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Editorial AUF | Clarín | ingresos

Donde menos se espera, salta la lisa

La AUF le abre las puertas del país a Clarín

La entrada en el juego por los derechos al Grupo Clarín marca un antes y un después, no solo en el fútbol, sino en todo el mercado de telecomunicaciones y de contenidos de nuestro país.

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Como era esperable, Tenfield, concesionaria actual de los derechos, se presentó de una forma que le permite, de proponérselo, preservar su derecho a igualar la mejor oferta. Disney, que hoy explota los derechos de transmisión por streaming, se presentó en un consorcio con ANTEL, que con ello marca su primera participación directa en un negocio estratégico para la conservación del valor de la empresa estatal, que vale recordar, se enfrenta ya hoy a dos potentes y agresivos competidores como Tigo y Claro. La oferta de DirecTV también era esperable, dado su interés en el fútbol desde hace mucho tiempo.

Luego se presentaron un puñado de empresas que aspiran a ser proveedores de AUF en los rubros de producción. Pero entre los nombrados aparecen dos empresas que encienden señales de alerta. La primera es Sportradar, empresa que, según surge de la página web de AUF, firmó hace años un convenio para “la implementación de un sistema de monitoreo de detección de manipulación de partidos”. Esta empresa de monitoreo de apuestas se presentó en el tramo correspondiente a los derechos de apuestas internacionales, el único ofrecido. Esto en virtud de que el mercado de apuestas deportivas en territorio nacional ostenta monopolio estatal, hoy concesionado a la Banca de Quinielas.

Todos sabemos de las presiones que el sistema político viene recibiendo desde Conmebol y AUF para liberalizar el mercado de apuestas deportivas, abriendo las puertas al demonio de la ludopatía adolescente.

Es sabido que personalmente Luis Alberto Lacalle Pou, Pedro Bordaberry y Eduardo Ache, entre otros, han tenido conversaciones y hasta iniciativas para legalizar el juego y eventualmente multiplicar las plataformas de manera de introducir un nuevo rubro que alimente la publicidad, los sponsors y los ingresos.

Aparentemente todo vale para hacerle llegar, supuestamente, más dinero al “fútbol”. Pero esta no es la amenaza de hoy, la que se viene es mucho más inmediata, al punto que en dos jugadas podría dejar a Antel en jaque mate o provocarle heridas muy graves vulnerando su línea de flotación.

Nos referimos a la entrada en el juego por los derechos al Grupo Clarín, que marca un antes y un después, no solo en el fútbol, sino en todo el mercado de telecomunicaciones y de contenidos de nuestro país. Decimos esto porque la entrada de este poderoso grupo argentino, conocido por su vocación monopólica y sus procedimientos mafiosos, nos acerca peligrosamente a la política argentina, ese demonio que todo el sistema político uruguayo se empeña (al menos nominalmente) a mantener alejado, so pena de arriesgar nuestra tan preciada “institucionalidad política”. Esa que llevó al senador Alberto Heber a garantizar sin ningún margen de dudas que el sistema político uruguayo está poco menos que vacunado de tener vínculos con la corrupción y el narcotráfico.

El ingreso al Uruguay de los conglomerados mediáticos hegemónicos y concentrados extranjeros, y especialmente argentinos, ha sido una preocupación permanente de los gobiernos del Frente Amplio que en el período en que Pepe Mujica fue presidente llevó a renovar la polémica concesión a los canales privados por 25 años procurando garantías para evitar su extranjerización.

La entrada de Clarín como formidable competidor en la licitación nos presenta toda una serie de interrogantes, y sin duda eleva los montos que se menejarán en la competencia por tratarse de un participante poderosísimo, descaradamente inescrupuloso y con una billetera repleta capaz de atemorizar o desalentar a los posible competidores.

El beneficio de la multiplicación de ingresos

Conociendo de quién se trata, cabría preguntarse, en primer lugar, quién es el verdadero beneficiario de esta multiplicación de ingresos para la AUF. Todos los que promovieron la licitación han expresado que el beneficiario será “el fútbol”, sin detallar otros conceptos. ¿Habrá mejores competencias, mejorarán las infraestructuras de los clubes, ganarán más dinero los dirigentes de la AUF y de los llamados grupos de interés, se fortalecerá la economía de los clubs, mejorará la calidad de los jueces, se harán más transparentes los procedimientos, se adquirirán mejores jugadores, mejorarán sus salarios y los espectáculos, los estadios, las canchas, se desarrollarán las actividades sociales y culturales de las sociedades civiles, se invertirá en mejorar la seguridad de los espectáculos, mejorarán los salarios de los jugadores de élite, habrá más transparencia en los procedimientos de conducción?

Cuando se habla genéricamente del fútbol, ¿a quién nos referimos? ¿Cómo es la distribución de estos ingresos? ¿Realmente va a ayudar a mantener los históricos clubes del fútbol profesional o significará un aceleramiento en su proceso de desaparición como sociedades civiles, transformando instituciones casi centenarias en SAFIs que facilitan el movimiento de todo tipo de dineros de dudoso origen como ha sido demostrado, al menos en los países en que los fiscales investigan “disponen de más de una contadora”, pueden “perder el tiempo” en investigar delitos de cuello blanco y hasta son capaces de encarcelar alguno al que se le va la mano engañando a un banco con garantías truchas, tan truchas como las de Cardama, pero que cuando se miran con “la vista gorda” de Rodríguez apenas se valoran como un desliz travieso e ingenioso realizado sin el propósito doloso de “engañar y beneficiarse con el engaño, como es el caso de la garantía duplicada que suministró la AUF al BROU y que fue denunciada por dos directores del BROU que creo que ni siquiera fueron citados para ratificar la denuncia?

Recientemente el senador Bordaberry tuvo el valor de mentar la soga en la casa del ahorcado refiriéndose en una conferencia sobre el lavado de dinero mencionando el resultado del proceso licitatorio de los derechos como una especie de “blindaje” contra el lavado en el fútbol.

Dando por sentado que los que se beneficiarán de los nuevos ingresos de los que dispondrá el fútbol no serán “los más”, me temo que los que estarán más contentos serán “los menos”.

Es posible que nos lleve un tiempo percatarnos de que esta cruzada la empujan los vivos de siempre y que, como es habitual, los chanchos votan a Cattivelli.

Pero estas no son más que preguntas preliminares para hacer boca mientras no se conoce del todo el desenlace que va a ser con luces de bengala. Que Dios no permita que termine impactando en los huevos de los que necesitan mejor vida y menos corruptos y ventajeros a su alrededor. Pero eso no es más que ilusión, porque casi siempre ganan los malos.

Luego de estas interrogantes preliminares, nos preguntamos ahora por quién será que pagará el aumento de ingresos que engrosarán los montos de los que se beneficiarán. Si esto lo pagara algún “benefactor”, como el caso del jeque emiratí que bancó por años la aventura de Bordaberry con el City Torque, podemos suponer que no lo pagarían los uruguayos. El jeque sabría cuál es el origen de los fondos, y si a alguien en la Senaclaft se le ocurriera preguntar, siempre estará Bordaberry para contratar a algún consultor que le haga un informe que garantice que estos fondos no tienen nada que ver con el tráfico de armamento en Sudán o cosas por el estilo…

Pero, aunque tal vez alguno pudiera pensar que eso sería lo deseable, no imaginamos que ni Tenfield, Disney, DirecTV o Clarín estén dispuestos a pagar esas cifras para generar cortinas de humo sobre sus actividades en otros rincones del planeta. Y si no los pagara el jeque que saca el dinero del turbante, ¿los ingresos los terminaremos pagando todos los uruguayos? Hay 2 mecanismos por los cuales los costos los terminan pagando los uruguayos. O vía abono o vía Estado. En realidad hoy es así y mañana lo será también.

Es de cajón que es falso que “el fútbol no le pide nada al Estado”. Esto ignora la realidad histórica y actual del fútbol, que depende de concesiones y excepciones municipales para los estadios, que en el caso de muchos clubes del interior dependen de apoyos directos de las intendencias. Basta con ver el caso del Deportivo Maldonado, que disfruta de jugar en el campus. Si esto no es apoyo, ¿qué lo es? Obviamente también el fútbol profesional se sostiene con la publicidad de Antel, el BROU, el Banco de Seguros y los aportes de las intendencias del interior que proveen buena plata a las aventuras del Nacho Alonso y su claque.

Y acá es donde entra Antel, que por estos días debe encontrarse en una gran disyuntiva, sobre todo con el ingreso del Grupo Clarín en el fútbol, contenido que amenaza con alterar el equilibrio del mercado de telecomunicaciones nacional.

Muñido con los derechos del fútbol, un jugador potente y agresivo como Clarín podría apuntar a sacarle una tajada al mercado que hoy domina Antel. Si este fuera el caso, Clarín podría optar por pagar, no en función del interés mundial por ver Albion vs. City Torque o Boston River vs. LSM, sino en función del valor estratégico del contenido “fútbol” para sacarle usuarios a Antel, haciendo una estrategia predatoria de baja de precios.

Se podría argumentar que al “fútbol” esto no debería interesarle y que su interés es maximizar los ingresos.

Pero ¿cómo se puede defender ese argumento si los nuevos ingresos de AUF (que resulta cada vez más clara que no es “el fútbol”) terminan siendo absorbidos directamente por la población (que debe pagar más por el abono) o indirectamente a través del Estado, que debe meterse en la licitación a riesgo de dejar a Antel a la merced de los bárbaros que se encuentran ante sus muros?

No seamos ingenuos, la plata no le llegará a los chicos que dan sus primeros pasos en Cerrito o Rentistas y que seguirán cobrando el mínimo y alimentando sus ilusiones y las de sus familias que hacen los mayores sacrificios para que un pibe de cada mil alcance algo de gloria; la plata la van a manotear los que la manotean siempre, en hoteles de cinco estrellas, pasando el culo del sillón al avión y bebiendo en las tertulias de la Conmebol y la FIFA burbujas de champagne en una copa de “fino baccarat”.

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