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Cultura y espectáculos tolerancia | Fabián Marquisio | Villazul

FABIÁN MARQUISIO

El sonido de la tolerancia

El músico Fabián Marquisio habló de su vida, el trabajo, los proyectos y su porfiada construcción de vínculos basados en el respeto, la tolerancia y la ternura.

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Caras y Caretas Diario

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El Proyecto Villazul está culminando su gira nacional 2022, en días de presentación del Volumen 2 de Música para aprender y el 27 de diciembre cerrará el año en la sala Fabini del Auditorio Adela Reta del Sodre junto al Coro Juvenil.

Fabián es cantante, arreglador, productor, compositor, buen vecino, tremendo amigo, padre de familia, soñador, compañero de Lourdes, creador de fábulas verdaderas y de maravillosas pequeñas historias ínfimas que nos hacen llorar cuando nadie nos ve. Se acuerda de cada persona con la que se encontró y compartió al menos un instante de la vida, pero no recuerda demasiados nombres ni rostros. A él en cambio, lo reconocen donde vaya. Siempre hay alguien que tiene algo lindo que contar de él. Vivió en selvas, montañas, islas, pozos y chozas. Celebró la vida, caminó sin rumbo, lo repensó todo, miró las estrellas, leyó, escribió y cantó bajo la luz de la luna, la que le marcó la ruta y no precisó más. Habló con árboles, ríos y pájaros. Creció y voló. Después pisó juguetes y se desveló por la problemática de Sergei. Tiene la risa más contagiosa del mundo y casi todo lo que dice parece salir de lo más hondo de su humanidad. Promueve la tolerancia como razón de vivir la vida. Su hijo mayor, Antonio, a los dos años fue diagnosticado con Trastornos del Espectro Autista (TEA) y eso cambió la vida de la familia y posiblemente la de muchísimas más -acá y en todo el mundo- que al poco tiempo encontraron en un puñado de temas musicales una amorosa forma de aprender a vivir cantando. Acaso por ello, a su paso por calles, plazas y barrios, siempre alguien lo reconoce y le da las gracias. Tan solo eso le dicen. «Gracias» o «tus canciones son parte de nuestra familia». Fabián se parece mucho a la felicidad que algún día alguien soñó.

Una buena parte de lo que sucedió en su vida lo cuenta con pocas palabras. “Cuando aparece la palabra autismo en nuestras vidas, muchos padres sentimos que el mundo se nos viene abajo, pero luego comenzamos a buscar la mejor forma de ayudar, apoyar o entender a nuestro hijo. En mi caso la música siempre fue la mejor herramienta para todo y fuimos descubriendo que era más fácil lograr que Antonio aprendiera una actividad o una acción si le cantábamos una canción que hablara sobre eso. Así fuimos incorporando a su diario vivir músicas que asociábamos con diferentes acciones, por ejemplo, cuando llegaba la hora de la ducha cantábamos ‘Al agua pato’ y el rápidamente se dirigía al baño sabiendo lo que iba a suceder. Muchas actividades tienen su melodía, sobre todo las simpáticas, como pasear o jugar, pero para cosas como ir al baño, vestirse o comer es más difícil encontrar músicas, por lo tanto las inventábamos en el momento”. Después vino todo el proceso más conocido. Compuso canciones, llamó a amigos y amigas músicas para grabar un disco emblemático y la vida cambió para siempre. Villazul fue reconocido en Uruguay y en distintas partes del mundo. Fabián fue llamado a contar su experiencia, a transmitir su proceso de trabajo y así lo hizo en lugares impensados hasta entonces. Lo que nació como un juego para ayudar a Antonio terminó siendo algo que también le cambió la vida a él mismo.

Villazul nació como un proyecto sin fines de lucro que busca, además de brindar una herramienta a los padres para educar a sus hijos, concientizar a la sociedad sobre la necesidad de integrar a los niños especiales en su seno. Pareciera increíble que en pleno siglo XXI siga habiendo discriminación, pero la realidad es que los niños especiales son víctimas de bromas, abusos y rechazos en distintos ámbitos de nuestra sociedad. Sobre todo en la etapa preescolar y escolar se hace tremendamente complicada la integración y a veces los padres sentimos que estamos solos en una lucha muy difícil”. Villazul alcanzó los galardones de Disco de Oro, Disco de Platino y Disco de Doble Platino; es el disco más vendido en Uruguay en los últimos años y ganó el Premio Graffiti al Mejor Álbum Infantil. En el último año se publicaron los discos de Villazul Música para aprender volumen 1 y 2.

¿Cómo ha sido vivir con tanta libertad como para salir a recorrer el planeta sin destino marcado?

En 2001 me fui con una banda a tocar a España y de allí anduvimos por Marruecos y por otras partes de África. Cuando volví de esa experiencia en Uruguay había una crisis imponente y no había lugares donde tocar. Entonces me fui a Paraguay con la idea de tocar algunos días y ese viaje duró casi seis años. Obviamente no fue sencillo y pasó de todo. Como todo lo que se va haciendo a los ponchazos, tuvo mil matices, desde cosas buenísimas, inolvidables, hasta muchas horas sentado al costado de una ruta esperando que alguien me levantara o acampando solo en medio de una selva. Fue una experiencia tremenda que me cambió mucho como persona y como músico. Aprendí a entender la sencillez y la riqueza del arte musical de Latinoamérica. En cambio en Uruguay siempre hemos sido más complejos, más dispuestos a cuestionar todo desde un punto de vista crítico y analítico, con cierta mirada europea y lo llevamos todo a un plano de estudio y hasta nos cuestionamos mucho las cosas antes de hacerlas. Nos fijamos en el qué dirán, si eso estará bien o no, si es terraja, si gustará, si quedaremos «pegados», qué pensarán los demás y tantas cosas más por el estilo. En cambio cuando uno ve que tremendos músicos en todo el continente tocan cosas maravillosas y por ahí utilizan tres acordes, te das cuenta de que la verdadera música no pasa por el análisis de laboratorio. Por eso creo que esa experiencia me cambió mucho a nivel musical y obviamente a nivel vital. Me enseñó que la vida cambia de manera radical de un día para el otro. Y también te cambia -y mucho- el vínculo con las cosas materiales.

No te desvelan demasiado la banca internacional o las finanzas. ¿Encontraste de cierta manera la felicidad en las pequeñas cosas?

Claramente. Muy pequeñas y cotidianas. Si hay algo a lo que aspiro en la vida es que cuando yo me muera le digan a mis hijos que su viejo era un muy buen tipo, nada más, «nos divertimos mucho con tu padre, pasamos bárbaro, era un buen tipo», que así me recuerden. Yo me di cuenta que era feliz cuando volví a Uruguay y me radiqué en Maldonado. Me prestaron un monoambiente y allí fui con una mochilita que había traído de mis viajes y con una guitarra. Viví años con esa mochilita y la guitarra porque no fui a buscar nada de lo que tenía repartido por distintas partes y en la casa de mi madre. De verdad sentía que era feliz así con eso, y me arreglaba comprando lo justo para vivir el día. Eso me sirvió mucho para lo que vendría después. Esa forma de ver la vida me ayudó para siempre. Recorrí América, edité el disco América Feliz, que es reflejo de todos esos vaivenes de un viaje como el que hice, bastante caótico el disco y muy lindo también. Después y ya en Maldonado, empecé a crear canciones que tenían más que ver con el mar, con la paz de acá, y eso se vio en las canciones del disco Música de mar. Y después mi compañera de toda la vida quedó embarazada y formamos una familia. Nació Antonio y a los dos años le diagnosticaron autismo. Eso nos cambió un poco la vida, pero en cierta forma veníamos preparados por esa forma de ser tan abierta y libre para entender otras cosas. Hoy Antonio es todo un hombre, es enorme, tiene mi altura, está terminando primero de liceo y no para de sacarse notas altas como 11 y 12 todo el tiempo. Como toda persona con autismo, tiene sus cosas, pero está terminando el año lectivo con mucho éxito. Ha sido el viaje más complicado de mi vida y yo aprendí en esos viajes un poco de la vida, que uno debe poner el freno de mano siempre y valorar esas pequeñas cosas y, por ejemplo, cada logro cotidiano. Del mismo modo que celebrar estos encuentros con amigos, acá tomando un café contigo y celebrar que podamos hacerlo. Creo que esa es la base de la felicidad. Lo opuesto es la infelicidad de lamentarse por lo no vivido, por no haber aprovechado el tiempo para vivir determinados encuentros o abrazos. Quejarse porque el tiempo se nos pasó y no supimos disfrutarlo. Eso lo aprendí viajando como mochilero. A veces me sentaba y agradecía poder estar mirando una montaña, una cordillera como los Andes o estar en medio de una selva.

¿Eso lo seguís sintiendo así en el día a día?

Absolutamente. Por ejemplo, cuando me encuentro con músicos que generosamente han participado de Villazul y mis discos, no dejo de agradecerles y decirles que les admiro. Me encuentro con Cristina Fernández y la abrazo porque no puedo creer que ahora esté compartiendo música con ella que yo la veía de niño y me deslumbraba; cada vez que grabo con Estela Magnone, digo «no te puedo creer, estoy tocando con Estela Magnone»; y así con Malena Muyala, el Fata y todos esos tremendos músicos.

Lo de Villazul es una revolución dentro de la música uruguaya. Lograste además unir a gente increíble detrás de un proyecto sensible.

Para mí fue maravilloso que dijeran que sí, que se juntaran detrás de un mensaje, que no tuvieran ningún tipo de prurito. No es solamente hacer canciones para ayudar, sino que a la vez es un mensaje, estamos todos unidos cantando por algo, creo que eso es alucinante. Creo que tampoco hubiera pasado de otra forma. Los músicos uruguayos son solidarios, son compañeros, son una gran familia. Muchas veces somos quedados y no hacemos algunas cosas porque nos quedamos o porque no tenemos recursos, pero cuando aparece la propuesta, es tremendo. Yo en todos estos años no recibí un solo no. Ni siquiera una reticencia del tipo «dejame ver mis horarios porque estoy muy cargado de trabajo». Y cuando les propuse ideas como disfrazarse de piratas o cosas por el estilo, aceptaron encantados. Creo que son unos 130 artistas que grabaron y participaron en el proyecto y, sinceramente, sospecho que a ellos también les ayudó participar.

¿A volver a entender las prioridades y lo que en realidad no vale tanto la pena?

Les ayudó a entender para qué y por qué están haciendo lo que hacen. Creo que todos buscamos la esencia de la música, entender por qué te dedicas a esto. Tal vez al principio pensabas en cantar para caerle simpático a una posible novia o novio, pero con el paso del tiempo te preguntás más profundamente por qué compones canciones, por qué a veces la gente se emociona con tus canciones y a partir de Villazul a muchos les pasaron cosas preciosas. Se les acercaron niños, niñas o familias y les agradecieron. O les contaron cosas que sucedieron con una canción en la que ellos habían grabado. Por eso creo que hay que ser agradecido en la vida, darle gracias a Dios, a Alá o a quién vos creas, por este don que te dio. Porque gracias a una canción tuya habrá alguien que, por ejemplo, aprenderá a hacer pichí. Algo que para la mayoría es sencillo y natural, pero para otros es toda una tarea que tendrán que aprender.

La felicidad no está en una góndola ni en la TV.

Cuando vas creciendo en la vida te vas dando cuenta de que los grandes logros que te venden en la televisión son medio ridículos: uno quiere ganar un Oscar o querés salir campeón del mundo. Pero después te das cuenta de que tampoco está ahí la felicidad. A veces lograr que tu hijo haga pichí o que el hijo de alguien lograra hacer pichí o le diera un abrazo a sus padres porque cantaste una canción es alucinante. Yo creo que esa energía, ese entendimiento que los artistas que participaron en Villazul lo entendieron, y eso se cargó en la música, está ahí presente.

¿Nuestra sociedad cambió en temas de cómo vemos al otro?

Yo creo que cambió mucho. Creo que hay dos realidades que la gente no percibe. La primera es que cambió mucho, lo que pasa es que ahora hay mucha mayor amplificación de lo que pasa a nivel social, se ve más. Yo personalmente en mi infancia y adolescencia viví muchas cosas de discriminación, de mucha dificultad. En los años 90 una persona con síndrome de Down sufría muchísima más discriminación que ahora.

La sociedad les escondía, ¿no?

Horrible. Lo vi en mi pueblo, lo vi en mi colegio. Vi la forma en que se hablaba de una persona con discapacidad o también cómo se hablaba de las mujeres. Cosas espantosas. Creo que nuestra sociedad ha evolucionado tremendamente, claro que falta muchísimo, sigue habiendo mucha injusticia. Lo que pasa es que esa injusticia que sigue habiendo la vemos mucho más amplificada que antes. Antes no la veíamos, no teníamos redes sociales, no teníamos YouTube, apenas teníamos cuatro canales de TV y cuatro horas por día. No escuchábamos casi nada, no se decía en los medios casi nada, no se difundía nada. Ahora la forma en la que se manifiesta nuestra sociedad la vemos mucho más. Posiblemente muchos tengan la percepción de que no se están haciendo cosas, que la sociedad no ha cambiado, pero estoy seguro de que sí, que hemos cambiado y mejorado. Yo trabajo mucho con adolescentes y con niños. Y veo que ellos han cambiado muchísimo en el encare hacia temas como discapacidad o género.

En las nuevas generaciones es más notorio.

Para mí es tremendo. En todo aspecto, a fuerza de que muchas personas han luchado por la inclusión en todos los planos. Por la inclusión de la discapacidad, de la homosexualidad, de la mujer y tantos y tantas más. Se critica mucho que las revoluciones a veces se pasan y que, por ejemplo, las mujeres, las disidencias, los feminismos, están pasados de rosca con lo que reclaman. Ninguna revolución se ganó pidiendo por favor. Las revoluciones necesariamente se deben pasar de rosca para después nivelarse y lograr otro equilibrio. Pensemos que en muchos casos tenemos que hablar de sometimientos y vulneración de derechos durante siglos. Por ello creo que debemos lograr una revolución fuerte en materia de derechos para lograr que el péndulo se estabilice. En síntesis, reitero que estoy convencido de que como sociedad estamos mucho mejor que antes aunque nos sigue faltando un cambio social. Y en este plano, el gran enemigo que tenemos es la ignorancia. Y si la gente no sabe, entonces necesitamos explicar. Por ejemplo, explicarles a las niñas y niños por qué le hace mal la pirotecnia a un niño o niña con autismo. Que lo entiendan, que vean un niño agarrarse la cabeza. Cuando vean lo que vivimos las familias de niños con autismo en Navidad y Fin de Año, seguro lo van a entender.

Es un tema que en los últimos años se instaló en el debate de la sociedad, ¿no?

Sí y eso demuestra que no es tan difícil que la gente lo comprenda. No es maldad, no creo que se trate de gente mala, sino de ignorancia. Yo traería a mi casa a una persona de las que defiende la pirotecnia y le diría que pase una Navidad con nosotros. Y que vea a mi hijo. O que se quede junto a él mientras afuera explotan los fuegos. Para que lo vea. Y después le preguntaría si le parece que vale la pena que mi hijo pase así, encerrado en un baño, para que algunos tiren cohetes. No es tan difícil de entender. En algunos planos nos sigue faltando empatía. Claro que estamos mucho mejor que hace 200 años, pero sigue faltando empatía.

¿Y qué rol ocupa en nuestra sociedad el odio? En algunas partes del mundo avanza el fascismo o neofascismo. ¿Qué pensás vos de las expresiones de odio?

Me preocupa la amplificación de ciertas cosas. En lo personal, no le tengo miedo a las personas, en cambio sí le tengo miedo al algoritmo. Han diseñado un sistema que a los efectos de vender te muestra lo que vos querés ver. El algoritmo es eso, la gente ve una realidad que no es la que pasa realmente. La gente de izquierda ve una realidad de izquierda que no es toda la realidad que pasa realmente en la sociedad y la gente de derecha, lo mismo, ve una realidad de derecha que no es la que pasa. Los artistas ven una realidad, los abogados ven otra realidad. No percibimos el mundo igual como se percibía antes, sino que percibimos el mundo que nos muestran.

Nosotros elegimos mantener esa burbuja.

Exacto. Si vos y yo pensamos lo opuesto en un tema cualquiera, y ahora mismo consultamos Google sobre ese tema, a vos te va a aparecer lo que coincide con tu pensamiento y a mí todo lo que coincide con el mío. Eso está sectorizando tremendamente a la población, por ejemplo haciéndonos creer que a todo el mundo le importa el tema "X", por ejemplo el fútbol. Y hay millones en el planeta a los que no les importa. La mitad de los chilenos no se enteran de cómo va el fútbol. Hay que salir de nuestra burbuja para darse cuenta de que, por ejemplo, los chilenos no viven así esa supuesta «pasión por el fútbol». Pero yendo a lo más profundo de la pregunta inicial, creo que la situación política mundial y la situación humana es pendular. Desde los griegos hasta acá ha sido así. Y hemos pasado de un fascismo cerrado a una apertura posterior. Griegos, romanos, feudales, Renacimiento, revolución, así ha sido la historia. A principios de 1900 volvimos todos al pelito cortito, hasta que en 1960 se volvió a un caos total de liberémonos con la revolución hippie. Supongo que estamos en un punto en el que la revolución hippie del 60 está llegando a un punto de eclosión y están apareciendo expresiones muy fascistas. Y acá me detengo a puntualizar que cuando te dicen cómo tenés que vestirte, qué podes decir o no, cuando se atraviesan esos espacios de cortar la libertad, lo que llamamos fascismo será de derecha, pero también puede ser de izquierda. La gente se pone máscaras, no somos lo que somos, sino que somos lo que decimos que somos.

¿Por miedo?

Por miedo a una u otra expresión que te censura. El triunfo de la ultraderecha en Europa es una respuesta a eso, a pregonar que se están perdiendo valores y que les invaden los pobres hambrientos de África a quitarles sus trabajos. Utilizan el recurso del miedo para lograr sus objetivos. Pero del otro lado también se apela a esos recursos y creo que terminan oprimiendo.

¿Ese fascismo de izquierda dónde oprime?

En Latinoamérica casi no está presente, pero creo que hay un caso evidente en Venezuela, que pasó de ser una revolución chavista alucinante y muy interesante en muchos planos a terminar siendo un régimen opresivo en el que es casi imposible opinar distinto. Pero me refería más a lo social que a lo político puro y duro.

¿La cultura de la cancelación, por ejemplo?

Totalmente. Eso nos quita libertad. Y reitero que esta censura o falta de posibilidades de expresión de tu pensamiento se dan en un contexto en el que el algoritmo lo dice todo y casi que lo decide todo.

El algoritmo ayudó a poner la trampa.

Yo quiero tener libertad de pensamiento, puedo ser de izquierda, estar a favor del casamiento homosexual, de las leyes LGBT y al mismo tiempo debería poder decir si estoy en contra del aborto, por poner un ejemplo. Tengo que poder decir lo que pienso sin miedo a que me cancelen, me censuren, me linchen o me desprecien.

Hablemos del concierto en el Auditorio del Sodre con el Coro de Niños que cerrará un año de gira nacional con tus canciones.

Nos vamos a presentar el 27 de diciembre en la sala Fabini del Auditorio del Sodre, una sala divina para 1.800 personas. El concierto es el cierre de una gira nacional que realizamos durante todo el año, por todo el país, con más de 30 conciertos. El concierto Música para aprender fue una propuesta del director de los coros juvenil y de niños, el maestro Víctor Mederos, para realizar una función coral de Villazul en el Adela Reta. Será un espectáculo inclusivo, con intérprete de lengua de señas y todos los recursos técnicos disponibles en materia de iluminación y sonido para optimizar el espectáculo. El repertorio se armó pensando en las voces del coro y por ello quitamos algunos temas que son más rockeros y priorizamos otros. La idea es que el público de Villazul, que está conformado por muchísimos niños y niñas con autismo, pueda disfrutar de esas canciones cantadas por un coro, en un entorno precioso. Y para el coro también fue un desafío porque tendrán que asumir un rol distinto.

¿Qué significó editar los volúmenes 1 y 2 de Música para aprender?

Es un disco doble de más de 60 canciones con las que pretendemos terminar el abanico de todo lo que una familia con un niño o niña con autismo o dificultad de aprendizaje puede necesitar para su desarrollo. Tenemos canciones que abarcan desde el levantarse, cepillarse los dientes, hasta otras que nos enseñan el sistema solar, cómo andar en bicicleta, los continentes, los océanos, cómo controlar la ira y no pegar, o hasta la muerte de un ser querido. Es un recorrido por todo el abanico de las necesidades de acción y aprendizaje que en algunos casos fueron sugeridas por la gente, como por ejemplo cuidar el cuerpo o la muerte. Ahora el desafío para 2023 es terminar todos los videoclips de la totalidad de las canciones. Además en 2023 vamos a realizar un Villazul Sinfónico que ya estamos pensando y diseñando con el maestro Martín Jorge. Tremendo desafío.

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