Hace poco, la factoría Disney estrenaba el corto animado Reflect, que visibilizaba un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) conocido como dismorfia, y que es más común de lo que podría creerse.
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Para resumirlo, quienes lo padecen no dejan de pensar en un rasgo que consideran un defecto físico y tratan de ocultarlo o modificarlo repetida y obsesivamente, lo cual los sume en un estado de ansiedad permanente, con pensamientos intrusivos constantes.
A veces el supuesto “defecto” no es tal, o al menos los demás no lo perciben así, pero para quienes sufren del también conocido como Trastorno Dismórfico Corporal (TDC) es un auténtico calvario: están tan preocupados por su apariencia que esconderla o cambiarla afecta su día a día, desde sus relaciones personales y familiares hasta su desempeño laboral. Lo peor es que les cuesta reconocer que tienen un problema, y que necesitan ayuda profesional.
Por ejemplo, la persona con dismorfia puede pasar horas al día examinando su apariencia en un espejo, al detalle, agobiado por un problema que a veces no es tal, o que magnifica en su condición. Si bien puede afectar a cualquier parte del cuerpo, las áreas más comunes son piel, cabello, nariz, senos, genitales, panza o músculos.
Se trata de un trastorno mental grave, pues quienes lo padecen pueden sentir una gran angustia, aislamiento social, dificultades para mantener relaciones interpersonales e incluso pensamientos suicidas, por lo cual es imprescindible conseguir ayuda profesional.
Un problema complejo
El TDC fue descrito por primera vez en 1891 por el médico italiano Enrico Morselli y afecta a entre el 1,7 y el 2,9% por ciento de la población, tanto a hombres como a mujeres. Aún así, a veces pasa desapercibido hasta para los expertos, que no logran diagnosticarlo bien. No pocas veces se le ha confundido con una esquizofrenia.
Tampoco se sabe a ciencia cierta qué causa la dismorfia. Puede ser fruto de una combinación de problemas, como antecedentes familiares, anomalías en el cerebro y evaluaciones o experiencias negativas que uno se hace sobre su cuerpo e imagen, sobre todo en ese período tan complicado que es la adolescencia. De hecho, en esas edades suelen verse los primeros síntomas.
Así, por ejemplo, puede pesar el tener parientes consanguíneos que padezcan este u otros TOC, o haber pasado por experiencias de vida negativas, como burlas en la infancia, negligencia o algún tipo de bullying (abuso).
Hay quien considera el perfeccionismo una virtud, pero para otros es una carga, y tampoco debe subestimarse la presión social y las expectativas de belleza imperantes en una época en que se le hace un culto excesivo a la imagen.
El asunto es que, si no se trata adecuadamente, la dismorfia puede golpear tan fuerte la autoestima que desencadena episodios de depresión severa, e incluso puede dar ganas de acabar con el suplicio de la manera más trágica. El “qué dirán” es un fantasma que cuesta desterrar, pero pesa mucho en este problema. También pesa mucho la importancia, a veces exagerada, que se le confiere al aspecto físico.
Descifrando los síntomas
Los estudiosos del TDC coinciden en señalar los siguientes síntomas:
- Estar extremadamente preocupado por un defecto que percibes en tu apariencia, aunque nadie más lo note
- Estar convencido de que tienes un defecto que te hace feo o deforme
- Creer que a los demás le importa particularmente tu apariencia, o que se burlan de ti por ella
- Tener la necesidad irresistible de mirarte en el espejo para ver cómo arreglas u ocultas el supuesto defecto
- Intentar ocultar los “defectos” con el estilo, el maquillaje o la ropa
- No dejar de comparar tu apariencia con la de los demás
- Necesitar que los demás aprueben tu apariencia
- Perseguir una perfección imposible
- Buscar procedimientos estéticos y no quedar satisfecho
- Evitar situaciones sociales donde te sientas bajo escrutinio
Si tienes alguno de estos síntomas, y te das cuenta de que es demasiado, busca ayuda profesional. Es muy raro que este trastorno mejore por sí solo, pero con una terapia adecuada y el acompañamiento autorizado, se puede vivir con esta condición, e incluso -como Bianca, la heroína del mencionado corto de Disney- salir victorioso de ese pozo tan oscuro en el que a veces nos sumergimos queriéndonos ver “más bonitos”.