En cada uno de los intervalos se sentían los gritos de los niños que corrían y jugaban por el pasillo entre el escenario y las mesas, el murmullo típico de grupos de amigos que volvían a encontrarse, e incluso discusiones entre amigas sobre la cantidad de alcohol que tenía el trago que habían adquirido en el bar.
A medida que pasaban los minutos y los espectáculos iban avanzando, comenzaban a copar la calle más y más personas que se ubicaron en los alrededores de ese escenario que permitía a cualquiera que se distrajera terminar siendo un artista más. Los alrededores comenzaron a llenarse de bicicletas atadas a las diferentes columnas ubicadas en las veredas, y los balcones de los edificios aledaños empezaron a encender sus luces y los vecinos se volvieron parte de esta fiesta.
La llegada de Plena Comunera, banda de mujeres que dedicó su actuación a las niñas presentes, levantó al público. Entre sus momentos más destacados, rindieron homenaje a Susana Bosch y Nancy Guguich, quienes supieron ser integrantes de Canciones Para No Dormir la Siesta, entonaron la canción “Sal de ahí Chivita” con un bienvenido cambio en la letra, retrotrayéndonos a nuestra infancia.
Ya con el público en un nivel de festejo total, llegó el momento de que actuara Septeto Sur, banda candombera del barrio, que volvió a hacernos bailar al ritmo del chico, repique y piano. Volvieron a estar sobre la mesa temas sumamente conocidos por todos, lo que permitió que, además del baile, el público acompañara con el canto.
Quien se encargó del cierre fue la murga La Gran Siete que, ya adentrada la madrugada del miércoles, entonó los primeros versos para el deleite y alegría del público. Durante los casi 30 minutos de actuación, se pudo observar cómo aquello que desde Más Carnaval buscan, quedó plasmado.
Nada más empezar la actuación, los vecinos y vecinas que estaban en los alrededores fueron arrimándose al escenario en donde la murga se disponía a cantar, ese pasillo que durante toda la noche fue el lugar de juegos y pasaje, se pobló de espectadores que se sentaron con el fin de tener la mejor posición para escuchar lo que la murga tenía para decir.
Los presentes aplaudieron las cuartetas más críticas al Gobierno, se rieron con el cuplé del calefón y del “tueco” Marset, y fueron cómplices de los chistes de Guillermo Lamolle que, con un solo gesto en su cara, hizo que, previo a la retirada, el murmullo cesara de golpe. Los presentes despidieron de pie y con una sonrisa a la murga, que dejó la línea de micrófonos y se retiró cantando por entre las mesas, para luego subirse al ómnibus que los esperaba estacionado sobre la calle Rodó.
Con la despedida de la murga, el público empezó a volver a sus hogares, con la satisfacción de haber asistido a un gran evento cultural, en donde convivieron diferentes estilos musicales y el público fue una parte vital de la noche. El barrio volvió a copar la calle, volvió a disfrutar y divertirse al ritmo del Carnaval