Los micelios, la parte “oculta” de los hongos, son colchones conformados por marañas de filamentos interconectados que se extienden cientos de kilómetros en el equivalente a un pie cuadrado, capaces de conectar los bosques del mundo con los nutrientes del suelo. Con un diseño similar al de las células nerviosas o cerebrales de los organismos complejos (también a Internet), los micelios regulan la comunicación entre el suelo, sus nutrientes y los bosques.
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No sólo evocan metafóricamente las conexiones neuronales o Internet, sino que conforman un colchón esponjoso e invisible que descompone en silencio materia vegetal y tiene el potencial de curar (antibióticos) y salvar el mundo (pueden alimentarse de petróleo y pesticidas, sustancias orgánicas que convierte en hidratos de carbono simples).
Micelios, neuronas, Internet… ¿Un mismo modelo universal?
Debido a la extremada interconexión de las neuronas, se ha comparado el funcionamiento del cerebro con Internet, que al fin y al cabo es una basta red, descentralizada y compuesta por nodos conectados entre sí, que se extienden de un modo capilar a cientos de millones de terminales.
La infraestructura de Internet se basa en una metáfora técnica presente en la naturaleza. El cerebro humano opera de un modo similar a la Red y sus distintas partes interaccionan entre sí como lo haría una extensa red de amigos.
Para el micólogo Paul Stamets, sin embargo, si hay un tejido vivo en la naturaleza en el que se podrían haber basado los científicos de DARPA mientras concebían el germen de una red descentralizada (y, por tanto, militarmente indestructible en su totalidad, el motivo inicial por el que la idea germinó en el Departamento de Defensa de Estados Unidos), ese es el conformado por las extensas redes que, justo bajo el suelo, crean los micelios.
Los micelios son la parte invisible para el ser humano, aunque crucial, de los hongos. Constituyen el tejido subterráneo capaz de sustentar los hongos, que muchas ocasiones alcanzan la superficie del sotobosque.
Su aspecto es, en efecto, muy similar a una representación conceptual de las interconexiones creadas por Internet, y quizá todavía más parecido al tejido cerebral visto desde el microscopio.
Los micelios, capaces de extender sus ramificaciones a gran velocidad (más de 1 mm por hora), absorben nutrientes mediante millones de filamentos unicelulares.
Papel vital en la naturaleza
El ser humano puede aprender mucho de su profundo conocimiento, ya que los micelios regulan la salud de la masa forestal del planeta e incluso podrían alinearse con la disciplina de la bioingeriería para salvar al mundo, literalmente.
Los hongos son la base de la medicina moderna, ya que comparten con los animales una profunda aversión hacia las bacterias, lo que explica que los antibióticos más efectivos procedan del cultivo de hongos.
Además, los micelios, o extensiones capilares de los hongos que se adentra en el suelo, son los grandes recicladores del planeta y la especie de vanguardia en la restauración de hábitats.
La importancia de los micelios no radica en la mera curiosidad científica. Al usar la extensión capilar que crece como una maraña bajo la tierra, un hongo absorbe nutrientes de su entorno a través de los filamentos en que acaba cada diminuta bifurcación de la estructura (hifas), cuyo papel es vital en ecosistemas terrestres y acuáticos para descomponer materia vegetal.
Los micelios contribuyen al sustento orgánico de los suelos y actúan como sensores interconectados: su crecimiento, alimentado por la masa forestal que contribuyen a descomponer, emite dióxido de carbono, utilizado por los bosques para su crecimiento.
Asimismo, incrementan la eficiencia de muchas plantas en la absorción de agua y nutrientes y las protege de varios patógenos, además de servir de fuente alimenticia de varios invertebrados.
La auténtica red de redes
La vida existe a lo largo del cosmos y es la consecuencia de la materia en el universo. Dada esta premisa, a partir del resultado de la materia y con la simple premisa de la reproducción celular, que forma una cadena, la cual eclosiona en varias direcciones, ¿qué es lo que se obtiene?”
Se consigue un entorno neurológico que se parece a los micelios. No es accidental que las neuronas y los astrocitos cerebrales se organicen de un modo similar. No es un accidente que Internet se organice de un modo similar.
La Internet natural de la Tierra es la red de micelios. Si existe alguna destrucción de este entorno neurológico, la red micélica no muere; es capaz de adaptarse, recuperarse y cambiar.
Este mismo sistema neuronal, capaz de “sentir” nuestros pasos mientras nos desplazamos por el bosque, tiene un potencial científico que el ser humano no debería dejar escapar.