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Mundo Venezuela |

Luego de casi un mes terminó la ocupación

La lucha por la embajada de Venezuela en Washington

El asedio que sufre Venezuela por parte de Estados Unidos está en todas partes, sin embargo, que ni el territorio norteamericano esté exento de albergar algún capítulo de la confrontación, es algo poco común. Durante varias semanas un grupo de activistas norteamericanos tomaron la sede de la embajada del país caribeño en Washington, y el manejo dado por la Casa Blanca ha revelado, una vez más, el carácter poco respetuoso por legislación alguna del gobierno Trump.

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El discurso que soporta la existencia de Juan Guaidó como figura es el hecho de que «más de 50 países» lo reconocen como presidente. Pero a nivel local Guaidó no existe, eso se comprobó el 30 de abril pasado cuando, con engaños y maniobras, liberó a Leopoldo López, que estaba en detención domiciliaria respondiendo por varios hechos de sangre, y luego se paró en la mitad de la vía frente a una estación militar esperando que las masas enardecidas se levantaran y lo condujeran a él y a López, a quien Estados Unidos había convertido en una especie de mártir, al Palacio de Miraflores en hombros.

Nada de eso pasó, ni las masas aparecieron, ni los militares respaldaron el golpe, ni Leopoldo López fue recibido como héroe ni se generó la “crisis revolucionaria”; nada pasó en Venezuela, porque en Venezuela la realidad es otra e intentar desarrollar un golpe de Estado basándose en la información provista por CNN o el Grupo Cisneros auguraba el fracaso que finalmente se vio.

Todo lo que pasa con ese país pasa afuera; ¿acaso no es cierta la crisis económica? Es cierta, pero es cierta precisamente por lo que pasa afuera y no por lo que pasa adentro. Las medidas de asfixia económica se han tomado desde afuera por terceros, y esos mismos terceros han montado un teatro que recrea una situación a nivel interno para justificar su presencia en esa circunstancia.

En ese teatro, Guaidó es el presidente para algunos gobiernos, un presidente que ha tenido a bien nombrar representantes en diferentes países, quienes van a reuniones, se juntan con otros representantes de otros países, y todos ellos juegan a representar sus naciones a los ojos del mundo. Eso en el teatro, pero la realidad va por otro lado, los representantes de Guaidó no son quienes toman las decisiones diplomáticas sobre los productos que se producen en Venezuela, ni están en contacto con quienes determinan medidas económicas, financieras o comerciales, porque eso lo hacen los funcionarios del gobierno de Nicolás Maduro.

Muestra de ello es que hace algunas semanas, en China, la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, la misma que ahora pareciera vivir en Buenos Aires debido a sus frecuentes visitas al país vecino, se juntó con el ministro de finanzas de Venezuela, Simón Zerpa, el ministro que despacha desde Caracas y que fue nombrado por Maduro desde octubre de 2017. Y allí no se juntaron solo ellos, se sentaron también con los ministros de economía y finanzas de Colombia, Chile, Argentina, Perú y otros países que en el ya nombrado teatro juegan a desconocer el gobierno de Maduro.

Sin embargo, la presión no ha sido poca y varios representantes consulares del gobierno venezolano se han visto obligados a desocupar varias sedes diplomáticas, pues la actitud asumida por muchos países de manera oficial hacia Venezuela es más un eco de Washington que el producto de la observación y el análisis para tomar decisiones tan delicadas como las que corresponden al campo de la diplomacia internacional.

A mediados de abril, la sede consular venezolana en Nueva York y dos agregadurías militares en Washington fueron ocupadas por representantes de Carlos Vecchio, quien fue reconocido como embajador de Guaidó en Estados Unidos; por esta razón, los funcionarios de la embajada invitaron a un grupo de activistas norteamericanos a entrar para manifestar su apoyo y se quedaron luego de la salida de los últimos representantes del gobierno.

A partir de ese momento la tensión alrededor de la embajada fue creciendo, el grupo de activistas, que pertenecen a los colectivos pacifistas llamados Code Pink y Answer Coalition, permanecieron adentro hasta el lunes 13 de mayo cuando, violando la extraterritorialidad de las embajadas y amparados en el teatro creado por ellos mismos, el gobierno estadounidense desalojó la sede diplomática luego de haber suspendido los servicios de energía eléctrica y agua potable, a la luz de las leyes mismas de los Estados Unidos.

Durante las últimas dos semanas, particularmente, la situación de la embajada de Venezuela en Washington se había convertido en una muestra en miniatura de lo que pasa en el terreno y Trump no podía permitir que ese lugar, en medio de su propia casa, se convirtiera en un referente de resistencia o un símbolo de la lucha contra la intervención estadounidense.

Los medios hablaron de la “orden” de Vecchio para que se desalojara la embajada, pero esa “orden” la dio tan pronto los activistas permanecieron luego de la salida del personal diplomático que quedaba; la casa fue desalojada cuando cada vez más medios iban y dejaban en evidencia que la situación política interna no es tan plana como ellos la han dado a conocer y que, si bien es cierto que hay una oposición que se manifiesta, también hay apoyo hacia el gobierno de Maduro, pero sobre todo es cada vez más evidente que los motivos que están tras la intervención distan mucho de ser los altruismos expuestos por Bolton o Pompeo, y que detrás de la intervención en Venezuela están los mismos funcionarios que hace décadas apoyaron la creación de grupos paramilitares en Nicaragua o que mintieron sistemáticamente para instigar una invasión a Siria o a Irak.

Entonces en Washington había una sede diplomática a la que le fue suspendida la energía eléctrica y el suministro de agua por parte del gobierno de Estados Unidos mientras los miembros de la oposición impedían que entraran alimentos, agredían violentamente a cualquiera que quisiera ayudar a quienes estaban adentro ante la mirada cómplice de los miembros de la policía de Washington. Sin proponérselo, terminaron recreando el intervencionismo norteamericano y los mecanismos poco éticos de su política exterior en su propia casa.

La sede diplomática ya está desocupada, seguramente en ella entrará triunfal Carlos Vecchio para demostrar nuevamente que el “régimen de Maduro tiene las horas contadas”, es decir, se cambiará una toma simbólica por otra pues, más allá de estar en las ruedas de prensa y aparecer en las fotos del jet set local, no tiene mayor utilidad práctica como embajador.

Vecchio no tiene comunicación alguna con el gobierno en Miraflores, no sabe cuáles son las decisiones que se toman y de qué se tratan, no tiene cifras ni proyecciones económicas, no sabe en qué sectores de la economía se está invirtiendo más o cuál es la próxima cosecha que está por salir; no puede tampoco hacer compromisos a nombre de su país ni iniciar negociaciones para desarrollar acuerdos comerciales. Básicamente Vecchio es un ornamento más en la embajada.

Esto no significa que dichos hechos no tengan ninguna implicación, la mayoría de los acontecimientos que sustentan el bloqueo que se cierne sobre Venezuela son exactamente eso, hechos simbólicos creados con el fin de mantener el teatro, y para eso sí sirve tener un embajador ornamental; eso lo saben los miembros de Code Pink, por eso permanecieron en la embajada con letreros que exigían el fin de la intervención y dejaban en evidencia las verdaderas razones del interés estadounidense en el país caribeño: el control del petróleo, por eso desalojaron la embajada, porque para Estados Unidos, con Guaidó como su apéndice, lo verdaderamente peligroso es que se sepa la verdad y termine el teatro.

 

 

 

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