Esa ironía californiana —macabra, punzante, creativa— hablaba de un humor que desnuda verdades: la cárcel convertida en souvenir, la tragedia disfrazada de gesto turístico, el absurdo convertido en mercancía.
Y sin embargo, a pocos metros, también había artistas creando mundos diminutos con impresoras 3D en una gran tienda frente a esa rambla igual pero diferente. Recuerdo que su dueño me dijo: "ah, Punta del diablo" cuando le dije que yo era uruguaya. No mencionó la capital del país ni Punta del Este, dijo Punta del Diablo.
La otra cara paralela eran personas viviendo en carpas, vidas enteras trenzadas entre la supervivencia y la esperanza.
Allí entendí que el arte no es un refugio elitista: es una tabla de salvación. Lo vi en los ojos cansados de quienes habían tenido caminos difíciles y aún así encontraban un modo de crear, aunque fuera con gestos mínimos, con colores que no siempre estaban a la vista.
Ese aprendizaje silencioso se reactivó el 30 de noviembre, cuando The Brian Jonestown Massacre pisó por primera vez el escenario de Montevideo Music Box.
La psicodelia que trajeron —esa palabra tan malinterpretada— no tiene que ver (para mí) con estados alterados de conciencia, sino con la sobriedad no literal pero entendida como ausencia de artificio: crear sin adornos vacíos, sin trucos publicitarios, sin vender humo.
Crear porque sí, porque se necesita, porque no hacerlo sería amputar algo del alma.
Los BJM, con su legado de California, trajeron precisamente eso: una forma de estar en el mundo donde la honestidad creativa pesa más que cualquier maquinaria de difusión.
Anton Newcombe —un artesano de varios instrumentos, un alquimista sin teatralidad— es, quizás, la encarnación más clara de esa filosofía.
Y aquí, en Montevideo, esa misma bruma que alguna vez sentí frente a la bahía de San Francisco pareció cruzar las diferentes corrientes de agua.
Ya en la sala de Montevideo Music Box, entre guitarras que se alargaban como pasadizos y voces que abrían ventanas interiores, volvió a aparecer esa certeza: el arte que importa no tiene geografía.
Video . The Brian Jonestown Massacre MMBOX 30
Video. Anemone BJM MMBOX 30
Yo, que suelo resaltar la importancia de difundir nuestra cultura, darle voz a bandas uruguayas (muy conocidas o emergentes, sólo me importa lo verdadero), sé que lo seguiré haciendo, sé que la autenticidad no responde a fronteras. Responde a otra cosa más difícil de nombrar: una vibración compartida, una capacidad de abrir una puerta hacia adentro.
Los músicos caminaron Montevideo como quien recorre un cuaderno nuevo. Sacaron fotos de lo que les llamó la atención, probaron dulce de leche (aunque creo que requerirá algunas pruebas más para que les guste), miraron nuestros edificios como si fueran extraños familiares y el día anterior, tanto como después del show, terminaron charlando con periodistas en un boliche, recordando que los verdaderos artistas no miden su valor por la estridencia sino por su humanidad.
El encuentro fue posible gracias a Rockhouse Producciones e IDL Entertainment, que trajeron este remolino psicodélico a nuestra ciudad.
Y un agradecimiento luminoso —que nace desde el corazón, no desde la formalidad— va para Jessica de Rockhouse Producciones, que confió en mi mirada y abrió la puerta para que esta nota existiera, justo en un momento personal (no me voy a cansar de agradecer la solidaridad de todos) donde volver a creer en la humanidad era urgente.
Setlist — Montevideo Music Box — 30/11/25
Aquella noche, Montevideo pareció latir en otro registro. Como si la ciudad, apenas por un rato, recordara que también puede ser bruma, vértigo y revelación. Que también puede crear sin artificios. Que también puede salvar almas.