Ese cambio en las certezas de las encuestadoras me reafirmaba: ganamos. Cuando empezaron a contar, durante los segundos que faltaban sentía un ardor en el corazón y pensaba “ganamos bien”… Pero cuando apareció el zócalo de los canales “YAMANDÚ ORSI, PRESIDENTE ELECTO”, la emoción se apoderó de mi cuerpo. Desde el 76 me había olvidado de cómo se lloraba —y eso que motivos no me faltaron— de angustia y de alegría; ese ardor cardíaco rompió mis ojos en llanto y mi cara en sonrisa y expresiones de alegría. Sí, habíamos ganado.
Ahí, entre abrazo y abrazo, primero con dirigentes, luego con la gente que esperaba afuera, seguía pensando cosas. Muchas cosas. Con los años de lucha política (debuté con el voto en el 71, pero —antes los mandatos eran de 4 años— ya había militado en el 62 y el 66), festejaba por primera vez. En el 88 estaba en el exilio.
Eso me hizo pensar mucho. La mayoría de los que allí estaban habían ganado en el 2004, 2009, 2014… Pero aquellos festejos, de los que no fui parte, no me eran ajenos. Eso es el Frente Amplio. Siempre digo que nunca me hicieron sentir un recién llegado. Y es así. Mi mochila es parte de la del Frente y la de éste es la mía…
Fui a ver a unos periodistas argentinos que habían llegado y luego me mezclé con la gente. No sé explicar lo que los abrazos anónimos me hicieron sentir… Prefería que no me preguntaran nada porque me vencía la emoción si respondía.
Después de que hablaron Carolina y Yamandú, volví a casa. Desde 18 y Ejido se podía ver la columna humana que estallaba de alegría. Cantos, bailes, saludos, y un enorme trueno hizo temblar los edificios, como si el cielo se uniera a las voces de celebración.
Como era de esperar, se echó a llover. Mucho. Pero la gente no se iba. Era como si el agua se sumara al festejo. Todos y todas abrían sus brazos y se dejaban mojar con la cara llena de esperanza.
No pude evitar que vinieran a mi memoria palabras de mi viejo en un acto en la Curva de Maroñas en el 70, cuando una tormenta interrumpió la oratoria: “Que venga el viento, que venga y barra con todo lo que haya que barrer. Que venga la lluvia, que venga y limpie todos lo que haya que limpiar…”. Amén, pensé. El cielo también lloraba.