En el diario El País del domingo 10 de febrero sale publicada una nota que describe con detalle la entrevista realizada por el grupo Diarios de América a Mauricio Claver-Carone, quien lleva medio año como Asesor de Seguridad para el Hemisferio Occidental de Donald Trump.
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La entrevista trata dos aspectos que son determinantes en la coyuntura actual, el primero la posibilidad de una intervención militar en Venezuela y el papel de terceros países en el desarrollo de los acontecimientos inmediatamente anteriores.
Aunque Claver-Carone se niega a «entrar en detalles» a cerca de la logística desplegada con las «ayudas humanitarias» que los Estados Unidos han destinado para hacer llegar a Venezuela y la relación de estas con una posible infiltración militar o paramilitar en territorio venezolano, es claro que hay una vinculación directa entre las dos cosas.
Es claro por una razón esencial y es que dichas ayudas humanitarias, aún en los conflictos más agudos, han tenido siempre unos canales establecidos para su distribución; la Cruz Roja Internacional y las Naciones Unidas, aunque puedan llegar a ser fuente de ciertas desconfianzas producto de hechos históricos particulares, son quienes tienen los mecanismos para la entrega de tales ayudas.
En este caso la Cruz Roja y la ONU han decidido expresamente no participar del «corredor humanitario» precisamente por la pesada carga política que viene con ellas. Ante lo que el embajador de Colombia en Estados Unidos, Francisco Santos, quien está acusado de la formación de grupos paramilitares en Bogotá, salió a señalar de forma atropellada a la Cruz Roja casi como un agente «del chavismo», con lo que terminó de cerrar la posibilidad de su participación en cualquier acción humanitaria.
De otro lado el artículo señala de manera abierta que Estados Unidos están preparando el «canal humanitario» que rodea a Venezuela por Brasil, Colombia y las Islas del Caribe, como una plataforma de intervención directa en ese país, alentando las revueltas internas y seguramente financiándolas con parte del dinero que usurparon de las cuentas de PDVSA.
Claramente la intención de la Casa Blanca es fomentar la violencia interna, bien para derrocar por medio de un golpe de estado a Nicolás Maduro, o bien por medio de una intervención armada «de restablecimiento del orden» como ha ocurrido en otras oportunidades.
Por otro lado el papel de Colombia como gendarme ideológico regional junto al neo fascismo gobernante en Brasil, apuntalan una estrategia que a ciencia cierta inicia en Venezuela, pero que busca afianzar toda la región bajo el unanimismo militante norteamericano.
Es cierto que varios gobiernos progresistas en la región han sido derrotados en las urnas, tanto como es cierto que otros han sido desalojados por medio de golpes parlamentarios, por medio de anulación judicial de sus representantes o por el giro de política en manos de quienes llegaron a nombre de gobiernos populares pero terminaron del lado del capital. Sin embargo las organizaciones y partidos progresistas hacen parte como segunda o tercera fuerza electoral en la mayoría de países de la región y tienen profundas raíces en las organizaciones sociales y populares.
Entonces lo que se alza hoy con punta de lanza en Venezuela y que claramente anuncia Claver-Carone en su entrevista expuesta en el diario El País, es el nacimiento del control ideológico de la región, reflejado en un control político y gubernamental, alentado por las crisis generadas desde el gran capital y vigilado por países halcón que sirven como patio de alquiler para la intervención armada legal o paralegal hacia quienes no atiendan el llamado de la uniformidad