Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME
Cultura y espectáculos Daniel Mella | Notas de voz | lanzamiento

Lanzamiento especial

Daniel Mella y el temblor de lo mínimo: "Notas de voz", un diario íntimo hecho canciones

Hay discos que nacen en estudios; otros, en el sonido áspero de lo doméstico. "Notas de voz" , primer disco solista de Daniel Mella, es expresarse

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Daniel Mella(Montevideo, 1976) es un reconocido y admirado escritor , docente y músico cuyo primer libro publicado fue "Pogo", su primera novela, a los 21 años ( acotación: y ya vemos la conexión con la música al mencionar un accionar catártico que se suele dar en los conciertos pero no sé hasta dónde él estaba del todo consiente del camino que nos lleva a hoy, a esta entrevista), a la que seguirían "Derretimiento" y "Noviembre".

El entrar en la música fue como un despertar sin límites, imperioso y prolífico para seguir indagando en la necesidad de comunicar en esta otra rama artística y por ese motivo nos reunimos porque Daniel Mella decidió lanzar su disco solista llamado "Notas de voz", que sin ánimos de spoilear, cuando hablamos, sentí que no es sólo una expresión vocal, es un mensaje, es el juego mental entre la similitud sonora entre "voz" y "vos" pero dejo eso a criterio del lector y el escucha a través del desarrollo de esta entrevista:

Daniel Mella: "Notas de voz" no empezó como un proyecto. Con Chino nos habíamos puesto a arreglar los temas de Volvére, los poemas de "La lengua de sus hijos" ya estaban terminados, pero yo sentía que me quedaban más cosas por decir, no tenía ningunas ganas de escribir prosa.

Agarré la guitarra que heredé de Sebastián, mi hermano músico, el que inspiró con su muerte "El hermano mayor" y con lo que poco que sabía me la puse a explorar.

Sabía los acordes "re mayor", "do mayor", "sol mayor", sabía el "la".

Había practicado, hace ya más de una década y durante unos pocos meses, algunas técnicas de arpegio para acompañar a mi hermano mientras se sentaba a tocar en casa durante la época en que se mudó conmigo a Parque del Plata.

En todos estos años, la había vuelto a agarrar poco y nada.

En febrero la agarré, totalmente sumido en el sentimiento de pérdida por una ruptura amorosa.

El proceso de exploración del instrumento fue, a la vez, el proceso de composición de estas mis primeras canciones.

"Las grabé en mi celular en la cocina de mi apartamento, a distintas horas y en distintas condiciones".

Es lo que pude y quise hacer con mis limitaciones como intérprete y con mis limitaciones tecnológicas y las limitaciones de mi vida diaria. Limitaciones y también posibilidades.

"Notas de voz" es el registro de eso.

Caras y Caretas:

Hay discos que nacen en estudios pomposos; otros, en el sonido áspero de lo doméstico. "Notas de voz" —el debut musical solista de Daniel Mella— pertenece a esta última familia: la de las obras que emergen sin pedir permiso, como un sobresalto del alma que encuentra su forma apenas en un puñado de acordes, una melodía mínima, un celular apoyado sobre unos libros, y la cocina de un apartamento donde el silencio nunca es absoluto.

El 7 de noviembre, Mella liberó el misterio de estas notas. Escrito con una guitarra heredada del hermano y un corazón que todavía tiembla por la ausencia de un amor reciente. Es un disco rústico, tierno, imperfecto, inesperado; y quizá por eso mismo, profundamente verdadero.

Embed

"Voz" y "vos": una intimidad que se filtra

El juego entre voz y vos está en el título, aunque Mella no termina de saber si lo pensó del todo o si simplemente salió así, como salen sus canciones: desde el tarareo, desde la respiración. Porque en Notas de voz, la voz que se graba también le habla a un “vos”, a una persona real, amada, perdida; y al mismo tiempo a todas las personas para las que Mella nunca se animó a cantar.

Sentía la necesidad de quedarme en la tristeza”, confiesa. Y lo que brota entonces es un canto suave, desnudo, casi religioso, como los himnos que aprendió en la infancia mientras su padre, desde el volante del auto, enseñaba armonías a sus hijos. Ese origen se cuela ahora, sin afectación, en un registro que no busca “cantar lindo”: busca decir.

Esta vez no quise endurecerme. Mi reacción natural hubiera sido volverme cínico, enfriarme, pero ya no me sirve. Quería poder atravesar esto y sentirlo”, explica. Y esa decisión —no anestesiarse, no blindarse— termina moldeando una voz suave, casi tímida, que se atreve a cantar donde antes solo escribía.

La cocina como estudio, la timidez como estética

Las once canciones del disco fueron grabadas en notas de voz, sin micrófonos profesionales, sin producción elaborada, sin ingeniería de sonido. El timbre del café del bar de abajo suena en una de las primeras tomas, y Mella lo escucha como quien ve caer una hoja justa en el poema justo: “me pareció hermoso”, dice. A partir de ese instante, entendió que el proyecto debía existir así, en esa crudeza urbana y cotidiana donde la vida se filtra porque sí.

Las interrupciones —del ascensor, del perro del vecino, de la obra en construcción— se convirtieron en un diálogo con el entorno. Unas quedaron afuera; otras, como ese timbre milagroso, quedaron adentro para siempre.

"Lo que tenía era eso: un celular, la cocina, y un conocimiento muy limitado de la guitarra”, cuenta Mella con una mezcla de pudor y orgullo.

Incluso los ruidos del entorno se volvieron parte del universo del disco. En la primera canción que grabó, el timbre del café del bar de abajo apareció por azar: “Lo escuché y pensé: qué hermoso que quedó”.

Ese accidente terminó delineando la estética general: lo que entra, entra; lo que no, no. Un disco donde la vida cotidiana —construcciones, ascensores, perros— es un cuarto músico involuntario.

Y aun así, en esa aparente fragilidad, Mella confía: “Mi oído no me miente”, repite. El oído de un escritor que por primera vez transfiere el pulso del lenguaje a la vibración de las cuerdas.

Un trovador inesperado

Pancho Coelho —músico sutil, referente cercano— encontró una definición precisa para ese modo primitivo y encantado de tocar: “sos como un trovador medieval: una o dos notas, y la voz moviéndose encima”.

La frase le dio a Mella algo más que una categoría musical: le dio permiso. El permiso para confiar en lo mínimo, para no disimular con arreglos, para sostener la canción como quien sostiene una llama.

Porque si con Chino había descubierto el grito, la violencia luminosa, el desahogo de un yo feroz; aquí aparece el otro lado suyo: el canto dulce, el del himno, el del adolescente que se dormía escuchando “Azul con amor”, el del hombre que decide entregarse a la ternura aun cuando duela.

La guitarra del hermano: un hilo hacia lo que duele y sostiene

La guitarra que toca en Notas de voz no es cualquier guitarra: pertenece a su hermano fallecido. Y aunque la había tenido años sin animarse a usarla, algo se abrió.

Era como restablecer un diálogo con mi hermano. Yo ya había hablado con él en libros, sueños, conversaciones familiares pero esto era otra cosa. Era hablar con él desde su instrumento”.

Ese hilo afectivo convierte al disco en un gesto de duelo y amor, en un puente entre generaciones, pérdidas y persistencias.

La guitarra de su hermano —esa que jamás habría tomado si no fuera por la pausa involuntaria en la música de su hija quien era quien usualmente la tocaba — eso se convirtió en un puente. Al tocarla, cuenta, reapareció el diálogo con quien ya no está: “el instrumento era una compañía”, una forma de hablar con él distinta a los sueños, distinta a los libros.

Y así como su hermano lo sostuvo desde el recuerdo, su familia presente también sostuvo este experimento impúdico: los silencios pacientes de sus hijos cuando él avisaba que iba a grabar, el aliento de sus hijos, amigos, de Patricia Turnes, de Pancho, de Martín Recto. Un coro íntimo que hizo posible que este hombre, tan perfeccionista en la literatura, se permitiera el error.

Aceptar la imperfección fue clave. La perfección es muerte; no se puede mejorar”, reflexiona, como si la filosofía antigua se mezclara con el ruido del ascensor.

La imperfección como estética y como filosofía

Quien leyó a Mella sabe que su obra viene explorando desde hace años la convivencia entre dulzura y violencia, entre luz y oscuridad. Él mismo lo recuerda: “En mis libros siempre me dijeron que había crueldad y ternura conviviendo. Creo que en la música pasa algo parecido”.

En Notas de voz esa dualidad encuentra un soporte técnico perfecto: la imperfección. El sonido lo-fi es parte conceptual de un momento vital.

Aceptar lo imperfecto es aceptar la vida”, reflexiona.

Por eso, aunque ya imagina versiones futuras —quizás hi-fi, con más instrumentos, más cuerpo— este registro es irrepetible: un testimonio directo de un hombre haciendo lo mejor que puede con lo poco que tiene, y encontrando belleza ahí.

Canciones para ella, canciones para sí mismo

Lo que nos lleva a la pregunta: ¿Quién es uno con el otro sino uno mismo?

Aunque el germen del disco es un amor perdido, Mella ya no lo siente como un mensaje privado.

Ya no eran canciones para ella; eran canciones para mí, para el mundo”, dice. Como si lo personal se abriera hacia lo colectivo sin perder su fragilidad, sin perder esa honestidad que, según él mismo, todavía le provoca “vergüenza, miedo y entusiasmo”.

Ese vértigo es parte del año que Mella llama —inspirado por su hija— “el año de perder vergüenzas”. El año en el que se animó a cantar en la televisión, a tocar en vivo, a pararse frente a un público con una guitarra que domina apenas, pero con una verdad que domina muchísimo más.

El año de perder vergüenzas

La frase no es suya: es de su hija, que un día salió maquillada a la calle y volvió emocionada diciendo: “Papá, este es el año de perder vergüenzas”.

Mella lo hizo propio. Se subió al escenario por primera vez, cantó en televisión con el cuerpo temblando, tocó en público aun sabiendo que su técnica era la de un principiante.

Me da vergüenza, miedo y entusiasmo. Todo junto”, admite.

Es como estar en el comienzo del comienzo, más atrás del comienzo”.

Ese vértigo, lejos de detenerlo, lo empuja.

Un diario sonoro, un gesto de fe

Notas de voz es, en definitiva, un diario de la vulnerabilidad. No busca ser pulido, ni exacto, ni prolijo. Su potencia está en otro lado: en la convicción de que algo íntimo, casi secreto, puede transformarse en canción sin pedir permiso.

No es un disco de alardes técnicos: es un disco de honestidad.

No es un álbum conceptual ni programático: es un retrato de un momento de vida.

No es un gesto de perfección: es un acto de fe.

Y en esa fe —frágil, temblorosa, luminosa— Mella encuentra una nueva manera de decir lo que siempre dijo en sus libros: que la belleza nunca está en la técnica, sino en atreverse a sentir sin blindajes.

Lo que importa es que sean lindas canciones. Que se sostengan por sí mismas. A pesar de todo”.

Y se sostienen. No por su limpieza sonora, sino por su temblor humano. Por esa forma luminosa de declarar que el amor —el que fue, el que duele, el que queda— todavía merece una canción.

Ficha técnica:

Todas las canciones de "Notas de voz" fueron compuestas e interpretadas por Daniel Mella.

Guitarra y voz: Daniel Mella

Portada: Sebastián González

Masterizado por: Martín Recto

Publicado en plataformas digitales por: Andrés Coutinho.

Grabado en el celular de Daniel Mella en Montevideo entre los meses de febrero y setiembre de 2025.