El programa Calle-Drogas surgió desde el departamento de Desarrollo Social de la Intendencia de Montevideo. En términos generales, busca promover el acceso efectivo a la protección social mediante la implementación de diferentes espacios de atención para la población afectada por situaciones de vulnerabilidad y exclusión.
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Julio Calzada, director de Políticas Sociales, sociólogo y exsecretario general de la Junta Nacional de Drogas, contó que el programa Calle-Drogas se venía gestando desde hace tiempo, a partir de intercambios con la Secretaría Nacional de Drogas y basándose en estudios realizados por la Facultad de Antropología que aportan una mirada específica sobre cuáles son las mayores problemáticas que presentan quienes viven en la calle. En tal sentido, se observó que una de las situaciones más emergentes es el uso de drogas.
Cada uno de estos dispositivos tiene características diferentes porque, según Calzada, parten desde un abordaje de la situación de calle como una problemática «compleja y diversa». «Nadie quiere estar en la calle. Las personas que viven en esta situación tienen diferentes tipos de problemas, como puede ser el uso de drogas, pero este suele ser el problema menor que traen. Padecen la ruptura o inexistencia de vínculos familiares, en algunos casos han estado toda su vida en situaciones de dependencia con el Estado o han sido abandonados durante la primera infancia y expuestos a transitar toda su vida en el INAU, Iname o por el sistema de privación de libertad cuando son adultos. Si tenemos en cuenta todos esos antecedentes, el hecho de que usen drogas es un tema menor en comparación a la cantidad de vulnerabilidades que sufren».
Los dispositivos
Teniendo en cuenta las diferentes realidades de las personas que se encuentran en situación de calle, el programa de la IM propone cuatro espacios de atención diurna donde las personas pueden resolver algunas de sus necesidades, que van desde usar un baño, tomar un café, tener un espacio de escucha, un lugar de permanencia, así como la posibilidad de acceder a controles sanitarios básicos o tratamientos para el consumo problemático de drogas.
Los cuatro dispositivos que integran el programa son los siguientes.
La Casa. Este espacio está ubicado en Uruguay y Yi, con una dinámica de asistencia diurna y orientada a personas de entre 18 y 60 años. Funciona de lunes a domingo de 9 a 18 horas y es gestionado por la ONG El Abrojo. Esta propuesta busca acompañar y brindar oportunidades de acceso a los diferentes servicios disponibles en la red social y cultural de la ciudad. Desde este espacio se llevan adelante intervenciones de gestión de riesgos, de salud mental y problemáticas de consumo. En este lugar también funciona una propuesta en convenio con la Facultad de Ciencias Sociales, que trabaja con el colectivo de personas en situación de calle Ni todo está perdido (Nitep).
La Trama Café. Se encuentra ubicado en Uruguay y Arenal Grande, funciona de lunes a viernes de 9 a 20 horas y es gestionado por la cooperativa Idear. Este espacio se enfoca en brindar atención y tratamiento a personas con consumo problemático de drogas que viven en situación de calle y tienen vulnerabilidad social. Los usuarios de este dispositivo pueden acceder a baños, duchas, lavar y secar su ropa, tomar una colación, así como participar en espacios terapéuticos de atención individual, grupal y familiar. También se brindan talleres socioeducativos.
La Estación. Funciona en Víctor Haedo y Arenal Grande de lunes a domingos de 9 a 17 horas y es gestionado por la cooperativa Andamiantes. Se trata de una propuesta orientada a personas mayores de 60 años que están en situación de calle. Este espacio ofrece apoyo, contención y acompañamiento, así como diferentes acciones que buscan mejorar las condicionantes sociales de esta población. Se ofrece un espacio de permanencia en el cual pueden sociabilizar, higienizarse, alimentarse y participar en instancias recreativas. También abordan temas de salud y psicosociales. Debido a la cantidad de personas mayores que usan este servicio y al distanciamiento físico requerido, es necesario consultar cupos.
Policlínica ambulatoria Casavalle. Este espacio está ubicado en el Sacude, Barrio Municipal Casavalle, y trabaja en el uso problemático de sustancias brindando tratamientos en modalidades breves (dos meses de duración como máximo). Se realizan talleres con las familias y se coordinan actividades de docencia e investigación con la Unidad Docente Asistencial de la Facultad de Medicina.
Calzada explicó que todos estos dispositivos tienen como característica la necesidad de contención de estas personas en las diferentes fases de sus ciclos de vida y en función de sus vulnerabilidades. Remarcó que son espacios de encuentro para esta población y que se trabaja con ella desde relaciones de igualdad y humanidad. «Una persona que puede tener acceso a un refugio sale y no tiene otros lugares donde permanecer más que la calle. Estas personas tienen diferentes estrategias de sobrevivencia: procuran alimentación, satisfactores sociales, encuentros con otras personas y todo eso lo hacen en el espacio público». El sociólogo también señaló que el sistema de refugios tiene un funcionamiento complejo y que en el caso de parejas que tienen hijos, por ejemplo, si no encuentran refugios mixtos disponibles, tienen que separarse durante la noche. El momento de reencuentro de estas personas es durante el día y en la calle, debido a que no hay suficientes espacios diurnos.
Otra de las particularidades de estos espacios es que tienen un fuerte componente de salud centrado en las personas y en la necesidad de autonomía de cada una de ellas. «De acuerdo a datos que manejamos, sabemos que la gran mayoría usa drogas y, en muchos casos, también tiene problemas de salud mental, lo que a su vez trae aparejado otro tipo de problemas de salud. A esto se suma que, por lo general, esta población no accede fácilmente a la red de atención primaria de salud que la ciudad dispone». En tal sentido, explicó que estos dispositivos buscan orientar y acercar a estas personas el conjunto de servicios que el Estado y la sociedad uruguaya han generado a lo largo de muchos años.
Con respecto a la dinámica de funcionamiento, subrayó que las personas se acercan de forma voluntaria y que se les ofrece contención, un espacio de escucha y, si el caso lo requiere, diferentes tipos de tratamientos. «Cuando llegan nuevos usuarios o usuarias, lo primero que se brinda es contención. Luego de que se logra establecer un vínculo y la persona entiende que tiene un problema, se establece una modalidad de trabajo de acuerdo a lo que ese usuario o usuaria esté en condiciones de sostener».
Sobre los tratamientos para consumo problemático de drogas, agregó que se ofrecen procesos de baja exigencia para lograr mayor captación y que, si existen posibilidades, se trabaja con el entorno de los usuarios. «Hay personas que están muy solas y tienen dificultades para sostener tratamientos de este tipo, otras tienen referentes significativos como madre, padre tío o vecino y, en ese caso, se intenta trabajar con esas personas. Hay un fuerte trabajo de apoyo para que las personas inicien y continúen los procesos».
Calzada valoró que estos dispositivos colaboran para que sus usuarios y usuarias logren revertir su situación. «A partir del apoyo del equipo de técnicos, psicólogos, asistentes sociales, pudieron reformular su vida cotidiana, dejar los tratamientos, y en algunos casos dejaron de utilizar los refugios porque encontraron vínculos familiares u otro tipo de estrategias que les permiten vivir de forma diferente».
También reconoció que existen personas que padecen situaciones de vulnerabilidad crónicas y que les cuesta más salir adelante. Se refirió, particularmente, a mayores de 60 años que están en la calle por diferentes circunstancias. «Algunas personas estuvieron más de 40 años presas, actualmente no delinquen, pero perdieron conexión con la vida y tienen dificultades para conocer los recursos de protección que tienen disponibles. A esas personas se las acompaña y se les facilita el acceso a otro tipo de circuitos de desarrollo social».
«En otros casos, gente adulta queda en la calle tras el fallecimiento de la pareja porque sus recursos económicos recaen y sus ingresos no superan los 10.000 o 15.000 pesos y no tienen otros vínculos. También existen casos de personas que son expulsadas de su hogar por problemas de adicciones de los hijos y no tienen forma de pagar una pensión, que sale entre 10.000 y 12.000 pesos, enfrentándose a tener que elegir entre comer o tener un lugar donde dormir», agregó.
Hizo énfasis en la importancia de que existan estos espacios en la ciudad para que esta población pueda acceder a un servicio tan básico como un baño. «Las personas que viven en la calle no quieren estar sucias, también les gusta agradar y relacionarse, pero en la calle no tienen dónde hacer sus necesidades fisiológicas o higienizarse. Con el simple hecho de brindarles un baño o un lugar donde lavar su ropa, se trabajan muchos aspectos de su autoestima, lo que posibilita un primer contacto para luego profundizar en el uso de drogas, de otros problemas de salud que traen o simplemente comenzar a conversas sobre sus vidas y sus necesidades». «Muchas veces llegan lastimados por situaciones que tienen que ver con vivir en la calle. Como caminan mucho, se lastiman los pies o se lastiman los dedos y los labios durante el consumo de pasta base. Todas esas situaciones se resuelven con personal de enfermería», agregó.
Soluciones diferentes
Este programa Calle-Drogas también incluye la conformación de un Consejo Consultivo de Calle, un espacio de participación integrado por diversas organizaciones sociales, académicas y de la propia intendencia. Una de las particularidades de este consejo es que integra la voz del colectivo de personas en situación de calle Nitep.
Calzada explicó que el objetivo de este espacio es generar una masa crítica que contribuya a pensar esta problemática desde otras perspectivas. Opinó que esta iniciativa representa «una necesidad» porque «temas de tanta complejidad no se pueden pensar desde un escritorio ni desde una sola mirada». «Generamos esta instancia para poner el tema sobre la mesa y contar con el protagonismo de los diferentes actores implicados. El problema de la situación de calle no lo va a solucionar un único organismo del Estado, es una tarea de la sociedad».
Para el experto, es necesario revertir la visión que la sociedad tiene sobre las personas que viven en el espacio público. «Hay que trastocar esa imagen de que las víctimas son consideradas victimarias. Estas personas están en esa situación porque han sido vulnerabilizadas durante muchos años y tienen posibilidades de cambiar su realidad si cuentan con el apoyo y la comprensión de la sociedad».
Calzada opinó que es necesario reflexionar sobre la vida que llevan quienes están en situación de calle y analizar ciertas actitudes de rechazo que se están naturalizando, como poner pinchos en las puertas para que quienes habitan las calles no se puedan sentar o dormir en determinados lugares. «Muchas veces se despiertan temores, rechazo o lejanía en relación a estas personas y, por tal motivo, van quedando abandonadas. Considero que como sociedad tenemos que proponernos encontrar caminos que las incluyan socialmente».
Por otro lado, el sociólogo cuestionó que se suele problematizar sobre el comportamiento de las personas que viven en la calle y se los termina culpabilizando. «La gente se pregunta por qué estas personas duermen hasta tan tarde. Duermen hasta tarde porque la calle por la noche es más insegura y tienen miedo. Permanecen en alerta hasta que sale el sol y comienza a haber más movimiento en la calle, entonces se sienten más protegidas para dormir. Tenemos que hacernos preguntas diferentes para encontrar respuestas diferentes para una situación de tanta violencia como es vivir en la calle, dormir en la calle, comer en la calle y hacer necesidades fisiológicas en la calle».
Al finalizar, Calzada hizo referencia a las situaciones de crisis sanitaria ocasionadas por la covid-19 y aseguró que la problemática de la situación de calle se está agudizando. «Nos estamos enfrentando a una realidad nueva en la que comenzamos a ver personas que no tienen cultura de calle y naturalmente empiezan a tener problemas para sostener la vida. Personas que antes se podían pagar una pensión y actualmente no pueden». En tal sentido, opinó que el Estado debe invertir más porque «toda crisis requiere más inversión en políticas sociales».
Consultado por los recortes anunciados en varias áreas sociales, consideró que «son incomprensibles» y que se está «corriendo un riesgo importante». «En el contexto actual, la única respuesta que debería tener el Estado es más inversión pública. No solo en políticas sociales compensatorias, sino en educación, en generar empleo, en ampliar la cobertura de la salud. Se necesita más inversión en todos los campos de la sociedad. De lo contrario, más adelante va a ser necesario realizar una inversión mayor para lograr que las personas se recuperen. A la larga, la austeridad es más costosa”, concluyó.