Mucho ha llovido desde que los cuerpos robustos eran considerados modelo de belleza y salud. Las musas de Rubens difícilmente exhibirían ahora su rolliza desnudez, más por presiones sociales que por mojigaterías, y ni hablar de las gordas de Botero. Más allá de vanidades y cánones de escuálida belleza, la obsesión por bajar unos kilos responde a una creciente conciencia de ganar en calidad de vida y salud, y la gente se aventura con todo tipo de métodos. Uno que gana popular es el tratamiento con el balón gástrico o intragástrico, que ha demostrado efectividad, sobre todo cuando el paciente entiende que no es algo milagroso per se, sino un incentivo para adoptar mejores hábitos de vida. La idea, en otras palabras, es reeducar al cuerpo en nuevas y más sanas costumbres.
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¿Qué es el balón gástrico? Por lo general, se trata de una esfera de silicona que suele ser introducida en el estómago mediante una endoscopia, y una vez dentro es rellenada con suero salina y se deja flotando libremente durante un período de 6 meses a un año. Al tener el estómago parcialmente ocupado, la saciedad llega con menos alimentos, y disminuye la sensación de hambre y el ansia por comer.
Balón a la carta
Sabido es que la clave para bajar de peso es el déficit calórico, o sea, gastar más de lo que se consume. Del gasto se encarga el ejercicio físico y una vida poco sedentaria, pero el balón ayuda a comer menos.
Existe una amplia gama de opciones, entre las cuales destacan:
* Balón intragástrico Orbera: balón elástico de silicona diseñado para permanecer en el estómago por 6 meses o por un año. En caso de rotura inesperada del balón, la orina del paciente se torna verde, lo cual sirve de alerta. El balón es retirado por vía endoscópica.
* ReShape Duo: consiste en 2 balones esféricos conectados por una varilla flexible de silicona, para mejorar el efecto ocupante de espacio. Se coloca por endoscopía, y se recomienda su retiro a los 6 meses.
* Spatz Adjustable Balloon System (Spatz Medical): es un balón de silicona que se rellena con suero salino, consta de un catéter de llenado, que se extrae endoscópicamente y permite ajustar el volumen intragástrico para mejorar la tolerancia del paciente y aumentar la pérdida de peso. Soporta hasta 12 meses.
* Elipse: se traga como una píldora, autorrellena y expulsa de manera natural, ya degradado, a los 4 meses.
* Obalon: tiene una válvula de autosellado unida a un catéter y está integrado en una cápsula de gelatina, que al desintegrarse en el estómago libera al balón. Una vez hinchado con aire, se separa el catéter.
* Heliosphere Bag: contiene una doble bolsa polimérica cubierta con un reservorio externo de silicona, la cual se rellena lentamente con aire.
* Silimed Balloon: es una esfera de silicona situado en el interior de una vaina del mismo material, que se coloca vía endoscópica y se rellena con una solución salina.
* Adjustable totally implantable intragastric prosthesis (ATIIP): tiene forma de balón de rugby, se hincha con aire y se coloca mediante técnica de gastrostomía endoscópica percutánea.
No es para todos
Si bien es efectivo, este tratamiento tampoco es para todos. La mayoría de los balones son indicados para pacientes con obesidad, esto es, con un IMC (Índice de Masa Corporal) de entre 30 y 40 unidades, hay casos como el balón Elipse, recomendado solo para pacientes con sobrepeso, o sea, con un IMC entre 26 y 29.
No aplican los pacientes incapaces de entender los objetivos y seguir el protocolo del balón, las personas con alguna enfermedad psiquiátrica mayor, drogadictos y alcohólicos, embarazadas y lactantes, personas con contraindicación absoluta a la anestesia, una cirugía gástrica previa o patologías como esofagitis péptica grave, úlcera gastroduodenal y Enfermedad de Crohn. Tampoco clasifica quien se rehúse a firmar un consentimiento para los procedimientos.
En la mayoría de los casos, la colocación del balón gástrico se realiza mediante una endoscopia y bajo anestesia, de manera ambulatoria y con acompañamiento de un equipo multidisciplinario de gastroenterólogos y nutricionistas, que recomiendan una dieta preparatoria, y para las horas posteriores al procedimiento.
Los primeros días son incómodos; después de todo, hay un cuerpo extraño en el estómago. Se produce cierto rechazo gástrico, y el cuerpo intenta expulsar al intruso. Pueden sobrevenir espasmos, náuseas e incluso vómitos, pero en pocos días el organismo se acostumbra, y entra en juego entonces el compromiso del paciente con un cambio.
Si hay voluntad y disciplina, el paciente puede llegar a perder un 20 por ciento de su peso inicial en seis meses, pero si tras quitarse el balón vuelve a las comilonas de antaño, en breve el efecto rebote le hará ganar más kilos de los que perdió. Tiempo y dinero perdido…