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Cultura | Kohan | verdad | paradigma

Entrevista

Martín Kohan: "Hay que recuperar el paradigma de la verdad"

Dice Kohan: “Ya no importa si algo es verdad o mentira porque la verdad dejó de ser un campo de disputa y se convirtió en un campo vaciado". Por Emiliano Gullo (Ctxt).

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Lo tiene tan cerca que podría fundirse en las palabras del italiano. “Coincido en la mirada de Bifo. Es un mundo de mierda”, dice Kohan –Premio Herralde 2003 con su novela Ciencias Morales–, profesor universitario y autor de once novelas y de diez ensayos que intervienen –desde ambos géneros y desde distintas direcciones– en la política y en la historia argentinas. Mientras termina de darle forma a su próximo libro de ensayo –una suerte de mapa cultural argentino– y espera la salida de una nueva novela sobre el amor –en realidad sobre el desamor–, le da vueltas al fenómeno Milei y al impacto de la derecha radical en un mundo donde “ya no importa si algo es verdad o mentira porque la verdad dejó de ser un campo de disputa y se convirtió en un campo vaciado, donde su paradigma ya no regula la circulación de la palabra”.

***

¿Cuán importante es recuperar ese paradigma?

Es un punto fundamental. La pertinencia de distinguir entre verdad y mentira. Y que no nos dé igual. Primero porque, si no, todo lo que estamos hablando no tendría anclaje discursivo. Luego, el carácter construido de una verdad o de una mentira no significa que la verdad y la mentira no existan. Construcción y falsedad no son sinónimos de construcción e inexistencia. Las identidades se construyen y existen. Si no, es homologar construcción con ficción, ficción con mentira. Esto es falso porque es una construcción, no. Es una construcción y es verdad. Después hay construcciones verdaderas y construcciones falsas. Por todo eso hay que recuperar el paradigma de la verdad.

Pero los paradigmas de verdad están sujetos a un momento histórico y cultural.

Obvio que los criterios de verdad cambian epocalmente y el paradigma de qué se considera verdad y los criterios de verdad no son los mismos en la Antigua Grecia, en el Medioevo y en la modernidad. Eso no quiere decir que no haya verdad. Entre los griegos, por ejemplo, la ciencia no ocupaba ese lugar. Lo ocupaba la lectura de las vísceras de los pájaros. Hoy en día, la determinación científica de que un virus se transmite en el aire es verdad. Y podemos analizar cuál es el paradigma que construye los criterios de establecimiento de la verdad. Cierto lugar distinto para la objetividad. Cierto lugar distinto para la percepción empírica. Cierta anulación platónica trascendente de la verdad. Tampoco estoy de acuerdo con la premisa de que la línea Nietzsche-Foucault lleva al relativismo inevitablemente. Creo que es una lectura. Porque en términos estrictamente relativistas, donde hay tantas verdades como miradas, no habría espacio para la lucha de poder en torno a la verdad. La disputa presupone que hay una verdad por la que vamos a pelear.

Entonces no se disputa la verdad sino los criterios de verdad.

Exacto. Es la discusión de fondo. Sabemos, por ejemplo, cuál es el criterio de conteo de los cuerpos presentes. Uno a uno. Pero, ¿cuál es el criterio de establecimiento de verdad cuando los cuerpos no están? (como los desaparecidos). No puede ser el mismo porque, justamente, estamos ante una escena política donde sustrajeron los cuerpos. Entonces lo que se disputa ahí es el criterio.

Por momentos el Gobierno de Javier Milei parece sostenido en una estructura de fe, lo cual plantea mayores dificultades a la hora de disputar criterios de verdad.

Milei agrega un relato místico del que participa. No es solamente una estrategia discursiva sino que él mismo está imbuido del delirio místico. Y eso lo transmitió con eficacia. El relato es falso, pero su adhesión al relato es verdadera. Él realmente cree que es el mesías y que la hermana es una variante de lo mismo. Y el tipo de fe que produjo es de esa índole, él mismo lo dice cuando se refiere a sus seguidores como la fuerza del cielo. Ya conocemos el discurso de la racionalización del Estado y a donde nos llevó. Pero en este caso hay un plus, la impronta de una fe que dice “este es el camino” y no tiene nada que ver con la fundamentación, que es más fácil de contrarrestar.

¿Y cómo se contrarresta la fe?

La parte de la esperanza, que en un punto es el carisma y la impronta mística de Milei, las fuerzas del cielo, va a encontrar su límite bajo su misma lógica. El desencuentro con la realidad que se vive, en algún momento, va a encontrar su tope. Y de hecho ya está empezando a ocurrir con el desgaste de su carisma y del fervor de adhesión mesiánica que había logrado generar.

¿Por qué?

Desde el escándalo de las cripomonedas, el iluminado místico empezó a lucir como un idiota. Ni siquiera como un loco porque como loco ya tenía su atractivo. Lo que sucedió ya no es del orden del loco. Para el delirio mesiánico que luzca como un loco, o que lo sea, no es un problema. El que se deja ganar o se suma al delirio mesiánico no va a ver nunca un problema en que Milei sea un loco porque abona a la idea del delirio. Ahora, que sea un estúpido que cayó (en el fraude cripto) como un chorlito, es muy distinto. Porque no es ni siquiera el astuto que se llevó tantos millones por la maniobra, y que, como tal, como pícaro, como astuto, no es sancionado. Eso deterioró fuertemente su imagen. Por otro lado, la realidad también hace su trabajo, como el agua que desgasta y desgasta.

Milei y sus seguidores más cercanos hablan de ganar una batalla cultural, y el propio Milei suele citar a Gramsci. ¿Por qué creés que se apropia de esa figura?

Lo cita mal; la costumbre de citar sin leer. Batalla cultural hay toda vez que se intenta constituir una hegemonía política. No es optativo. Es imposible que se constituya una hegemonía económica y política sin batalla cultural. No es que uno dice “batalla cultural no voy a usar”, como si fuera una herramienta. Justamente el aporte extraordinario que hace Gramsci es advertir de que no hay hegemonía, un sistema de dominación establecido en lo político y económico, sin un grado de hegemonía cultural. Y de contrahegemonía. Cuando vos contrarrestas una hegemonía no estás dando vuelta a Gramsci; es Gramsci. El mileísmo hace una declamación y una sobreactuación de la batalla cultural. Es una burrada lo que están diciendo. Son tan torpes, tan puramente violentos que, incluso en términos de batalla cultural, es muy poco lo que aportan. Es más del orden de la destrucción de las expresiones culturales, que de la construcción de una cultura propia.

En ese sentido, ¿creés que la represión a los jubilados es una señal de debilidad?

Justamente, en términos gramscianos, no estarían logrando una hegemonía. Es un indicador de debilidad. Porque ¿cuánto tiempo van a decir que no hay más piquetes en las calles, si les están pegando los viejos? Y además, el Gobierno se va encontrando con menos respaldo y la represión a los jubilados también tuvo y tiene que ver con eso. A los viejos les pegan todos los miércoles que se movilizan. Todos, sistemáticamente. Los apalean, les tiran gas en la cara, los tiran al piso y les pegan.

¿Creés que eso marcó un límite de tolerancia?, al menos en parte de los que apoyan a Milei.

Me parece que evidencia un nivel de degradación que empezó a generar una reacción en la sociedad, y me refiero sobre todo a los que adhieren. Porque ya no es el discurso contra los planeros (beneficiarios de planes sociales) que dice “cobran un dinero sin hacer nada”, esa antinomia entre el que tiene un plan y el que tiene trabajo que con éxito construyó el macrismo. Ahora es una vía libre a la policía para que golpee a los viejos.

A pesar de que suene un poco delirante, ¿decís que no hay un sector que votó a un Gobierno para que tenga ese tipo de políticas?

Quiero creer que ni siquiera el 30 por ciento del voto duro de Milei está a favor de destruir el Estado. Como tampoco creo que estén a favor de atacar el sistema de educación pública o el sistema científico argentino. Que lo apoyen no necesariamente implica adherir y suscribir a cada uno de los términos que vienen con el paquete Milei. No creo que haya un 30 por ciento de argentinos que esté de acuerdo con que haya que sacarle la medicación a un paciente con cáncer. Que cree que si los jubilados se quejan hay que pegarles.

¿Cómo explicás que, a pesar de todo el ajuste, el Gobierno siga manteniendo un apoyo considerable?

Primero, las alternativas políticas que aparecen no se visualizan como verdaderas alternativas. Y el flujo de esperanza del que uno dispone va por el cauce que se le ofrece. Y ante este cauce, que ya luce cada vez más obturado, la esperanza va a empujar todavía un poco más. Finalmente, lleva poco más de un año y ya está tan deteriorada esa fe que el hecho de que no aparezcan alternativas reales explica, en parte al menos, que combine la defraudación con una esperanza pese a todo. Porque si no ponen la esperanza ahí, ¿dónde la van a poner?

La gestión es cada vez más autoritaria y, además, tiene altos funcionarios abiertamente negacionistas de la dictadura argentina ¿No debería influir de una manera aún más negativa en la imagen de todo el Gobierno?

Una vez Tomás Abraham (filósofo argentino) dijo que el trauma social en la Argentina no es el terrorismo de Estado: es la hiperinflación. No porque sea más grave que la dictadura, sino entendiendo el trauma por algo que te ha marcado subjetivamente, de manera tal que se te instala como el miedo a un retorno. Yo suelo estar mucho más atento a pensar sobre cómo opera el terrorismo de Estado que la hiperinflación, pero me parece que tiene razón. La sociedad argentina no vive con miedo a que regrese el terrorismo de Estado, pero sí vive con el miedo a que regrese la hiperinflación. Y esto me parece que explica, en parte, cómo llegamos a Milei. El Gobierno anterior (de Alberto Fernández) hizo mucho por quitarle lustre a la política y a la gestión política e hizo mucho para que se vuelva bastante difícil sostener el Estado presente y la función social del Estado.

¿Por qué?

Porque la invocaron y no la prestaron, que es lo peor que se puede hacer. Eso puede resolverse en un aumento del reclamo de Estado presente o hacia un escepticismo respecto al Estado presente. Porque pueden decir “estos se la pasaron hablando del Estado presente y mirá cómo estamos”. No hablo de las medidas, sino más bien de ciertas formulaciones sobre la pandemia. ¿Por qué seguían renovando el anuncio de la cuarentena si no había más cuarentena estricta, que no estaban implementando de hecho? Me parece que la subestimación del impacto de la vivencia de la inflación en la sociedad fue un factor determinante. Y lo es todavía hoy, porque se aprecia la relativa estabilidad y la posibilidad de perspectiva sobre la calidad objetiva de cómo se está viviendo, que se está viviendo peor. Y, además, llevaron de candidato a presidente al ministro de Economía.

FUENTE: Ctxt (España).

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