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Cultura y espectáculos cultura | Naser | infancias

MTRO. DIEGO NASER

La cultura cambiará el mundo

Diego Naser confía en que Uruguay comenzará a transitar «un nuevo tiempo» de atención prioritaria de las infancias y considera que «la cultura deberá jugar un rol determinante» para pensar y construir «una sociedad más justa y humana».

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Llevó sinfonías, sonatas, nocturnos y suites de Beethoven a las escuelas públicas y brindó un centenar de conciertos didácticos magistrales en aulas, patios y jardines, en los que niños, niñas, maestras y auxiliares aplaudieron hasta no poder más de felicidad. Cuando fue designado al frente de la Ossodre, potenció el trabajo con las infancias y adolescencias al punto que logró llegar a 30 mil estudiantes y la comunidad virtual se multiplicó por cuatro.

El maestro Diego Naser está considerado uno de los directores orquestales más prestigiosos de su generación a nivel internacional, pero acaso su sello distintivo es que su trabajo artístico y excelencia musical magistral no se limitan a los teatros y auditorios europeos o latinoamericanos, ya que su visión de la música atraviesa fronteras y territorios.

Exquisito intérprete de obras maestras sinfónicas, redescubre posibilidades sonoras, asume riesgos y derriba prejuicios —sin atajos— en escenarios múltiples. Está convencido de que «la cultura cambiará el mundo» y sostiene que en tiempos de discursos de odio en el mundo, precisamente serán la cultura y la sensibilidad creadora las que ganarán la batalla para construir sociedades más justas y humanas.

¿Qué balance realiza de sus últimas temporadas a nivel internacional?

Han sido excelentes. Debo confesar que 2023 fue algo así como un año soñado. Debuté una de mis obras favoritas, la Sinfonía No. 5 de Gustav Mahler, que es un monumento sinfónico. Me tocó además debutarla en una de mis ciudades más queridas y familiares, en Barcelona, en L’Auditori, con el Gran Conjunt de la Escuela Superior de Música de Cataluña (ESMUC), donde se encuentran muchos de los mejores estudiantes de grado de música de España.

Algunas semanas más tarde, tuve mi debut con la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, que —no tengo duda— se encuentra en la cima de orquestas de Latinoamérica y tiene un reconocimiento muy fuerte en el mundo entero por su calidad. Luego realicé conciertos en la Sagrada Familia con la Orquesta de Cámara Internacional de Barcelona, como su director musical asociado 2022–2023 y participé en la inauguración del Festival Internacional de Guitarra de Petrer, en Alicante. Estuve en México en varias ocasiones dirigiendo a la Orquesta Filarmónica Boca del Río y Veracruz y a la Filarmónica de la Ciudad de México, con quienes tengo una relación artística y de amistad muy profunda y de larga data, cooperando con una de las compositoras más importantes del mundo, como lo es la genial compositora mexicana Gabriela Ortiz. La escena cultural creativa en México parece de otro planeta, con altísimo nivel y mucha innovación. Creo que la cantera actual de compositores y compositoras musicales mexicanas, así como la escena sinfónica, son de altísima excelencia. Y por la generosidad de músicos y del público, allí me hacen sentir que estoy en mi casa. Han sido dos años artísticos excepcionales, con viajes permanentes y disfrutando el mundo.

¿Cómo es el vínculo con la Escuela Superior de Música de Barcelona?

Durante todo el proceso de preparación y ensayos de la Sinfonía 5ta de Gustav Mahler, que interpretamos en L’Auditori de Barcelona en enero de 2023, tuvimos todos un relacionamiento colaborativo y muy productivo entre los estudiantes, los profesores y las direcciones de la ESMUC. Fue realmente como si siempre hubiésemos trabajado juntos y nos conociéramos de toda la vida. ¿Cómo explicarlo? Con los músicos fue una relación de cariño y emoción inmediata, desde el primer acorde.

Después de aquel hito en mi carrera, continuamos el vínculo esporádicamente hasta que un día recibí una de las llamadas mas lindas de mi carrera: era nuevamente de la ESMUC, pero esta vez no era para dirigir otro concierto, sino para ofrecerme la posibilidad de integrarme a su equipo, como profesor de la cátedra de dirección orquestal, junto a grandes y reputados colegas. Fue un tremendo orgullo, porque se trata de una de las instituciones públicas educativas de grado terciario en música de mayor prestigio internacional y pertenecer a ella como profesor es un inmenso honor porque considero que trabajar con jóvenes y ser parte de su educación representa una inmensa responsabilidad. En Barcelona tengo unos alumnos maravillosos, algunos de Cataluña, otros de otras regiones de España y de Corea, por ejemplo. Realmente estoy muy agradecido.

¿Cómo continúa la formación y el estudio en un tiempo que exige cada vez más desafíos?

Me encanta estudiar, me estoy graduando paralelamente en Management, Economía y Finanzas, lo considero fundamental de cara al futuro para compatibilizar la parte artística con la administrativa y la de mercadotecnia. Es fundamental y es un perfil escaso. Cada vez más los artistas que encabezamos proyectos debemos fungir como nexo entre partes artísticas y administrativas, y es más fácil para un director de orquesta aprender de economía y de mercado que al revés, ya que lo nuestro se empieza desde los 5 o 6 años.

¿Cómo valora ahora —ya en perspectiva— su gestión al frente de la Dirección artística del SODRE y de la OSSODRE?

Ha pasado muchísimo tiempo del fin de esa época en 2020, y la verdad que parece otra vida. Desde entonces no volví a dirigir o a interpretar música en Uruguay. Se extraña el contacto con la gente y el público, se extraña poder acercar la institución al público, también al interior y exterior del país, eso fue lo que atravesó toda mi gestión en aquel momento. En todo el tiempo que estuve al frente, el interior del país estuvo más que presente. El acercamiento con la gente se construye día a día, no existen medidas mágicas que se puedan tomar y que acerquen la institución a la gente de forma inmediata. Sin embargo, sí hay políticas que se definen al inicio de un período y que luego hay que impulsar con compromiso cada día. Una política cultural de incidencia no funciona sin que haya personas trabajando a diario para que se ejecute, esa es la parte que más he extrañado.

Si uno piensa que en aquellos dos años de gestión los conciertos didácticos fueron vistos por unos 30.000 niños, multiplicamos por cuatro la comunidad virtual; brindamos el doble de presentaciones, abarcamos todo el interior del país y también los países vecinos Argentina y Brasil; levantamos exponencialmente los números de público de la orquesta y todo ello nos enseñó que el cambio es posible.

¿Cuáles deberían ser los grandes ejes de una política cultural pensando en que habrá un cambio de gobierno?

Tenemos que desarrollar una política cultural de largo plazo cuyo impacto sea medible y de alcance nacional real. El SODRE tiene que descentralizar la oferta cultural en el país. El interior está muy abandonado y la descentralización no se logra haciendo un concierto o un evento puntual. Hay que tener al SODRE presente en el interior, hay que tener programas formativos en el interior llevando adelante una actividad sostenida en el tiempo y de alta calidad. Si no entendemos que la política cultural trasciende ampliamente a la gestión del Auditorio Nacional y sus elencos, así como a sus programaciones artísticas, entonces nos estamos amputando la posibilidad de utilizar una herramienta de transformación social muy poderosa. Por ejemplo, es formidable la obra social y musical que lleva adelante la Orquesta Juvenil, que es la única que está realmente en territorio con presencia sostenida y de larga data. Y tiene que recibir apoyos más serios y mayores, para que pueda expandir su presencia a todos los departamentos y en más localidades. Tenemos que entender que la educación emocional —en este caso musical y de convivencia en una orquesta infantil— es y tiene que ser parte de las políticas de seguridad pública, de salud mental y también educativa.

Uruguay tiene una tasa muy alta de suicidios, ¿qué puede hacer la cultura —y la música en particular— en áreas tan sensibles de la sociedad como la salud mental?

El arte, y la música en particular, trabajan con el intangible, que es la parte del mundo más vasta que hay. Prácticamente el ser humano se encuentra en el medio de la nada y nuestra materia es mínima en comparación con todo lo que nos rodea. Pensemos en la complejidad del alma, del pensamiento y de la emoción, que lo trasciende todo y puede estar en cualquier parte en cualquier momento. Necesitamos una herramienta que trabaje la emoción, que es de lo más importante que tiene el ser humano y que lo hace ser lo que es. Las herramientas para que la persona realice una introspección y pueda disfrutar de esa esencia son la música, la pintura, la literatura, la escultura, toda la expresión humana, lo intangible, porque el ser humano no es compendio de cosas materiales. Tenemos que salir de esa rueda de hámster. Apostar al desarrollo artístico no solo profesional sino también amateur es, además, prevenir y desfavorecer la infelicidad e insatisfacción.

¿La música sinfónica y la de cámara pueden contribuir a mejorar la calidad de vida de las personas?

Por supuesto. La música y la expresión artística en general. Siempre me impresionó, en Alemania —en donde viví, trabajé y estudié durante casi una década—, ver que casi todo el mundo, paralelamente a su carrera profesional, canta o toca un instrumento o integra una orquesta amateur. Así es que tienen orquestas que suenan de manera increíble formadas íntegramente por abogados o médicos o arquitectos. Lo mismo sucede con coros, y se puede observar que muchísimas escuelas tienen coros y orquestas. Hay que aprender de esto. Pero entendiendo que las políticas educativas y culturales tienen que tener acuerdos generales y deben verse y sostenerse en el largo plazo, no se puede esperar que la realización de un cambio en este sentido permita cerrar un balance con dividendos a repartir a fin de año. Esa búsqueda de inmediatismo permanente es la mayor amenaza que sufren tanto el sistema educativo como la política cultural.

¿Hay forma de potenciar el trabajo de los cuerpos estables, con respaldo de la política pública y de la sociedad civil que trabaja en territorio? ¿Es un camino que se podría profundizar?

Por supuesto, y la clave para ello es conocerlos bien. El Sodre es una institución que tiene más de 90 años y que tiene muchas fortalezas, así como grandes debilidades de índole organizacional y operativo. Pero requiere de una actualización tanto de sus reglamentos como de sus procedimientos internos de ejecución y acción. Hace mucho tiempo que requiere de una profunda reforma que trasciende lo artístico. Lamentablemente aún no se ha entendido al Sodre como una herramienta con alcance nacional, con un gran potencial de incidir incluso en la educación pública, en la salud mental y en la seguridad pública. Estos tres temas deben tener abordajes polifacéticos y multidisciplinarios. El Sodre puede ser una institución clave para esto, no solo para el concierto de los sábados o para la función de ballet de fin de año.

La mayoría de las veces se ha puesto a gente al frente de la institución que no la conoce y que cuando termina de entender algo de la institución ya terminó el período y está en campaña otra vez. Eso genera retrocesos y pérdida de recursos y tiempo para el país. Para dirigir o presidir el Sodre no alcanzan las buenas intenciones, ser melómano o voluntarioso, hay que tener y poder manejar herramientas técnicas profesionales y conocerlo mucho desde antes de asumir para poder rediseñar la organización y darle la posibilidad de impactar de forma sostenida en todo el territorio nacional, colaborar cabeza a cabeza con ANEP e integrarse a la sociedad civil desde sus raíces.

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