Un repertorio de emociones
Desde Las Palomas, el público respondió con un canto que estuvo presente a lo largo de todo el espectáculo. La energía fue constante: puños en alto, voces quebradas, abrazos y saltos. Ese sentir colectivo, tan característico en los toques de Eté y los Problems, volvió a manifestarse con una intensidad abrazadora. Hubo instantes en los que la emoción de la banda se volvió visible, cercana, desdibujando la frontera entre el escenario y la gente. “Gracias”, “Este sueño es de todos”, “no saben lo que es verlos a todos ustedes ahí”, dijo un Ernesto visiblemente movilizado.
La banda trazó un recorrido que reunió todas sus etapas: los clásicos que marcaron el camino, el material reciente que consolidó su madurez artística y ese repertorio que, en vivo, cobra una vida distinta. Cada canción parecía activar una memoria colectiva. En temas como Jordan, Hambre o más recientes como Ismael, el Teatro entero respondió con un coro masivo que dejaba al descubierto las diferentes generaciones que siguen a la banda.
El desfile de invitados reforzó el carácter festivo y comunitario del show: Martín Quiroga, Gabriel Peluffo, Dani Umpi, Flavio Lira, Leroy Machado, Marto Moreno, Laura Gutman, Santiago Peralta, Nacho Algorta, Hermanos Láser, Sebastián Pina, Chane Pérez, Mariano Gallardo, Fede Morosini, Agarrate Catalina y parte de La Hermana Menor, banda que lideró Tüssi Dematteis, que de alguna manera también estuvo presente. Cada artista aportó talento, sumó una vibración distinta, y la banda los integró de forma natural, como si el escenario fuera la gran mesa de una celebración familiar.
El cierre siguió la tradición: sonó la Milonga de Manuel Flores y se sintió como un ritual compartido, esta vez acompañado por Agarrate Catalina y la totalidad de los invitados sobre el escenario. Un final colectivo que condensó el espíritu de la noche: veinte años de camino convertidos en un gesto de gratitud hacia quienes estuvieron siempre ahí, cantando, levantando los puños, devolviendo a la banda la misma energía que ellos entregan.
Nada de lo que sucedió será olvidado con facilidad por quienes estuvieron allí. Fue mucho más que un aniversario y más que un toque de rock: fue un acto de disfrute colectivo, una manera de estar juntos y de reconocerse en una misma energía que explica por qué Eté y los Problems es lo que es hoy. Cuando la banda dejó el escenario, las luces bajaron y el público comenzó a dispersarse entre comentarios y abrazos, una frase se abrió paso entre el murmullo final, como un resumen perfecto de la noche: “Qué banda del bien Eté”.
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