El intendente de Colonia, el doctor Carlos Moreira, es el típico ejemplo del caudillo tradicional y de las prácticas de caudillismo. Militante del Partido Nacional desde 1982, ha ocupado desde 1985, en un departamento de hegemonía nacionalista, distintas responsabilidades institucionales.
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Diputado por su departamento, intendente desde 1995 hasta 2004, ya que fue reelecto, subsecretario del Ministerio del Interior en el gobierno de Lacalle, senador y ahora nuevamente intendente.
Es fácil comprender la fuerte y clásica estructura política territorial desarrollada en torno a su figura.
El día 21 de octubre, cuando a iniciativa de la bancada de ediles del Frente amplio la Junta Departamental de Colonia iba a sesionar para analizar el juicio político al intendente, los ediles de la lista 904 y 12404, del Partido Nacional, no solo dejaron sin quórum la sesión, sino que además convocaron a una concentración en apoyo a la figura de Carlos Moreira.
Lágrimas de cocodrilo
A pocos días de las elecciones nacionales, el Partido Nacional aceptó presuroso la renuncia del intendente a su orgánica; sus dirigentes alardearon sobre la casi sumaria decisión, pero omitieron lo más importante: solicitar su renuncia a la Intendencia. Los audios, que en una cortina de humo de dirigentes nacionalistas se escudan en que obedece a una relación íntima del involucrado, no mencionan la situación grave y de fondo, que es el asunto del otorgamiento y extensión de pasantías a cambio de retomar, aparentemente en este caso, vínculos con una antigua amante.
Apartar al intendente Moreira del Partido pero no de la Intendencia es como dejar viviendo al “violador con la abusada” y no es creíble que no perciban la sutil diferencia.
El Partido Nacional, cada uno de sus sectores y dirigentes, tomó la decisión de desvincularlo, dijeron en todos los medios de prensa, con gran dolor; no lo desvinculan del cargo de Intendente, como no lo hicieron con Bascou y otros intendentes vinculados en casos de abuso de poder, porque es justamente alrededor del cargo de intendente que ellos han construido su poder político y electoral.
Fálicamente blancos
Las repercusiones públicas, de uso del poder institucional o político, nos llevan a preguntarnos cuántas situaciones aberrantes más son moneda corriente pero no son denunciadas, en un método que parece naturalizado entre algunos dirigentes del Partido Nacional.
Lo más complejo de este asunto es que todo seguiría su misma lógica, de no ser por las luchas políticas internas, por lugares de poder entre los blancos de Colonia; no hubo en el ánimo de quienes difundieron los audios, hasta ahora al menos, una clara actitud de combatir estas aberrantes prácticas clientelistas.
Vaya nuestro reconocimiento a las importantes responsabilidades partidarias alcanzadas por la escribana candidata a vicepresidenta, Beatriz Argimón, en el seno de un “partido de hombres libres…y patriarcales”.
Si bien el caso Moreira difiere de los escandalosos sucesos ocurridos durante la intendencia blanca en el departamento de Paysandú, conocidos como los de la “casita del Parque”, hay un elemento común y es el involucramiento de funcionarios con responsabilidades institucionales.
A la participación de funcionarios con responsabilidades institucionales se suma una cuestión de fondo más compleja, y es la naturalización, la cotidianeidad de asistencias a los ámbitos que, lejos de ser propicios de fomento, deberían ser combatidos.
Hay un video que circula por las redes donde se ve alegremente al intendente Carlos Moreira en un local, posiblemente una whiskería, donde una joven baila encima de su mesa, e incluso accede a ser acariciada en sus senos.
Tal vez es otra antigua amante, aunque es muy joven; pudiera ser una muchacha conocida del intendente que ejerce el oficio de bailarina, pero, ¿cómo se explica la presencia como consumidor del responsable de implementar las políticas municipales que rigen el funcionamiento de estos locales?
¿Cuáles son las garantías, de alguien que, posiblemente de ganar el Partido Nacional, estaba entre los candidatos a ser ministro del Interior, cuando demuestra estas actitudes que fomentan las prácticas que desde distintos ámbitos de la sociedad civil y el gobierno se combaten?
¿Desconoce el intendente Carlos Moreira y su entorno la lucha internacional contra la explotación y el comercio sexual?
¿Qué medidas de prevención ha tomado para combatir la vulnerabilidad con respecto a estas prácticas en su departamento, teniendo enfrente a la ciudad de Buenos Aires?
¿Ha sido acaso rentable para la Intendencia, o para las arcas del sector, el no control sobre el negocio de entretenimiento erótico y sexual?
Creo que, en realidad, en el caso de Carlos Moreira y de los otros involucrados esas prácticas están dentro de una aberrante concepción, caudillista y patriarcal, de la actividad política.
Poseer poder de resolución, de dar respuesta en las necesidades más concretas de la gente, habilita en esta infame concepción a la búsqueda de la total sumisión y entrega del otro; su vulnerabilidad (ser joven y/o mujer pobre), o en algunos casos las aspiraciones de ingresar a ciertos círculos selectos, afines al ejercicio del poder, son dos de los elementos que permiten la existencia de estos vínculos.
Porque hay una ausencia absoluta de una visión humanista y de empatía con el otro. Ese otro, con su presencia, es el caudal electoral, es la fuerza organizada que permite el trampolín político, y en estos casos más extremos la carne trémula que se obtiene como un trofeo para el comentario machista.
¿Auditorías?
La presidenta de la Asociación de Empleados y Obreros Municipales de Colonia, Miriam Dos Santos, denunció: “Este tipo de irregularidades se ha dado hace años, en distintas administraciones. Los pasantes que ingresan tienen un sueldo aproximado de 8.400 pesos por cuatro horas de lunes a viernes, tendrían que estar seis meses y al cumplir ese período dar la oportunidad de que otro pasante pueda ingresar, para permitir una primera experiencia laboral a otro. En Colonia se ha llevado a cabo un sistema de proceder que es el amiguismo. Más de una vez se les renuevan los contratos a los pasantes y en algunas ocasiones tienen algún vínculo con algún mando medio o autoridad dentro de la Intendencia”.
La sombra de duda, la mancha que deja el accionar de Carlos Moreira, su permanencia al frente del ejecutivo comunal, salpica, fundamentalmente, a las trabajadoras en pasantía. Obliga seguramente a que sus ámbitos domésticos tengan que salir a aclarar si lo términos de la renovación implicaron alguna de estas prácticas. Una verdadera vergüenza nacional.
En todo este fango, solo emergen claras las voces de los ediles del Frente Amplio y del sindicato de trabajadores municipales; si los audios fueron obras de los ediles ahora renunciantes, María José García y Andrés Sobrero del sector que lidera Ricardo Planchón, otro viejo caudillo nacionalista de Colonia, ninguno podía desconocer el manejo de las pasantías.
La sociedad de Colonia tiene una oportunidad única de sanear la política en el departamento.