percepción negativa tiene que ver con una prédica de los medios de comunicación dominantes que viene del fondo de la historia (por lo menos de principios del siglo XX), que condena las movilizaciones, paros y huelgas. “Disturbios”, “agitadores profesionales”, “profesionales del caos” (Robert Silva dixit), son algunas de las expresiones que se vierten en la prensa desde que los anarquistas organizaron las primeras huelgas a fines del siglo XIX. Y eso, gota a gota, se repite desde hace 120 años por lo menos. Y eso va construyendo determinadas sensibilidades más allá de que, históricamente, ciudadanos que cuestionan a los sindicatos no se niegan a recibir los beneficios que obtienen esos colectivos en las negociaciones y movilizaciones. (Recientemente un empleado de un frigorífico, votante multicolor, destacó lo obtenido por el sindicato. Las contradicciones son cotidianas, en este y otros temas, tanto en el universo multicolor como en la izquierda).

El otro elemento a tener en cuenta que no genera simpatía en una porción de la ciudadanía es que los dirigentes sindicales “no trabajan”. Eso quedó claramente expresado en un debate entre Fernando Pereira -en ese momento presidente del Pit-Cnt- y el senador blanco Sebastián Da Silva. Este insistía en que Pereira hacía como 15 años que no trabajaba. Pereira insistía en que trabajaba todos los días, de las 7 de la mañana hasta las 12 de la noche. Claro: trabajaba como dirigente sindical, en uso de la licencia que por ley se le otorga desde hace muchos años. En verdad Da Silva estaba sintonizando con una parte de la población que no ve con buenos ojos la licencia sindical y no asumen que, si no fuera por ese mecanismo, las organizaciones empresariales tendrían más poder en la puja con los sindicatos. En verdad, como Uruguay es chiquito, ejemplos de incumplimiento de las tareas sindicales se generalizan y abonan la historia de que los dirigentes sindicales no trabajan. También es cierto que hay dirigentes que trabajan en sus respectivos puestos de trabajo y, también, militan. En la historia y en la actualidad, hay ejemplos valiosos de cumplir con ambas tareas.

En ese marco de realidades y sensibilidades, el gobierno multicolor impulsa una ley para que los sindicatos tengan personería jurídica. Nuevamente sintonizan con esa suerte de antipatía que existe en una parte de la población con relación a los sindicatos. Interpretan el humor contrario a los sindicatos.

El humor contra sindicatos parte también de una suerte de prédica -impulsada por el semanario Búsqueda- de presentar a los dirigentes sindicales como “afines” a determinados partidos de izquierda. Esa forma de presentar a los dirigentes sindicales fue seguida por todos los medios. Sin embargo, ni Búsqueda ni otros medios han adoptado la misma actitud para presentar a los dirigentes de las cámaras empresariales. En el pasado y en el presente, dirigentes de cámaras empresariales han integrado e integran gobiernos del universo multicolor. En el pasado reciente, el Partido Colorado incorporó dirigentes afines que pertenecían al mundo industrial y del comercio y ahora el gobierno que encabeza Lacalle, sumó a dirigentes del mundo de la agroganadería.

  • “Aversión a las turbas”. Existe un “pueblo” que se siente cómodo en el contacto físico, la alegría compartida, la risa fácil y el cántico. Esa es la izquierda. Pero existe otro “pueblo” que no se siente cómodo en esa expresividad popular. Prefiere otra expresión popular; el silencio. Como diciendo: “La calle no es lo mío”. Hay dos ejemplos recientes de esta situación. Cuando el presidente Lacalle hizo su informe al Parlamento en la primera semana de este mes de marzo, hubo una convocatoria muy firme y por diversos medios a acompañarlo desde la calle. Diversos dirigentes insistieron con que había que estar presentes. Poco más de 50 personas fueron con sus banderas y sus gorros. Y en el cielo, una avioneta, pagada por un empresario, acompañando la magra representatividad callejera del gobierno. ¿Fue esta una foto de la aprobación del presidente Lacalle? Nada que ver. Es una expresión nítida de un “pueblo” que se siente cómodo sabiendo que está ahí, gobernando por ellos, que eventualmente lo siguió por televisión. El otro ejemplo lo brindó el director del diario El País en la edición del pasado domingo 12 de marzo. Escribió Martín Aguirre que criticaba la “apología a la masa como herramienta de acción política […] nuestra aversión a las turbas viene de hace tiempo”. Y cita cuando fue como miles de uruguayos a recibir a la selección uruguaya de futbol tras jugar el mundial de Sudáfrica. “Ver a esa masa de gente, cantando enajenada el himno, trepados al monumento a Artigas, nos trajo imágenes de Galtieri, Mussolini, Fidel Castro... y salimos corriendo”. Y prosigue con otro asunto; el feminismo, al que -aclara- no cuestiona. “La marcha del 8M volvió a mostrar el peligro de las congregaciones masivas”. Lo interesante de todo esto es que Aguirre resume con precisión quirúrgica, ese pensamiento que viene del fondo de la historia (incluso desde las páginas de El País) sobre las “muchedumbres”. Incluso hasta usa palabras de principios del siglo XX: “turbas”.

NOTA. Pensé que con tres columnas alcanzaba para tratar este tema. El viernes próximo sale la cuarta y, creo, será la última.

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