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Columnas de opinión | olor | queso | FA

El poder que todos quieren

Volvió "el olor a queso"

"El olor del queso del gobierno despierta apetencias que la gente no sabe". Gral. Liber Seregni

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Caras y Caretas Diario

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En 1676, un barco de guerra -llamado “Kronan”- fue hundido frente a las costas suecas. Hace pocos años encontraron sus restos. Los avezados submarinistas esperaban encontrar diamantes, monedas, estatuas y otros elementos de riqueza histórica. Y encontraron algo más: un recipiente herméticamente cerrado, rodeado de algas y conchillas. Con mucho cuidado, los investigadores destaparon el objeto de hierro cubierto de algas, protegido por el agua y el tiempo. Allí hallaron una misteriosa pasta. El olor inundó la sala de los investigadores. Era un olor a levadura y roquefort, con una textura parecida al foie gras. “Pensamos que es un producto lácteo. Y contrariamente a otros, este tiene un olor bastante agradable, huele a vida”, explicó Lars Einarsson, responsable de la misión que exploró el barco. El olor despertó emociones, agradó, sedujo, conmovió, atrajo. Igual que el olor al Poder, sobre todo cuando se olfatea que hay una real perspectiva de obtener el poder (o el gobierno).

Hacia adentro

En setiembre de 2003 -recuérdese: setiembre de 2003 cuando era cierta la posibilidad de que el Frente Amplio ganara las elecciones- el general Liber Seregni advirtió algunos fenómenos inherentes al ser humano y, consecuentemente, a los colectivos humanos. “La gran y tremenda diferencia que tuvo la izquierda, genéricamente considerada, y que tuvo el FA siempre, fue un fuerte contenido ético. Aquella frase célebre que dice que el olor del queso del gobierno despierta apetencias que la gente no sabe. ¿Por qué? De una forma u otra, en todo grupo, incluso en cada uno de los sectores que integran el FA, la tendencia es a pensar en cuál es la porción de territorio que le corresponde para alambrarlo, e ir alambrándolo desde ahora; es una realidad”. Nadie se chupa el dedo. El poder tiene esa cuestión atractiva, seductora, adictiva. Ojo, no solamente ocurre en el mundo de la política partidaria. Pasa en el club de bochas Nueva Palmira o en la comisión administradora de un edificio o cooperativa.

En 2003 pasaba lo que Seregni narró: los distintos sectores del FA se disponían a “tomar el Palacio de Invierno” y aparecieron las contradicciones: por un lado una suerte de “generosidad y desprendimiento” a la hora de ocupar lugares en la estructura del Estado y, por otro lado, el “olor a queso” que empujaba a instalarse en la mayoría de los espacios del Estado. Todos querían estar en la fiesta y participar del menú. ¿Es cuestionable? No tanto. Admitir que existen esas dinámicas en la búsqueda y administración del poder forma parte del ejercicio del mismo. Hacerse el distraído o negarlo es la mejor manera de pudrir todo. El tema es como se gestionan esas apetencias.

También pasó en 2003 y en 2004 que el “olor a queso” no quedó constreñido en los ámbitos de quienes cocinaban el desembarco. Había otros que querían ser invitados a la cena, a quienes el olorcito a roquefort les encantaba. Pasó en diversos ámbitos. Entre los militares, sin dudas. ¿Cuántos habrán dicho en los cuarteles y fuera de ellos que siempre fueron “demócratas”, que lo de la dictadura fue una “locura de pocos” o que aspiraban a unas Fuerzas Armadas “profesionales”, lejos de la Doctrina de la Seguridad Nacional y el juego de logias? (En esa majuga aleteaban varios, hasta un tal Guido Manini Ríos).

Pasó en las empresas públicas y ministerios en donde aparecieron a última hora, gerentes y técnicos que contaban sus peripecias contra la dictadura, como para quedar bien con los inminentes ocupantes del poder. ¡Si habrá habido!

Ahora ocurre que las encuestas están diciendo que es altamente probable que el Frente Amplio gane las próximas elecciones. Imagínense lo que está pasando adentro del FA y en otros recintos en donde la burocracia -habitantes sempiternos e inamovibles de los pasillos del poder- también tiene la nariz pegada al barco sueco y su inolvidable queso.

Hacia afuera

Michel Foucault popularizó una frase desde su libro Microfísica del poder: “El poder no es una cosa; el poder son relaciones”. Fenómeno, ahora nos vamos aproximando a otros costados del poder.

Un ejemplo interesante del mismo es lo siguiente: la libreta de teléfonos hoy alojada en Google. Quien posea teléfonos clave tiene una cuotita de poder. “Yo conozco a fulano, lo llamo y te cuento”, dice el poseedor de esa maravillosa libretita. Y cuando la perspectiva de obtención del poder es posible, la libretita se transforma en una herramienta muy importante. (Lo interesante es que la “perspectiva de poder” construye poder. Cuando desde el FA se dice “estamos volviendo”, tiene que ver con la perspectiva).

Está ocurriendo por estos meses que el intendente Yamandú Orsi -precandidato a la presidencia desde la izquierda- recibe invitaciones a reuniones o llamadas de personas que conoce y que, a su vez, conoce a otro que lo quiere conocer.

Pasa por estos días que algunos profesionales con apetencias políticas buscan acercarse a José Mujica y piden tener una reunión con él, allá en la chacra del expresidente. ¡El olor a queso, señores! Y Mujica, viejo bicho, les soba el lomo. Y los aspirantes salen contentos de su encuentro con el exguerrillero.

Incluso algunos de esos posibles comensales de una eventual fiesta gastronómica del Frente Amplio en 2024 ya plantean lugares en la estructura de gobierno. El olor a queso, a veces, tiene otros componentes químicos que provocan mareos…

Pasa también que empresarios, que en las vísperas de 2019 se alejaron de los círculos de contactos con la izquierda, hoy llaman o atienden el teléfono a algún dirigente del FA o empresario de izquierda.

Recuerden a Lars Einarsson, uno de los investigadores que halló el queso del barco Kronan: “Tiene un olor bastante agradable, huele a vida”. Este queso, el poder, aunque cuesta admitirlo, “huele a vida”. Ni más, ni menos.

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