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Mundo

el debate entre la soberanía y el saqueo

Este domingo se elige la Asamblea Nacional en Venezuela

La Asamblea Nacional de Venezuela será nuevamente elegida por medio del voto directo el próximo 6 de diciembre. Los escaños a disputar son 277, 100 más que en las elecciones anteriores y los aspirantes para ocuparlos son más de 14.000. Este órgano se ha convertido en uno de los bastiones de la oposición al gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela.

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En la Asamblea Nacional (AN) se originó la figura de Juan Guaidó, quien empezó jugando un papel protagónico en la oposición al intentar declarar una especie de gobierno paralelo, que iría consolidándose para aislar a Maduro. Sin embargo, ni el apoyo norteamericano logró sostener su figura, que ha terminado desteñida y salpicada por señalamientos de corrupción y malos manejos de los recursos que recibió a manos llenas mientras el bloqueo comercial y el saqueo a los bienes de Venezuela ha castigado con inclemencia a la población.

La AN es una muestra de la manera en que opera la oposición en Venezuela. Al ser un órgano colegiado, ha logrado mantener pequeños feudos locales de la oposición, partidos minoritarios que representan castas suscritas a espacios específicos de la geografía nacional, o iniciativas de oposición de carácter nacional, pero muy débiles y que mantienen diferencias de diferentes tenores con otros partidos de oposición, por lo que no les ha sido fácil establecer una iniciativa nacional unitaria de oposición.

Dentro del chavismo, las diferencias existen, sin embargo, las circunstancias surgidas por la presión internacional han hecho que la unidad se fortalezca, incluso recuperando una parte de la convocatoria de base que se había visto debilitada en años anteriores debido a las discusiones internas propias del ejercicio de gobierno.

El tema electoral en Venezuela ha sido uno de los caballos de batalla utilizados por la derecha continental para deslegitimar el gobierno, el reconocimiento de la legitimidad de la elección en ese país no viene determinado por la posibilidad de comprobar un fraude, sino por el resultado final en términos ideológicos. Igual que en otros procesos, la única victoria posible es la de la derecha, cualquier resultado en otro sentido queda descalificado.

En el caso venezolano tiene otro componente que entra a jugar en ese caso, el de la abstención. En ese país, existen sectores políticos vinculados a la derecha que no han podido asumir que no representan los intereses de un sector significativo de la población, por lo que prefieren marginarse de los procesos electorales. La gran diferencia entre esas expresiones y otras similares que se dan en otros lugares consiste en que en vez de ser un escenario que alimente el debate político e ideológico, desde la derecha continental, se asume como una señal inherente de fraude electoral.

En este caso el papel de la OEA continúa siendo un reflejo de los intereses de la Casa Blanca. Luego de su feroz descalabro debido al papel cumplido en las elecciones de 2019 en Bolivia, se prepara para un nuevo ridículo de dimensiones continentales.

Almagro se ha adelantado a declarar, junto con representantes de otros organismos, que las elecciones a la AN no pueden ser reconocidas como legítimas. En este momento de separación de las aguas a nivel continental, donde el progresismo y el neoliberalismo se perfilan de una manera mucho más clara que hace algunos años, se están jugando todas las cartas.

Donde no ha sido posible avanzar en operaciones de lawfare a nivel interno como Argentina, Brasil o Ecuador, se busca deslegitimar los procesos electorales donde la izquierda salga escogida. Se ha vuelto costumbre que los resultados que favorecen a la derecha, así sea por un mínimo margen, son recibidos sin ninguna duda, como ocurrió con Macri en 2015, o la más reciente victoria de Lacalle Pou en Uruguay.

Sin embargo, si esa misma diferencia con que ganaron Macri y Lacalle, hubiese sido la que significaba la victoria de Luis Arce en Bolivia, este resultado habría sido sujeto de un descomunal manoseo mediático y las investigaciones por fraude estarían a la orden del día. La indiscutibilidad de la victoria de la dupla Arce-Choquehuanca no vino determinada por el proceso electoral en sí mismo, sino por lo contundente de la diferencia respecto al segundo candidato.

El país que más larga experiencia tiene en este tipo de operaciones, justamente, es Venezuela. Se han hecho denuncias sobre denuncias y, aunque los resultados arrojados por las investigaciones hechas con parámetros científicos y no ideológicos favorecen la legitimidad del proceso electoral venezolano, se ha creado e instalado un metarrelato que ya no precisa ser comprobado, y que viene asociado al tema electoral en Venezuela.

Las fuerzas políticas que se encuentran prontas a participar en la jornada del 6 reúnen partidos tradicionales, como el Copei, y nuevas expresiones que han surgido a partir de la poca credibilidad política de estos. Como en todo proceso, existen también fuerzas que se identifican con los postulados de la alternatividad, y que bien sea por desgaste, contradicción de intereses o simple búsqueda de una diferenciación política, se han separado del chavismo. Aunque estas son expresiones marginales, también hacen parte del abanico político que la gran prensa trata de esconder al interior de Venezuela y que demuestran que el juego a nivel interno está mucho más abierto de lo que se ha querido mostrar a nivel externo.

Es por esta razón que el debate por el respeto a la legitimidad de las elecciones en Venezuela se da más a nivel externo que a nivel interno. Ya varias organizaciones han empezado a movilizarse en función de exigir respeto a los resultados de las elecciones. Una de ellas es la Red Europea de Solidaridad con Venezuela, que logró juntar más de 3.000 firmas para exigirle, por medio del Servicio Europeo de Acción Exterior, a la Unión Europea que respete el proceso de elección legislativa en el país caribeño.

La solicitud de la Red Europea se basa en que el Servicio Europeo condicionó el envío de una delegación de acompañamiento a la exigencia de aplazar las elecciones por 6 meses, lo que de entrada es una clara violación a la soberanía de cualquier país, ya que el solo hecho de condicionar el acompañamiento a cualquier proceso pone este en el marco de la coerción y no del entendimiento entre naciones iguales.

Las elecciones del próximo 6 son un escenario de pulso político entre el chavismo y la oposición; de los 14.400 candidatos que se presentaron, Nicolás Maduro ha afirmado que cerca de 12.000 hacen parte de iniciativas de oposición. Por otro lado, está la presidencia de la Asamblea, que, de acuerdo con la normativa vigente, debe ser elegida a inicios del año que viene.

Aquí el acento está en que Guaidó se declaró como presidente interino (más allá de si los argumentos procedían o no) por su condición de presidente de la AN. La oposición venezolana está cada vez más atomizada y muchas de sus figuras se han desgastado por sus vínculos con la mafia colombiana o episodios indiscutibles de corrupción. Si la oposición gana la mayoría en la AN, tendrá que definir cuál será el papel del presidente del organismo, y principalmente si ese cargo seguirá siendo funcional al bloqueo contra la población y el saqueo a los bienes de la nación o asumirá una postura que propicie el dialogo autónomo y soberano.

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