Con el paso del tiempo, el cuerpo humano experimenta transformaciones naturales que inciden directamente en la salud ósea. Uno de los desafíos más importantes a partir de los 50 años es la pérdida progresiva de densidad ósea, que puede conducir a la osteoporosis, una enfermedad silenciosa pero incapacitante. En este contexto, las vitaminas desempeñan un papel tan decisivo como el calcio, actuando como aliadas indispensables para preservar la fortaleza de los huesos en la adultez mayor.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
Aunque el calcio continúa siendo el nutriente más mencionado en relación a los huesos, su eficacia depende, en buena medida, de la presencia de ciertas vitaminas que intervienen en su absorción, fijación y en la formación estructural del tejido óseo. A partir de los 50, la capacidad del cuerpo para absorber y utilizar estos nutrientes se reduce, lo que hace aún más relevante una dieta equilibrada y planificada con conciencia.


Vitamina A
La vitamina A cumple un rol esencial en el proceso de remodelación ósea, facilitando la regeneración celular y el reemplazo del tejido envejecido. Sin embargo, su consumo debe ser controlado: en exceso puede debilitar los huesos. Las fuentes más seguras y efectivas son los alimentos ricos en betacarotenos como la zanahoria, el boniato, la espinaca, la calabaza o el mango.
Complejo B
Las vitaminas del complejo B, especialmente la B2, B6, B9 (folato) y B12, contribuyen a la producción de colágeno, una proteína que actúa como andamiaje del hueso. Después de los 40, la síntesis natural de colágeno se reduce, por lo que incluir alimentos como legumbres, huevos, pescados y lácteos en la dieta diaria es crucial. Además, estas vitaminas ayudan a reducir la homocisteína, un compuesto que, en altos niveles, se ha vinculado con el riesgo de fracturas.
Vitamina C
Famosa por su capacidad para fortalecer el sistema inmunológico, la vitamina C también desempeña un papel determinante en la producción de colágeno y la protección de las células óseas frente al daño oxidativo. Incluir frutas cítricas, pimientos, brócoli y frutos rojos en las comidas es una forma simple y eficaz de reforzar los huesos desde dentro.
Vitamina D
Sin vitamina D, el calcio no puede cumplir su función estructural. Esta vitamina regula su absorción en el intestino y mantiene niveles adecuados de fósforo en sangre. Con los años, la síntesis cutánea de vitamina D disminuye, por lo que es importante garantizar su presencia mediante alimentos como pescados grasos, yemas de huevo y lácteos fortificados, así como con una exposición solar moderada y controlada.
Vitamina K
Menos conocida pero igualmente vital, la vitamina K asegura que el calcio se fije correctamente en el hueso y no se deposite en arterias u otros tejidos blandos. Se presenta en dos formas principales: la K1, abundante en vegetales de hoja verde, y la K2, que se encuentra en productos fermentados como el chucrut y los quesos curados. Su inclusión en la dieta puede marcar una diferencia significativa en la prevención de fracturas, sobre todo de cadera, que son las más frecuentes y graves en personas mayores.
Cuidar los huesos es cuidar la autonomía
Mantener la salud ósea es mucho más que evitar fracturas, es sostener la independencia, la movilidad y la calidad de vida. A partir de los 50 años, adoptar hábitos saludables como una dieta rica en nutrientes, actividad física regular (especialmente ejercicios de fuerza y equilibrio), control médico periódico y monitoreo de la densidad ósea, puede marcar la diferencia entre una vejez activa y una limitada por dolencias evitables.
En la etapa de la madurez, nutrirse bien es una forma de autocuidado profundo. Fortalecer los huesos es también fortalecer la posibilidad de vivir con plenitud cada etapa de la vida.