Pocas veces en Ecuador se ha visto tal movimiento en torno a unas elecciones presidenciales. Esta situación marca con mucha claridad la disputa ideológico política en que se encuentra el continente. La derecha neoliberal que hace cada vez más guiños al fascismo corporativo se enfrenta a las expresiones del progresismo que busca el fortalecimiento de los Estados como fuente primaria de garantías ciudadanas y sociales.
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Las elecciones han sido uno de los paradigmas que pasó de hacer parte de la democracia casi a suplantarle. Es decir, las elecciones se configuraron como la posibilidad de que cualquier ciudadano tenga el derecho a elegir a quien considera que lo representa o a proponerse para representar a los demás. Esto dentro de un sistema en que la ciudadanía gozara de los mismos derechos y deberes y tuviera las mismas oportunidades.
Sin embargo, la realidad es otra. Se asume hoy que si hay elecciones, hay una democracia incuestionable, que si las elecciones se celebran, es porque dicha sociedad es un jardín de oportunidades. Por este motivo el objetivo sobre el que la manipulación tejida desde el poder ha puesto el ojo han sido justamente los procesos electorales.
Ya no se imponen dictadores por medio de golpes de Estado cinematográficos, y si se imponen, como en el caso de Bolivia o incluso lo que ha ocurrido durante las últimas horas en la lejana Birmania, estas acciones deben tener como objetivo cercano ser refrendadas en un proceso electoral.
Entonces el juego del poder se desarrolla en ese terreno, se busca retirar candidatos de las contiendas, desacreditarlos por cualquier medio construyendo relatos que los alejen de las preferencias del electorado o inhabilitándolos directamente por medio de movimientos judiciales que poco importa si tienen sustento o no, alcanza con que durante el proceso electoral el candidato o candidata que se ha convertido en objetivo sea retirado de la contienda.
Cristina Fernández en Argentina, Lugo en Paraguay, Lula da Silva en Brasil, Correa y Evo Morales en Ecuador y Bolivia son solo los nombres más visibles en una larga lista de personas que se han convertido en objetivo de las campañas de lawfare y manipulación electoral.
Bolivia dio una enorme lección debido a la contundencia de los resultados, la amplia ventaja de Arce sobre Carlos Mesa no permitió margen alguno para desarrollar cualquiera de las artimañas que claramente se veían preparadas para incidir en el resultado electoral, no hay que olvidar que se había hablado de que las autoridades electorales no darían resultados parciales, sino que se anunciaría al ganador una vez terminado el conteo oficial. Sin embargo, con los primeros sondeos a boca de urna se dimensionó la magnitud de la victoria y la idea de presionar la realización de una segunda vuelta quedó abandonada.
En Ecuador se repite el mismo modelo, a lo que se suman algunos componentes adicionales, no solo se ha desarrollado una feroz campaña para evitar que la dupla Araúz-Rabascall se presente, sino que también se han detectado fallas que podrían influir en los resultados. Por un lado, existe una inverosímil demora en la impresión y distribución de los tarjetones, lo que haría más complicado que las regiones más alejadas de los centros urbanos reciban a tiempo el material electoral, sacando del juego las zonas rurales, donde es mucho más sólido el apoyo a Araúz.
De otro lado, el consejero Luis Verdesoto, que hace parte del CNE (Consejo Nacional Electoral), lleva adelante un proceso de denuncia contra Araúz por la supuesta comisión de una infracción electoral, falta que se pretende probar por medio de una foto de Twitter, sin mayor rigor investigativo y dándola como concluyente.
De esta manera no solo buscaron impedir la participación de Araúz, sino dejar sentado el precedente para que luego de las elecciones pueda darse la posibilidad de suspender los derechos electorales del candidato, dejando sin efecto la elección.
La pugna está encendida en Ecuador, han intentado desde cambiar el día, la hora y el carácter de obligatoriedad de las elecciones para desmovilizar, hasta suspender los movimientos y candidatos del correísmo. Toda la batería de agresiones de la derecha continental hoy está ensañada contra el sistema electoral ecuatoriano con el fin de no permitir que se reste ese país al estable concierto del Tratado de Lima, cuya función no es solamente intervenir en Venezuela, sino consolidarse como el bloque ideológico de la derecha continental.