El verano va agarrando confianza, las temperaturas suben, y las playas de Uruguay comienzan a llenarse con locales y turistas deseosos de sacarse el frío del cuerpo. Por eso la imagen de personas tumbadas al sol, ya sea en sus reposeras, manteles o toallas es cada vez más recurrente, tentadora y hasta cierto punto alarmante, sobre todo por la conciencia cada vez más acentuada en los peligros de dorarse en exceso.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
El asunto es que Uruguay es un país con una alta exposición a los rayos ultravioletas (UV) debido a su posición geográfica cerca al ecuador del planeta. Si bien ello no significa que los niveles de radiación solar son más altos en comparación con otros países, el debilitamiento de la capa de ozono en las inmediaciones de la Antártida genera una preocupación razonable, que no debe tomarse a la ligera.
Entre los principales peligros destaca el cáncer de piel, un problema global que no le es ajeno a los uruguayos: la estadística es inquietante, en promedio cada semana mueren dos personas en el país por melanomas y carcinomas, pérdidas que podrían evitarse, pues una detección precoz salva vidas.
Los especialistas alertan, en especial, a quienes al primer rayo primaveral comienzan a despojarse de ropas y someterse a auténticos baños de sol, de esos que curten el cuero y propician el surgimiento de enfermedades cutáneas.
Los expertos también hacen énfasis en proteger a los menores de edad, y desde chicos evitar su exposición irresponsable a los rayos de sol. Ojo, no se trata de encerrarlos y condenarlos a una vida de penumbras, si no de velar que salgan en las horas de menor radiación, con vestimenta adecuada, preferiblemente la oscura, que repele los rayos UV, y usando lociones de protección, como bloqueadores.
Pero ya advertían los antiguos: nada con exceso, todo con medida.
Sol saludable
Es un hecho incontestable que la exposición al sol en pequeñas cantidades es fundamental para la salud, pues le permite al cuerpo fabricar la vitamina D necesaria para reforzar el sistema óseo y osteomuscular.
Según los patrones colegiados por la comunidad científica, de 10 o 15 minutos de exposición diaria al sol en el dorso de las manos, los brazos y la cara son suficientes para la salud. Tampoco se trata de salir a la Rambla con un cronómetro para no excederse en los tiempos, pero hay límites que no deben cruzarse.
Por ejemplo, entre las 10 y las 16 horas la radiación es más intensa, y una exposición prolongada puede provocar efectos agudos y crónicos: daños en el ADN, quemaduras, reacciones fototóxicas y fotoalérgicas e inmunodepresión, que puede considerarse un factor de riesgo de cáncer, y que puede reactivar ciertos virus, como el causante del herpes labial. Sin contar que el solo acelera el envejecimiento de la piel, con la consiguiente pérdida de elasticidad y retraso en la cicatrización de las heridas.
No se trata de asustar, sino de educar
Más allá de la piel, la radiación UV puede causar problemas oculares agudos, como fotoqueratitis (inflamación de la córnea) y fotoconjuntivitis (inflamación de la conjuntiva). Según la Organización Mundial de la Salud, tales efectos son reversibles y no suelen causar daños a largo plazo, pero son dolorosos y quizás requieran de una intervención terapéutica.
El problema es cuando las afecciones son crónicas: cataratas, pterigión (la carnosidad que cubre parcialmente la córnea), y cáncer dentro y alrededor del globo ocular. Para prevenir, lo mejor es usar gafas protectoras, preferiblemente compradas en una óptica, que cuentan con los filtros apropiados, pues unos lentes “truchos” pueden causar más mal que bien.
No se trata de asustar, sino de educar: ya mencionamos algunas de las bondades de tomar el sol, pero vale agregar que esta práctica no es exclusiva de los humanos, pues en el reino animal criaturas grandes y pequeñas satisfacen sus necesidades biológicas exponiéndose a la luz solar, desde lagartos y reptiles, hasta mariposas y aves que expanden sus alas y absorben la calidez porque su instinto les indica que es algo provechoso.
¿Qué motivos llevan a los animales a exponerse tanto al sol, con los peligros que entraña para los eslabones más débiles de la cadena alimenticia? Estas son algunas identificadas por los científicos.
En primer lugar, controlar la temperatura corporal, un proceso conocido como termorregulación, que afecta en particular a las especies de “sangre fría”, como reptiles, anfibios, algunos insectos y al menos dos especies de peces, la carpa y el enorme pez luna, que pasa casi la mitad de su vida cerca de la superficie del agua.
A diferencia de los mamíferos y las aves endotérmicas, las denominadas criaturas ectotérmicas no pueden mantener una temperatura corporal estable mediante el calor creado por su metabolismo, y su temperatura fluctúa en dependencia de su entorno. Así, por ejemplo, los climas fríos ralentizan las reacciones químicas que regulan sus procesos corporales, desde la función inmunitaria hasta el rendimiento muscular.
Otras especies se asolan para ahorrar energía, esto es, que su metabolismo no tenga que hacer todo el trabajo, y entre los ejemplos más citados destacan el lémur de cola anillada, los correcaminos, un tipo de cabra salvaje conocida como íbice alpino, que desanda parajes fríos y de escaso pasto.
Por otro lado, abundan las evidencias de que los animales tratan ciertos problemas de salud con baños de sol: las golondrinas eliminan así a los parásitos que medran entre sus plumas, mientras que los ectotermos buscan la luz solar para matar virus y bacterias, como una suerte de fiebre inducida. Esto último, claro está, es apenas una hipótesis difícil de verificar.
A su vez, comprender mejor cómo inciden los baños de sol en los mamíferos podría servir para tanto mejorar el cuidado de las criaturas en cautividad, como para ayudar en los esfuerzos de conservación de los animales salvajes. Sería, además, una invitación a que abracemos nuestro lado más animal, y adoptemos al fin una relación más saludable con el sol nuestro de cada día.