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Cultura | MTV | Paramount |

I want my MTV

MTV: el canal que convirtió la rebeldía en mercancía muere de lo que lo hizo nacer

MTV, que en los 80 reinventó la cultura visual, se despide en silencio. El final de un modelo cultural basado en la televisión.

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El canal que enseñó a millones a "ver la música", a pensarla como estilo de vida y mercancía emocional, acaba de firmar su sentencia de muerte. Paramount Global anunció el cierre de todas sus señales musicales MTV Music, MTV 80s, MTV 90s, MTV Live y Club MTV— para fines de 2025.

¿Qué queda cuando el espectáculo se devora a sí mismo?

Sueño eléctrico

MTV nació en 1981 bajo un eslogan provocador: Video Killed the Radio Star. Era la promesa de un nuevo lenguaje, una revolución estética. Y lo fue. Durante los 80 y los 90, el canal fue el centro de gravedad de la cultura pop; impuso modas, convirtió artistas en dioses y fabricó una identidad global que mezclaba rock, moda, rebeldía y consumo.

Pero detrás de la estética rupturista había una maquinaria perfecta de marketing. MTV no sólo mostraba la música, la empacaba, la simplificaba, la convertía en un producto globalmente exportable. La era de la rebeldía televisada, sin riesgo ni calle. Su poder radicó en haber domesticado lo alternativo y vendido la diferencia como uniforme. De Nirvana a Britney Spears, de los Unplugged a los reality shows, MTV logró lo impensado: volver rentable el inconformismo. El grunge y el pop convivían bajo el mismo logo porque lo importante no era el mensaje, sino el rating.

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Durante los 90 y los 2000, el canal definió la estética del deseo, cuerpos, ropas, acentos, gestos, rebeldías for export. A través de su edición local —MTV Latinoamérica— exportó una idea de juventud cosmopolita que hablaba spanglish y soñaba con Nueva York. Pero esa construcción cultural también dejó huellas: vació de contenido a la contracultura, sustituyó la crítica por el estilo, y confundió la libertad con la capacidad de elegir entre marcas. MTV fue el espejo en el que el neoliberalismo aprendió a verse cool. Durante los 90 y los 2000, el canal definió la estética del deseo, cuerpos, ropas, acentos, gestos, rebeldías for export. A través de su edición local —MTV Latinoamérica— exportó una idea de juventud cosmopolita que hablaba spanglish y soñaba con Nueva York. Pero esa construcción cultural también dejó huellas: vació de contenido a la contracultura, sustituyó la crítica por el estilo, y confundió la libertad con la capacidad de elegir entre marcas. MTV fue el espejo en el que el neoliberalismo aprendió a verse cool.

Del videoclip al algoritmo

El cierre de MTV no es sólo el fin de una señal, es un sistema agotado. El canal que alguna vez representó la vanguardia terminó ahogado por su propia lógica de consumo instantáneo.

Primero cambió los videoclips por reality shows (The Real World, Jersey Shore, 16 and Pregnant). Luego, cuando llegó YouTube, perdió el monopolio de lo visual. Y cuando Spotify y TikTok tomaron el control, MTV quedó como un vestigio de otro tiempo: lento, lineal, pasivo.

El televisor que alguna vez fue un altar terminó siendo un mueble apagado

MTV no muere por falta de audiencia: muere porque el mundo que inventó —el de la hiperconexión, la imagen veloz, el deseo inmediato— se volvió más rápido que él.

MTV, con todos sus excesos y contradicciones, representaba un ritual compartido: esperar un estreno, ver el mismo video que tus amigos, discutirlo. Hoy, la cultura es fragmentaria y cada quien habita su propio feed, su playlist, su cápsula algorítmica. Pero la diferencia no es sólo tecnológica.

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Que MTV cierre sus canales musicales no significa el fin de la música, ni siquiera el fin del pop. Significa que el modelo que convirtió la cultura en un flujo de imágenes rentables llegó a su límite. El canal que transformó la rebeldía en videoclip y el videoclip en mercancía se despide sin estridencias, absorbido por las mismas plataformas que nacieron de su herencia. Su epitafio podría ser una línea de uno de sus propios slogans: I want my MTV. Pero ahora, ese deseo ya no tiene destinatario.

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