Nos reunimos con Natalia vía videollamada y me cuenta:
“El género que hacemos con Julia lo definimos como bedroom pop criollo,” dice Natalia.
“Tiene esa mezcla del pop más global con la guitarra criolla, que para mí era importante que estuviera ahí, como un diálogo entre lo que somos y otros sonidos.”
Ese diálogo vibra con claridad en nostalgia digital en su álbum debut que verá la luz el 5 de diciembre y cuyo primer corte es el portal hacia ese mundo y se llama “Age of Empires”.
Lejos de ser un juego que acompañó momentos de soledad y búsqueda personal y artística de Natalia, es un manifiesto, un canto a quién fue. Un autohomenaje necesario.
Una canción sobre la desconexión y la ansiedad contemporánea
“Age of Empires” es un himno íntimo sobre la fragilidad tecnológica y emocional. Un tema que entiende el efecto de la interrupción —la conexión que se cae, la vida que se pausa, la soledad que aparece en el instante exacto en que el mundo sigue jugando sin nosotros.
La canción dialoga con esa experiencia colectiva que se intensificó en la pandemia: el encierro, las pantallas como único puente, el desfasaje entre la vida virtual y el cuerpo quieto.
La hoja de vida de la canción lo describe así:
“Ma, ¿cuándo va a volver la luz?” y ese otro verso que parece hablar de todos nosotros: “Aunque no hayas terminado, ellos siguen jugando, sin vos”.
Es música que reconoce el temblor permanente de la era digital: conexión, desconexión, espera, ansiedad y un deseo profundo de volver a habitar el mundo real.
Un hito histórico para el norte
Julia Lunar se convierte en la primera artista de Tacuarembó en cerrar contrato con Little Butterfly Records, el mapa cultural del Uruguay se reacomoda.
Tacuarembó, ese territorio de tradición profunda y vanguardia silenciosa, vuelve a fiarse de sí mismo y ofrece una voz que mezcla criollismo y pop digital sin contradicción.
No es solo un logro artístico: es una señal.
Una afirmación de que el interior también produce futuro.
Federico Morosini: amistad, música y un mensaje de Facebook
La colaboración con Federico Morosini —músico de Julen y la Gente Sola — no surgió de una escena, ni de un backstage, ni de una casualidad urbana, sino de una búsqueda más humana:
Natalia lo contactó por Facebook.
Ese mensaje remoto se transformó en amistad, y luego en vínculo artístico.
Y hoy, “Age of Empires” no es sólo una canción compartida, sino un hogar emocional para ambos. Él aporta su universo estético, esa melancolía aguda de Julen, y Julia Lunar le responde con una identidad norteña que no teme mezclarse con el pop global.
En la obra final, se escucha ese puente: una intimidad musical construida sobre afecto, confianza y un origen humilde en una pantalla azul.
Incluso si es un susurro soviético: la otra cara del movimiento
Natalia no camina sola. También integra Incluso si es un susurro soviético, una banda indie nacida en Tacuarembó que lleva varios años experimentando con el pop, el rock y una poética nocturna que se oye desde lejos.
Esta banda novia —junto con Julia Lunar— también firmó con Little Butterfly Records.
Su camino se entrelaza con su vínculo con Federico Cáceres: compañero en Incluso si es un susurro soviético, productor clave en el sonido y, sobre todo, su compañero de vida.
La pareja comparte una sensibilidad artística que atraviesa proyectos, escenarios y afectos, y que se percibe en la cohesión íntima de cada obra que construyen juntos, ya sea una canción, una mezcla, una banda o un mundo entero levantado desde la frontera, convirtiendo a Tacuarembó en un foco inesperado de producción musical contemporánea.
Además de su recorrido musical, la vida artística de Natalia está tejida con la misma intensidad en el terreno teatral.
Actriz y dramaturga, creó la obra “Pueblo Chico”, una pieza que respira norte y habla desde las pequeñas comunidades donde cada gesto tiene ecos profundos. Allí exploró la identidad, la memoria y esa mezcla de ternura y crudeza que define su universo creativo.
Dos proyectos del norte, dos propuestas distintas, y un sello discográfico que reconoce la potencia de una sensibilidad que estaba ahí desde siempre.
Tacuanoise: el fogón eléctrico donde todo volvió a empezar
En paralelo, Natalia fue co-creadora de Tacuanoise, festival independiente que reúne artistas de varios departamentos de Uruguay, de Montevideo y de Argentina.
Un espacio que vibra como un fogón eléctrico: cables, afecto, distorsión y una honestidad poco frecuente.
Fue en ese festival donde yo —sin saberlo del todo— volví a escribir sobre cultura. Mi primera nota para Caras y Caretas salió de ahí, de esa noche cargada de energía norteña.
Natalia lo recuerda con un cariño y eso me llena el alma.
Identidad, frontera y la conexión sin mapa del arte
En nuestra conversación, Natalia reflexionó sobre algo que define su obra: “Eso no tiene nada que ver con de dónde uno viva, sino con cómo uno se conecta emocionalmente con el arte.”
Esta frase, aparentemente sencilla abre un portal filosófico, de reflexión sobre nosotros mismos y que la música que nace en determinado territorio, no se limita a él; es un sonido que se abre al mundo sin olvidar de dónde proviene su pulso inicial pero es sólo el despegue.
Una voz que abre territorios
Escribir sobre Julia Lunar no es sólo cubrir un lanzamiento, es volver a un origen emocional, a un norte que sigue encendido aun cuando la capital no mira.
Es reconocer la fuerza de quien funda escenas, de quien sostiene proyectos, de quien transforma vulnerabilidades digitales en himnos generacionales.
Porque hay artistas que ocupan un espacio, y otras que lo inauguran.
Julia Lunar pertenece es estos últimos...que sin dudas serán los primeros.
Y mientras “Age of Empires” se expande, queda claro que su nostalgia digital no mira hacia atrás: mira hacia un futuro que nace en el norte, que interrumpe como un corte de luz, que vuelve como una señal restablecida, y que ahora el país entero empieza a escuchar.