Canta el Nano Serrat: “Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma/Nuestros rencores y nuestro porvenir/Por eso nos parece que son de goma/Y que les bastan nuestros cuentos/Para dormir… Nos empeñamos en dirigir sus vidas/Sin saber el oficio y sin vocación/Les vamos transmitiendo nuestras frustraciones/Con la leche templada/Y en cada canción”.
A través de esa canción (que al igual que su autor e intérprete viene perdiendo espacio de difusión y ya es patrimonio de generaciones pasadas, como el tango lo fue de nuestros padres), los adultos de tímpanos sensibles logran mirar en detalle a la infancia, deteniendo la vorágine cotidiana en la que el gurí es casi un satélite en la vida familiar.
La cultura, el arte, cumple ese rol de permitirnos contemplar fuera de nosotros nuestra peripecia diaria, actuando como una lupa que nos permite ver los detalles que en general pasan desapercibidos.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
En el caso específico de Uruguay y la región, María Elena Walsh cumplió ese papel de devolvernos en sus canciones un universo infantil, añorado desde nuestra condición de adultos, pero para la niñez, fue un espacio sonoro donde fluían naturalmente, entre otros géneros, una zamba, una chacarera, un tango, ritmos de la identidad cultural de la región, entendido por identidad cultural a la definición del músico y docente Rubén Olivera: “La identidad es heterogénea. Aunque hablemos en singular, no existe una identidad. En el terreno musical, abarca distintas expresiones que a las personas les resultan reconocibles, cercanas y propias, de acuerdo a su ubicación en la trama cultural. La identidad en sí misma no es un valor. El concepto de identidad cobra su importancia debido a que las áreas poderosas tienden a imponer su visión del mundo para homogeneizar mercados. Estandarizar la forma en que la humanidad piensa, actúa y siente, permite estandarizar la producción de mercancías. En ese sentido defender lo bueno de la identidad y construir la diferencia pasa a tener un valor ecológico. La identidad es dinámica, por lo tanto no solo hay que defenderla sino seguir construyéndola. El comprensible temor personal y social a que cambie y se “desmerezca” lo que una generación valora como simbólico, no puede llevar a congelar el pasado, representándoselo como un “ser nacional” inmutable. Preocuparse por “las raíces” es importante, pero teniendo en cuenta que estas se desarrollan en tallo, ramas, flor, y nuevas raíces. Esto nos lleva a replantearnos temas como “lo autóctono” y “lo nuestro”.
En Uruguay, sin dejar de tomar en cuenta las composiciones que desde Lauro Ayestarán en adelante buscaron priorizar la música infantil tomando al niño como protagonista y no solo objeto de consumo, Canciones para no dormir la siesta fue un mojón en la música popular infantil.
La revalorización de lo lúdico, inherente al mundo infantil, el acompañamiento de las habilidades de esa etapa del crecimiento humano, el estímulo a la libertad de cuestionar como desarrollo del juicio critico y el uso de ritmos como seña de identidad latinoamericana fueron sus rasgos fundamentales.
El músico y docente Julio Brum, creador del espectáculo para niños “Con los pájaros pintados” y que viene desde los 80 componiendo música infantil, entrevistado por Caras y Caretas,
sostiene que al hablar de música infantil, lo primero que hay que definir es el concepto de infantil.
Marca una diferencia muy clara de la denominada música infantil, que es un producto cultural como valor de mercancía, un producto comercial carente de contenidos.
La docente y música Susana Bosch reafirma el concepto enfatizando en que en esa etapa de la niñez, su natural reflejo a lo imitativo y reiterativo, lo puede llevar a cantar emocionado una canción infantil, o una tanda publicitaria o las canciones que escuchen en su casa.
“Esa música infantil -dice Bosch- forma parte de una cultura del entretenimiento, por eso no es raro que la música infantil con contenidos y que no ubica al niño en lugar de mero espectador se desarrolle en las escuelas o espacios donde hay educadores trabajando”.
Julio Brum considera que la música infantil debe contener un proceso que le permita al niño escuchar, tocar, crear.
“Este concepto no solo pertenece a la música infantil, sino que a partir de la educación por el arte, nació toda una corriente pedagógica en lo musical y en la forma de entender la composición”.
La educación por el arte, la educación popular y la metodología de taller (la que implica por ejemplo aprender a hacer una silla haciendo la silla), que pone en juego los saberes previos, el intercambio de experiencias, empezaron a cobrar espacio a partir de los setenta, y la experiencia más masiva y reconocida en Uruguay, a pesar de ser el Taller Uruguayo de Música Popular uno de sus pioneros, sea el de Murga joven.
“Murga joven -dice Brum- se generaba con talleres en los barrios, en los centros escolares, en los centros de reclusión, en escuelas de discapacitados, y tenía como ejes la elaboración colectiva, desde los libretos hasta la escenografía; luego el ‘establishment murguero’ impuso sus condiciones y eliminó lo fermental de ese fenómeno hasta convertirlo en un nuevo concurso”.
La oportunidad perdida
Cierto es que para una corriente de pedagogía musical y de arte que debía al menos sobrevivir con las estructuras rígidas en la enseñanza, institucionalidad que desvalorizaba el formato de taller y despreciaba la educación no formal, los 15años de gobierno progresista permitieron avanzar a tranco de pollo.
Julio Brum recuerda cómo en el congreso educativo de 2008 se elaboró un programa que recogía los aspectos pedagógicos que se venían llevando adelante en centros educativos de lo que se podría denominar como la educación no formal (jardines de infantes, jardines municipales, de sindicatos, barriales, algunas escuelas públicas más como excepción que como regla), pero desde esa fecha hasta hoy, ha sido a través de la Federación Uruguaya del Magisterio y de su publicación Quehacer Educativo, que esos contenidos se han llevado adelante en forma sistemática.
Susana Bosch sostiene que por aquello de que “los niños no votan”, hay una suerte de doble discurso de cualquier signo político, donde se reconocen los derechos de los niños pero luego no hay políticas públicas que se lleven adelante o se sostengan en el tiempo. Recuerda que en los festejos del Bicentenario la música infantil no fue ni mencionada como posibilidad de espectáculo.
Cree, además, que hay un problema más de fondo y que tiene que ver con el lugar que la sociedad le da a la niñez, el último que se atiende en el almacén, el que nunca está cansado y puede esperar o viajar parado, o en el caso del arte, la mayoría de los músicos que componen canciones para niños, luego de que son padres-madres.
Durante 15 años Susana Bosch condujo el programa Para escucharte mejor que se transmitía por las radios públicas.
“Fue Omar Gutiérrez -cuenta Susana- que me insistió con que hiciera un programa para niños y tuve un espacio en radio Oriental, pero fue Sergio Sacomani el que dio un impulso a tener el programa. Luego las distintas administraciones fueron quitando la amplitud del programa, por ejemplo dejando de transmitirse en vivo para el interior, hasta levantar el programa y cesar mi contrato por parte del Secan”.
Quijotes en triciclo
Tanto Bosch como Brum coinciden en que desde hace un tiempo, hay a nivel de la región y de Latinoamérica, una importante producción de música infantil, como siempre apoyada en un fuerte trabajo de maestros y educadores.
El Movimiento de la canción infantil Latinoamericana y Caribeña viene realizando encuentros internacionales, en los que, junto a Cuba, músicos de Argentina, Colombia, Brasil, Uruguay y otros países de América Latina se van intercambiando saberes.
“Esto no nace de un repollo por generación espontánea -dice Brum-, es el producto de años y años de gente que ha venido trabajando, en Uruguay desde Lauro Ayestarán y entre otras recopilaciones, el cancionero infantil, Carlos Vega (y su Mesomúsica: un ensayo sobre la música de todos, proclamando la necesidad de estudiar un enorme terreno de creación y consumo musicales, negado hasta entonces por la musicología), la obra Pegui de Coriún Ahanorian, en Argentina Judith Akoschky con su obra Ruidos y ruiditos, Canciones Para No Dormir La siesta. Sin embargo, todo el vasto movimiento de música infantil, sigue sin espacios de difusión porque no se ajusta a criterios comerciales”.
Bosch plantea por ejmplo que no hay una sola sala teatral en todo el país para los niños. Cuando asisten por programas de extensión cultural, quedan perdidos en esas butacas enormes no pensadas, al igual que los baños, para ellos.
Brum recuerda que durante la administración de Antel por parte Carolina Cosse recién se logró tener una plataforma de difusión de contenidos, especialmente del sello Papagayo Azul, un sello discográfico y de espectáculos de música infantil que permitió la difusión de muchos artistas nacionales que hacen música para niños. Pero esos impulsos se fueron perdiendo y los artistas quedaron nuevamente pedaleando en triciclo en el empinado repecho de la economía de mercado.
Pan quemado
Ambos coinciden en que sin el apoyo explícito de los educadores que tal vez comprendan las necesidades infantiles por trabajar directamente con ellas, el panorama de la música infantil seguirá siendo complejo.
Tanto Brum como Bosch advierten que, además, YouTube y otras plataformas a la que tienen acceso los niños son un producto audio visual, donde la capacidad de imaginación, de búsqueda y de asombro que permite elaborar el estimulo únicamente sonoro, se está perdiendo. Quizás por eso a las nuevas generaciones les está costando escuchar, oír, comprender, me permito agregar.
Brum dice que perdimos al menos tres generaciones en poder afianzar un lenguaje alternativo a los textos masculinamente erotizados y los estereotipos que bombardean también a los niños.
Como un Quijote en triciclo, junto a otros Quijotes del continente Julio Brum insiste desde la radio en streaming, Radio Butiá, un portal multimedia y app con una emisora web programada con canciones y contenidos diversos para la infancia. Se nutre de la creación de los integrantes del Movimiento de la Canción infantil Latinoamericana y Caribeña (Mocilyc). Dirigida a niños y niñas, familias, educadores, centros educativos, culturales y de salud.