Una carta de amor a Woolf
La escritura de Paul B. Preciado sigue dejando una huella que con cierto facilismo se podría decir que es indeleble. Pero es más que eso. Su escritura (su pensamiento) es un acto político, y por acto político debe entenderse un acto de vida: fisurar el binarismo hegemónico para dar voz a otras existencias, otras políticas del cuerpo, del deseo, de las formas de ser y estar en el mundo. Esas vidas tan valiosas que resisten y le tuercen el puño al morbo de quienes dominan las (otras) reglas de la “realidad”, y descubren otras bellezas posibles.
Con esta realización, un primer paso de la escritura al mundo audiovisual, Preciado, han dichos muchos reseñadores y crítico (y con razón) es una carta de amor (o una carta poética) a la autora de “Orlando”, y a la historia removedora de este libro. Y no vale la pena reseñarla ni resumirla: lo que vale es descubrirla en la lectura.
Su historia, su vida, es narrada en un diálogo textual con la histórica escritura de Woolf (“Orlando”), haciendo de la trama un relato polifónico (una veintena de Orlandos), poético y político.
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“El relato de la transición de género se quiere despolitizar haciéndolo individual”
En una entrevista que publicó “El salto”, medio español, Preciado explicó que en la etapa germinal del proyecto, una productora le propuso “algo más perverso y complicado” que una autobiografía.
Dijo el filósofo trans: “Arte, la cadena de televisión francoalemana, viene a verme diciéndome que ellos ya tienen un proyecto para hacer una película sobre mi vida con un director cis y gay… supermajo y todo lo que quieras. Y ellos tienen ese proyecto montado y vienen para decirme que si quiero colaborar en él. A mí, ese proyecto me espanta. Primero, independientemente de que la persona sea trans o no trans, porque las convenciones habituales de cómo se narra una biografía ya en sí mismas me espantan. ¿Qué es lo que constituye la biografía? ¿Cuándo empieza? ¿Cómo se narra eso? Y luego, evidentemente, porque desde una perspectiva binaria, yo sé cómo se va a narrar esa biografía. Se va a narrar como antes y después: naces en tal sitio, te asignan género femenino y luego ya todo tu proceso... Al final, yo soy un filósofo, mi vida tampoco tiene mucho interés, me he pasado la vida o escribiendo, o viajando, o dando conferencias, y lo que les interesaba era esa especie de hazaña”.
Con esta propuesta, agregó, la productora quería un “viaje del héroe, pero en términos de género, y siempre como si fuera una cosa individual”.
Al final, “tampoco dije ‘la hago yo’, porque en principio yo no tenía el poder de asignarme a mí mismo la película. Fui a un comité de productores de Arte para decirles, sobre todo, que no hicieran la película, fui a darles razones para que no la hicieran. Y les di cincuenta proyectos que me parecían mucho más interesantes. Les dije: ‘Hagan la biografía de Foucault o de Monique Wittig, pero a mí déjenme tranquilo’. Cuando vi que ellos se aferraban a la idea, llegó un momento en que dije: ‘Si hacen la película, en todo caso, la única condición es que sea una adaptación de Orlando, de Virginia Woolf’. Alguien dijo que le parecía una idea maravillosa y el director de la productora dijo: ‘La podría hacer Paul’. Yo siempre he entendido la filosofía como pensar desde el otro lado de la frontera, como intentar atravesar una frontera para pensar desde ahí. Entonces, de repente, cuando vi esa posibilidad, pensé que podría ser un proyecto filosófico interesante”.
La polifonía, los Orlandos
En este proyecto, siguió Preciado, era importante que fueran muchos los Orlandos. “Primero, porque el relato de la transición de género siempre se quiere despolitizar haciéndolo individual. Se relata como una cosa que te pasa a ti, un problema que tienes tú, para el que la medicina te puede aportar una terapia... Pero siempre es un problema individual. Entender que no es individual, que es sistémico, que una persona es trans porque está en un sistema binario y se enfrenta a ese sistema binario, es lo que hace que tú aparezcas como patológico y que, por tanto, todas las instituciones normalizadoras, desde el colegio, a la medicina, la psiquiatría, la ley... te caen encima”.
Por esta razón, era clave producir una biografía coral, “porque yo quería que se vieran representadas en la película muchas maneras distintas de llevar a cabo una transición. No es lo mismo para Jenny Bel’Air, que es una histórica activista trans francesa que tiene 70 y tantos años que para Arturo, que es la persona más pequeña que ha participado en la película, que tiene ocho años. O para una persona que es no binaria y para una persona que ha hecho una transición y súper agusto con la transición. Quería que esa multiplicidad estuviera ahí”.