Cecilia Canessa, directora de la Sala Zitarrosa, es una profesional con más de 20 años de carrera como Gestora Cultural y como tal, integró equipos de trabajo de las principales salas de nuestro país.
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El comienzo de su gestión en la emblemática Sala Zitarrosa coincidió con un momento complicado y sin precedentes para el sector cultural y la sociedad toda, como fue la crisis sanitaria y económica por la pandemia del coronavirus.
Para conocer cómo repercutió la pandemia en el sector cultural y los aprendizajes en el proceso de transformación de los productos culturales, Caras y Caretas conversó con Cecilia Canessa.
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La pandemia te encontró justo en el comienzo de tu gestión en la Sala Zitarrosa ¿Qué tan fuerte fue ese impacto?
Si bien, por un lado, ya desde marzo veníamos aprendiendo a convivir con esta nueva coyuntura y entendiendo desde el ámbito de la gestión cultural que debíamos adaptarnos, reinventarnos a nuevas formas y formatos, al finalizar el concurso de oposición y méritos y resultar ser la ganadora del cargo de la dirección de la sala Zitarrosa en el mes de noviembre, lo que más tenía eran ganas de comenzar a llevar adelante y hacer posible mi proyecto de gestión para la sala. El impacto fue fuerte porque todo aquello que tenía proyectado para nuestra forma previa a la pandemia, hubo que adaptarlo, reinventarlo, posponerlo. Quizás el mayor impacto se sintió a nivel presupuestal, porque si bien generar oportunidades de trabajo para nuestros y nuestras artistas con nuevos formatos, y mantener la comunicación con nuestro público, siempre fue base fundamental desde que inicié mi gestión, su viabilidad económica fue compleja. Pusimos todo nuestro esfuerzo y creatividad para poder llevar adelante diferentes actividades a pesar de la restricción presupuestaria a nivel interno, del retraimiento económico en todas las esferas que hacen al sector cultural; ingresos por venta de entradas, patrocinios, apoyos, entre otros.
La Sala Zitarrosa fue uno de los espacios que desarrolló actividades apostando a la creatividad y diversidad de las mismas. ¿Cómo fue ese proceso de transformación?
Como te comentaba, generar oportunidades de trabajo para nuestros y nuestras artistas en una coyuntura donde el sector de la música se veía tan afectado, fue prioridad desde el primer día. Llevarle a las personas experiencias musicales y audiovisuales, en una situación de angustia e incertidumbre, era fundamental. Y como en toda crisis, hay que trabajar el triple para salir adelante; investigamos nuevos caminos, nos pusimos en el lugar del otro, pensamos nuevas formas, buscamos cómo llegarle al público verdaderamente. Así nació Música en el Aparador, donde desde el hall de la sala diferentes artistas participaron amplificando la música a la vía pública y a la plaza del Entrevero. Buscamos comunicarnos con el público mediante todas las plataformas digitales, creando productos culturales diversos como el caso del 85 Aniversario de Alfredo Zitarrosa junto a Mónica Navarro, Maia Castro, Christian Cary y Toto Méndez.
Iniciamos además un proceso de internacionalización de nuestros artistas aprovechando las nuevas plataformas digitales, con la fundación Fair Saturday y junto a la Alianza Francesa mediante la Fiesta de la Música donde tuvieron una participación especial Florencia Núñez y Luciano Supervielle.
Creamos Encuentros, espacios para intercambiar desde el ámbito de la música y el audiovisual con diferentes referentes y actores de temas que nos atraviesan; como las brechas de género y la situación de las artistas mujeres en ambas disciplinas; como la memoria junto a familiares y cómo abordamos desde la cultura este tema que nos toca profundamente. Ahondamos en el trabajo de formación de públicos con los más pequeños, tema que nos preocupa y ocupa profundamente. Trabajamos junto a Plan Ceibal ofreciendo experiencias musicales y audiovisuales a niñas y niños mediante el programa Artistas en el Aula, y proyectamos un laboratorio específico de la sala para las infancias.
Creo que supimos visibilizar oportunidades y desplegar toda nuestra creatividad. Pero por sobre todo, ahondamos en tres pilares fundamentales que para mí son claves del nuevo proyecto de gestión, más allá de cualquier coyuntura; cooperación, extensión, trabajo en red.
¿Podrías destacar los principales aprendizajes que dejó tantos meses de paralización en el sector cultural?
Creo que el mayor aprendizaje de esta situación inesperada fue para muchos entender que debemos construir cada vez más juntos, en diálogo, trabajando en equipo, en alianza, tejiendo redes, teniendo en cuenta al otro, apoyándonos, porque todos formamos parte de este sistema cultural. Como institución pública, poniendo por encima de todo a nuestros y nuestras artistas.
Y si hablamos de carencias, tanto a nivel de estructuras políticas de gestión, como económicas y técnicas, seguramente la pandemia puso al desnudo muchas. ¿Cuáles remarcarías?
La pandemia dejo en evidencia las carencias del sector cultural prácticamente en su totalidad. Remarcaría la carencia económica; si bien se promueven políticas públicas que buscan fortalecer el sector, aún no es suficiente. Ha quedado en evidencia que el sector cultural siempre es el primero al que se le recorta presupuesto y el último al que se le vuelve a adjudicar, así como ha sucedido con el derecho de los artistas a trabajar. Ha quedado al desnudo que aún no termina de calar hondo el concepto de que la cultura se confirma como un instrumento por excelencia para el desarrollo. La cultura debe ser vista como un derecho inherente de la ciudadanía y también como agente económico de desarrollo y transformación de esa ciudadanía. Asimismo tiene un peso en la economía importante, genera riqueza y cultura en sí, lo que influye a mediano plazo en la sociedad. La cultura es un eje de desarrollo estratégico que ineludiblemente tiene una enorme incidencia en lo social.
Ha quedado en evidencia también la vulnerabilidad y fragilidad respecto a los derechos laborales y sociales en la que se encuentran muchos artistas.
Por otro lado, también quedó en evidencia que no estábamos preparados para lo que ya se venía anticipando; un modelo híbrido donde la tecnología y las herramientas audiovisuales cobran relevancia. Creo que además dejó en evidencia la avidez del público por consumir productos culturales, en los formatos tradicionales y en los nuevos, y que, por tanto, tenemos un largo camino por recorrer para analizar al público a fondo, conocerlo de verdad, entablar relaciones de ida y vuelta.
La Sala Zitarrosa presentó hace unas semanas una programación muy rica y diversa para lo que resta del año. ¿Qué lineamientos tomaron en cuenta?
Los lineamientos tomados en cuenta conjugan en gran parte los criterios para la programación de la sala que traigo con el nuevo modelo de gestión. En éste lo que buscamos es posicionar a la sala Zitarrosa como un centro cultural patrimonial de referencia de la música y el audiovisual nacional, regional e internacional, que ofrezca una programación variada, de calidad, abierta a diferentes manifestaciones estéticas, brindando oportunidades a artistas consagrados y emergentes, y que sea accesible a los diferentes públicos apostando a programas de sensibilización y formación de públicos, así como a la profesionalización de artistas e internacionalización de los mismos.