Advertidos estábamos, pero poco hicieron los decisores del planeta: para la próxima década la Tierra vivirá su primer verano en el que se derrita prácticamente todo el hielo flotante en los mares del Ártico, unos 10 años antes de lo previsto, una realidad que los científicos ya consideran inevitable.
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Incluso si los líderes globales consiguen implementar políticas que reduzcan de manera efectiva la emisión de gases de efecto invernadero, ya nada podrá revertir la tendencia actual. Se desperdició una oportunidad de oro, el llamado final, y en unos años sufriremos las consecuencias. No es alarmismo, son hechos.
“La gente no escuchó nuestras advertencias. Desgraciadamente, ya es demasiado tarde para salvar el hielo marino estival del Ártico”, dijo el oceanógrafo Dirk Notz, uno de los coautores del estudio desarrollado por la Universidad de Hamburgo (Alemania).
En declaraciones al periódico británico The Guardian, Notz afirmó que el descongelamiento estival de las masas de hielo será el primer componente importante del sistema terrestre que se perderá por el calentamiento global. Y una vez que se pierda, no habrá manera de reponerlo.
Ante ese escenario, el colectivo de científicos recalcó que las naciones deben prepararse para un aumento de las condiciones climáticas extremas en todo el hemisferio norte, una de las consecuencias probables de un hito meteorológico que no se esperaba tan pronto.
De hecho, hace par de años el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, siglas en inglés) determinó que el Ártico mantendría su hielo estival si las emisiones se reducían marcadamente, y pronosticó que, en caso de emisiones intermedias o altas, ese hielo vendría a perderse para la década de 2040.
A su vez, la investigación de la Universidad de Hamburgo señala que 90 por ciento del deshielo actual obedece al calentamiento global provocado por el hombre, y el restante se debe a factores naturales, como la variación de la intensidad del sol y las emisiones de los volcanes.
“Los seres humanos son realmente los culpables de casi toda la pérdida de hielo marino ártico que hemos venido observando”, señaló Notz.
Consecuencias
Sin ánimos de ponernos tremendistas, pero para dar cierto relieve al problema planteado, el derretimiento de los hielos flotantes del Ártico tendría un impacto significativo para el medio ambiente, y en consecuencia, para la vida humana. Por ejemplo:
* Aumento del nivel del mar: esto provocaría la inundación de áreas costeras bajas y la pérdida de tierras habitables. Las ciudades en los litorales, las islas y los ecosistemas sensibles podrían verse especialmente afectados.
* Cambio climático acelerado: el Ártico juega un papel crucial en la regulación del clima global. Los hielos flotantes reflejan la radiación solar, ayudando a mantener la temperatura del planeta. Cuando se derritan, quedará expuesta el agua oscura del océano, que al absorber más calor acelera el calentamiento global, lo cual podría desencadenar cambios climáticos más rápidos y extremos.
* Pérdida de biodiversidad y hábitats: el Ártico alberga una amplia variedad de especies adaptadas a las condiciones extremas de la región. La desaparición de los hielos flotantes tendría un impacto devastador en los ecosistemas árticos y en la biodiversidad única que depende de ellos. Especies como el oso polar, las focas y las aves marinas podrían enfrentar graves dificultades para sobrevivir.
* Cambios en los patrones de circulación oceánica: esto podría tener consecuencias impredecibles en los sistemas climáticos y afectar las corrientes de viento y las precipitaciones en diferentes regiones del mundo.
* Impacto en las comunidades indígenas: los pobladores del Ártico dependen de sus recursos naturales para su sustento y su cultura. El derretimiento de los hielos flotantes podría alterar sus modos de vida tradicionales, como la caza y la pesca, y poner en riesgo su seguridad alimentaria y cultural.
Por otro lado, vale insistir en que el deshielo estival del Ártico tendría un impacto global, de ahí que se impone tomar conciencia y hacer algo para intentar retrasar o revertir lo que la ciencia ya considera inevitable. A estas alturas, solo nos queda la esperanza.