Por este motivo, nos reunimos con ella en las oficinas de Caras y Caretas Uruguay y conversamos sobre esta nueva etapa de su carrera artística.
En la voz de Sofía Mora hay un hilo que vibra entre la ternura y el cimbronazo: un tránsito que va desde aquella etapa luminosa, enamorada, casi ingenua, hasta un presente donde el pop se tiñe de desamor, de adultez súbita, de mundos reales que golpean la puerta sin pedir permiso. Su comunicación artística—antes más orientada al amor y la esperanza—hoy respira otra textura. “Simplemente me pasó”, dice, como si la vida hubiese decidido escribirle el guion sin avisar.
“No fue pensado como una comunicación o en una historia—explica—. Indirectamente se fue armando así porque va de la mano con mi historia personal. Teníamos la idea de hacer otro álbum… y de repente me suceden estas cosas personales y dije: chicos, necesito otra idea, necesito hablar de esto ahora”.
Ese meme del feo que empieza a creer que feo sos vos resume perfecto la picardía con la que Mora observa los vínculos de su generación. Se ríe, pero sabe que en ese humor hay verdad. “Yo escribo porque necesito bajar información”, aclara. Y lo que baja es caudaloso: canciones casi sin estructura, hechas para respirar, que luego encuentran oyentes que las reproducen “49 veces” y dicen sentirse representados.
“Es una satisfacción muy grande… porque de repente te sentís menos sola. Y sentís que lo que hacés ayuda a alguien”, confiesa. Esa devolución es un espejo compartido: en él se reflejan sus vivencias y las de miles de jóvenes que se mueven entre relaciones sin título, ghostings inesperados y un temor enorme a entregarse. “Estamos todos más cagones”, admite con la honestidad de quien ya no está para rodeos. “Hay mucho miedo al amor… pero también hay que jugársela un poco más”.
La oficina como escenario del mundo real
En sus videoclips Sofía aparece como una oficinista fabulosa, demasiado fabulosa para cualquier oficina real. Tapados de piel, bermudas animal print, corbata y collares: un look que desarma la monotonía corporativa. Y nada es casual.
“Dentro del mundo real—que es la oficina, la rutina, lo automático—expreso cómo encaré las cosas. Es mi forma de pararme ahí: soy parte de ese mundo real, pero soy esto que ves”, dice. El arte, entonces, no solo narra: también viste, ordena, simboliza.
Ese universo estético acompaña al quiebre emocional que la llevó a su EP El mundo real. “De repente te saco el mundo real y te digo: estoy muy linda para que me traten feo”, cuenta entre risas. Pero detrás hubo un final de relación, problemas de adulto, una discográfica, decisiones nuevas. Un día, en medio de todo, llamó a su padre por consejo. Él respondió: “Sofi, bienvenida al mundo real”. Ahí nació el título. Ahí se reformuló su música.
“El mensaje no es negativo—aclara—. Hice una catarsis recontra positiva. Cuando algo termina, algo nuevo arranca y va a ser muchísimo mejor”.
Formación, disciplina y autenticidad
A Mora no la sostiene solo la emocionalidad: también la sostiene una formación sólida. Jazz a los seis años, canto, conservatorio, producción musical, guitarra. “Yo siempre me lo tomé como una formación. Sentía la responsabilidad de ser buena si me iba a dedicar a esto”, explica. Y, además, la necesidad de mostrarle a su familia que era un camino serio, que había estudio detrás, que no era un capricho pop.
En la Argentina, reconoce, el terreno cultural es vasto y feroz: “Hoy hay un montón de ofertas… Lo más importante es tener claro el norte y la identidad. Se nota cuando estás defendiendo lo que sos y lo que te gusta y cuando estás forzando una idea”. La autenticidad como brújula, la coherencia como motor.
Montevideo: el round 2
Su vínculo con Uruguay es reciente pero intenso. En mayo, Sofía vivió su primera gira y su primera promesa: volver. Hizo dos funciones en una misma noche, ambas agotadas. “Yo esa misma noche me comprometí con la gente a volver a fin de año”, recuerda. Y cumplió.
El próximo 22 de noviembre llega a Montevideo Music Box, una de las salas más deseadas por los artistas. “Queremos que nadie quede afuera, por eso elegimos un lugar más grande. Vamos con una banda más grande, un show distinto, canciones nuevas y las mejores de todo mi repertorio”, adelanta.
Busca artistas locales para invitar, está “evaluando” nombres, pero ya imagina ese escenario lleno, ese público que la esperó y la sostuvo.
Y no se olviden
Antes de despedirse, deja una invitación casi luminosa: “Vengan este 22 de noviembre a Montevideo Music Box. Va a ser un show distinto, con sorpresas, invitados, energía nueva. Y no sé cuándo volveremos, así que aprovechen”.
En Sofía Mora, el desamor no derrota: se vuelve estética. La oficina no aplasta: se vuelve símbolo. La adultez no se sufre: se convierte en pop. Ese es, quizás, su verdadero mundo real.
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