El colchón arde. Laura suda sobre él, se prende fuego. Está atravesando, piensa, la menopausia. La menopausia, una ruptura amorosa y la maternidad de tres personas adultas que no la llaman. A través de Laura, la protagonista, Margarita Heinzen reflexiona sobre su propia vida en una obra que no tiene los límites del género definidos. Lo advierte la propia autora al inicio y el señalamiento es pertinente: la fuerza de A cuerpo abierto es su intimismo.
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"¿Por qué lloro?", se pregunta la voz protagonista. "Siento que la tristeza está fuertemente arraigada en mí, como si tuviera que ver con mi identidad primaria, la que construí desde la mirada de mi madre", dice en otra oportunidad. Laura está angustiada, disconforme con su trabajo, sumida en la incertidumbre de los cambios que atraviesan su cuerpo y su mente.
A cuerpo abierto se va tejiendo con capítulos breves, que funcionan casi de manera independiente y no aparecen siguiendo la cronología estricta de los hechos. En gran cantidad de casos la trama aparece como herramienta para vehiculizar una idea (allí el intimismo, allí el carácter ensayístico de la obra), pero en algunos capítulos la trama de la protagonista se desarrolla.
Por ejemplo, en la historia con Rafael, que es más joven que ella y está frustrado por su falta de intimidad. No entiende que ella está atravesando un momento desconocido y extraño, lo que lleva a una separación supuestamente temporal, que no se termina de resolver.
El conflicto de la maternidad también aparece con fuerza, tanto en la relación de la protagonista con su madre como en la que sostiene con su hija y sus dos hijos. Y de nuevo, el problema se presenta, pero la subtrama no llega a una resolución. Se expone, como se exponen los conflictos que una todavía no resolvió, porque Laura es solo una excusa ficcional, una "mentira" (citando parte de la definición de novela que Heinzen evoca en la advertencia al lector) que sirve como excusa para hablar de temas que a las mujeres nos interpelan.
"Siempre me he esforzado, me he esforzado por hacer todo bien. Por hacer todo bien para que me quieran", asegura Laura, y en otro pasaje: "No poder cumplir con las expectativas se transformó en una segunda piel". Esta mujer, que no queda claro qué tanto tiene de Heinzen (o de cualquiera de nosotras) y qué tanto es propio, se enfrenta a la madurez, al desconocimiento sobre su propio cuerpo, a la ignorancia ajena, a la incomprensión de su pareja, a una ruptura amorosa. La inminente llegada de la menopausia es un punto de quiebre y de partida para que la voz protagonista analice su vida, lo que ha hecho y lo que ha callado; su trabajo, sus vínculos, su relación con la violencia.
La historia se desarrolla como un diálogo íntimo frente al espejo. Laura recuerda sus matrimonios anteriores, el nacimiento de sus hijos e historias de su infancia. Laura analiza su presente, cuestiona sus decisiones, discute con amigas sobre la menopausia y el sexo, apuesta por el amor, cocina con su hija conectadas por teléfono. Laura piensa en su futuro, en qué mujer quiere ser, en qué ya no soporta más. Se mira y al mirarse plantea, como en un diario o en un ensayo, con honestidad y mirada propia, cuestiones verdaderas del ser mujer.
Heinzen es escritora e ingeniera agrónoma, ha ganado premios por sus novelas y cuentos, ha publicado relatos y poemas en libros colectivos en Uruguay y en Argentina. Su trayectoria y su reconocimiento la respaldan en la aventura de probar un camino de escritura diferente al que la identifica. Dice ella al inicio: "Quisiera advertirle al lector que se acerca a este libro, tal vez orientado por anteriores textos que llevan mi nombre, que aquí no va a encontrar una novela histórica, tampoco una comprometida con la realidad social, ni siquiera cuentos frescos del interior del país. Nada de eso".
Quizás la diferencia principal es que esta historia la atraviesa. Esa es una característica común a muchos libros escritos por mujeres que versan sobre experiencias que las mujeres vivimos. La distancia entre la autora y la voz narradora/protagonista no es tan clara, pero hay un intento porque exista. Queda sujeto al gusto de cada lectora o lector decidir si la ficcionalización le suma a la historia o si no es necesaria cuando se habla de intimismo, de anécdotas e ideas. A fin de cuentas, como dice Heinzen: "Quise escribir la historia de una mujer, no sé si no es la de muchas".