Hoy, mientras repasa su trayectoria grabando una serie de EPs en vivo en la Sala Camacuá junto a una multitud de músicos amigos, Mauricio Ubal vuelve a recordarnos que la canción, cuando es honesta, no se gasta: se reinventa.
Compartimos en esta nota algunos extractos de la entrevista realizada en el episodio #14 de Atardecer naranja e invitamos a todos los lectores a seguir acompañándonos por los canales de Youtube de Caras y Caretas. Todos los jueves a las 18 hs., conversaciones con artistas y personas vinculadas a la cultura.
Embed - Atardecer Naranaja #14. Mauricio Ubal
Una vez le escuché decir a Fernando Cabrera que lo mejor que le podía pasar a un músico popular es pasar al campo de lo anónimo, que las canciones se canten aunque no se sepa de quiénes son. ¿Cómo vivís vos ese proceso?
Es lo que nos pasa. Eso siempre nos pasa, sobre todo cuando hay canciones que andan mucho o empiezan a volar. La gente las empieza a hacer suyas, y con el tiempo uno pierde el rastro. Eso no quiere decir que uno no deje de pelear y de sostener lo importante de defender los derechos del autor, y más en esta época de tanta cuestión con la inteligencia artificial.
¿Qué es la música popular uruguaya para vos? ¿Cómo te sentís parte de ella?
La música popular es una de las columnas vertebrales de nuestra cultura.
No tengo ninguna duda de que la riqueza que tiene hoy nuestra cultura, que es tan vasta, tiene que ver con que la música de acá es una referencia ineludible.
¿Te sentís un custodio de la memoria musical del país desde tu trabajo en Ayuí/Tacuabé y la Cámara Uruguaya del Disco?
Eso de guardián, nunca me lo había propuesto, pero en los hechos uno ha sido un rescatista de muchos materiales. Tengo una labor importante, no solo en términos de archivos, sino justamente de custodiar un patrimonio que, como decías, con las nuevas tecnologías y los avances, de repente se pierde y no queda en ningún lado. Además de apoyar y sacar los materiales nuevos de los artistas nuevos, también es linda esa otra pata de no olvidarse de algunas grabaciones que consideramos importantes.
Empezaste en Bella Italia, escuchando milonga, murga, candombe, ¿qué sonidos te habitan todavía de esa infancia urbana? ¿Cómo te siguen hablando hoy?
Lo que uno escucha cuando es niño, adolescente, te queda muy impreso. En la memoria, y también contiene una especie de memoria afectiva. Cada dos por tres me estoy yendo para esos lugares en el sentido musical, para el candombe beat, las milongas. Todo lo que uno escuchó en esa edad donde cada cosa la tomás y la chupás como si fueras una esponja. Y luego te queda por ahí, a los músicos nos queda por ahí, y de alguna manera va siendo un ladrillito tras otro lo que te va armando el piso, con lo cual vos te parás después arriba de eso para hacer tu música.
En 1979 fundaste Rumbo con músicos fundamentales como Laura Canoura, Gonzalo Moreira, Carlos Vicente y Miguel López. ¿Cómo recordás hoy ese cruce colectivo? ¿Qué traía cada uno que los juntó? ¿Cuál era su pulso ético, más allá de lo musical?
Éramos bastante muchachos. Éramos gente muy joven y que estaba haciendo sus primeras armas. Fuimos muy amigos y creo que hicimos lindas cosas, nos exigíamos mucho, ensayábamos mucho y lográbamos cosas muy lindas, algunas de las cuales nos sorprendieron a todos, como es el caso notorio de A Redoblar. Y el primer recital de Rumbo fue en junio del 79 y nosotros entrenamos esa canción tres meses después. Y ahí empezó otra cosa. A partir de eso fue otro recorrido, otro requerimiento del grupo. Nos instalamos en los murgueros, que creo que en ese momento no era una cosa habitual, la murga no formaba parte del menú de los artistas. No había grupos que se subieran a cantar una murga. Y Rumbo lo hizo mucho durante tres o cuatro años y eso creo que en primer lugar ayudó a sembrar el código murguero, a tenerlo como una cosa motivacional. A su vez los otros músicos empezaron a interesarse, y empezaron a surgir canciones murgueras rápidamente.
A redoblar se transformó en un himno de resistencia. Y genera esa sensación de multitud que avanza progresivamente y con fuerza. ¿Cómo surgió? ¿Qué potencias emocionales y políticas contenía esa canción para vos en el inicio? ¿Qué relación encontrás entre su forma y su contenido, en qué medida la canción fue pensada como un eco?
Creo que nunca llegás a saber bien por qué tal canción tuvo tal recorrido o tal destino, y por qué otras no. Creo que esta pegó bien porque estaba bien armada. Tenía la música, tenía un algo especial que la gente la agarró enseguida, le gustaba, te atrapaba. Lo que te queda de una canción primero que nada es la melodía. Entonces esa cuestión, como decís vos, como de marea, que va volviendo y que vuelve, eso fue importante. Y la letra jugaba con los códigos de la época. Nosotros no podíamos andar diciendo cosas de frente porque nos iban a censurar y vaya a saber qué otras cosas, entonces tenía los códigos de la sugerencia.
Todas nuestras músicas iban por sugerir cosas, y armabas textos que tenían una doble lectura muchas veces, y jugabas con la complicidad del escucha. La gente también estaba esperando eso, y también te hacía sentir que lo estaba entendiendo.
Mauricio Ubal, artista, músico, coordinador general del sello discográfico AYUI/Tacuabé y presidente de la Cámara Uruguaya del Disco. Foto de archivo.
Después emprendiste como solista. ¿Cómo fue ese pasaje de lo colectivo a lo personal? ¿Qué encontraste en vos mismo que te permitió reinventar algo de tu paisaje musical?
Me costó mucho. A mí el rompimiento de Rumbo me costó porque era el grupo con el que yo había empezado a trabajar y estaba muy acostumbrado y nos había ido muy bien. Cuando viene la separación, a mí me causa un impacto grande y demoro varios años en reacomodarme y volver a situarme y a creerme como solista. Y a reinventarme también, a hacer repertorio que yo pudiera cantar. Cuando vos tenés a Laura Canoura o tenés seis tipos que cantan muy bien, podés hacer un montón, un menú de canciones muy amplias, que era lo que hacía con Rumbo, que teníamos murga, milonga, canciones con aire tropical o hacíamos un son, jugábamos muy abiertamente. Cuando tengo que volver a ser solista, tengo que pensarme en lo que yo soy, en mi voz, en mis recursos, y eso me llevó un tiempo. Fue un proceso que lo fui haciendo a través de los discos, yo siempre pienso que a partir de los discos uno va estableciendo como pisos. Viste cuando vas haciendo una escalera y tiene un rellano, después seguís y tiene otro rellano, los discos para mí son eso. Una vez que empecé a crear un poco para mis posibilidades, fueron saliendo las canciones, que a la postre hoy son las que sigo haciendo.
Ganaste el primer premio del concurso “Himno a Montevideo” y la ciudad se hizo letra a partir de esa canción tuya. ¿Qué significa cantar la ciudad, con su memoria, sus pliegues, sus dolores, su alegría?
Cuando empecé a componer, de las primeras cosas que aparecieron fue la calle donde yo vivía, calle Génova, allá en Bella Italia. Había una canción que se llamaba Montevideo, que la hacíamos en las primerísimas épocas de Rumbo, un candombe. Yo ya tenía el tema ese de la ciudad, de la calle, de lo urbano, del paisaje en mi poesía. Y aparece el concurso del Himno a Montevideo, me presento, sin mucha expectativa. Me costó mucho encontrar una letra. Yo siempre hago primero las músicas, la música más o menos fue rápida, pero la letra me costó muchísimo, porque como hablás de Montevideo, si no querés andar nombrando lugares y calles y cosas, a lo sumo podés dar alguna referencia, como al final está el cerro, la bahía, el mar, la rambla, cosas muy grandes. Al final pude encontrarle la vuelta, y es una canción que me cambió la vida a mí como músico. La gente empezó a identificarme con el sombrero, y por más que yo hacía ya como 15 años que venía cantando, es a partir de esa canción donde me asiento en el formato solista.
¿Y qué sentís que capturaste con esa canción? O sea, si tuvieras que describir el corazón de Montevideo que late en esa canción.
Creo que fue cuando encontré que era como un viento. La canción al principio dice “con su voz marinera encantada un viento inventor de avenidas”, cuando encontré la imagen de que había como un viento que venía extraño, porque Montevideo es muy ventosa, creo que encontré algo del corazón.
Era un viento, simbólico pero que dentro de ese viento venía todo, venía el pasado, venía lo actual y venían las cosas reales, pero también venía lo otro, lo fantástico. Es una canción que también es de ese momento pero yo creo que como no pisa determinadas cosas, no se para demasiado en el momento, todavía se puede cantar y perdura.
En agosto ingresaste a la Academia Nacional de Letras. ¿Cómo es el diálogo para vos entre la música y la letra? ¿Qué es lo que el lenguaje no puede decir y qué es lo que con la música no alcanza?
La canción es un bicho diferente. No es un poema ni es solamente la música. Es la conjunción de ambas cosas. Y en mi caso y creo que en buena parte de los cantautores, en general partimos de la música. La música nos va sugiriendo palabras, imágenes, versos. La música te indica cuando tenés que cortar o hacer un puente, o generar un estribillo donde metés otra cosa. Cuando está bien hecha una canción la letra está impregnada en el sonido y viceversa. Para mí fue una sorpresa muy grande ingresar a la Academia Nacional de Letras, jamás en mi vida pensé que yo iba a entrar en esa casa. No la tenía presente como algo a lo que uno pudiera ser parte. Tal vez lo más lindo de todo esto es la importancia que se le reconoce a la cancionística dentro del arte y de la cultura uruguaya. Eso me parece lindo, me parece importante y bueno me tocó a mí pero podía haber sido otro colega.
¿Desde dónde llega la música que haces?
Creo que todo lo musical es un viaje al inconsciente. Es bien una introspección, no sabes de dónde te vino tal melodía. Yo siempre parto de melodías, alguna vez tuve un ritmo pero en general es una vuelta melódica, que después vas enraizando en la guitarra, la vas buscando, acomodando y cambiando. Eso es un trabajo realmente con el inconsciente. Con esa cosa que uno sabe que te da la posibilidad de crear melodías y después asentarlas, definirlas y a partir de la cual empiezas a ver después una letra. A veces la melodía ya viene con algo de letra, eso también es curioso y es lindo, y ahí también lo dejas correr a ver a dónde va, a ver qué te va diciendo. La propia canción te va llevando hacia algún lugar.
¿Y a dónde va la música que hacés? ¿Te imaginás un destino, pensás algún tipo de público u oyente ideal imaginario?
No tengo un público específico pero creo que que pienso en alguien de mi edad. Yo creo que el imaginario es que le canto a una persona más o menos como yo, de cualquier ámbito pero etariamente como yo. Creo que inconscientemente uno trabaja para una especie de escucha que va viviendo más o menos en su edad.
Desde la dictadura hasta hoy tu obra es un testimonio de tu inconsciente pero también de la memoria y de una memoria compartida. ¿Cómo conjugás esa dimensión ética de historia y resistencia con la belleza estética?
Desde el principio creo que lo tuve claro porque tuve maestros muy especiales que me marcaron eso. Tuve a mi maestra fundamental, mi compañera de vida, que siempre estuvo Elena Silveira, siempre fue muy compinche en prácticamente todo lo que he hecho y entonces ella era la primera que escuchó siempre los materiales. Ella me decía esto todavía no está, seguir trabajándolo, esto puede mejorar, esto ya está, no le des más vueltas. Ese tipo de resoluciones que a veces es necesario tener. Contestando la pregunta anterior, capaz que yo compuse siempre primero que nada para Elena.
¿Alguna vez tuviste miedo de lo que estabas expresando? En los contextos históricos de represión, ¿la necesidad de expresión siempre fue más fuerte?
La verdad que éramos bastante inconscientes en la época de la dictadura, porque estábamos teníamos todo el peso espantoso de lo que fue la censura y nosotros hacíamos lo que hacíamos igual.
Probábamos con el código de la censura, sabíamos que teníamos que ser sutiles. El asunto es la forma en que contás lo que vayas a contar, siempre lo que a mí me preocupó es cómo contar las cosas, no tanto el contenido.
No tanto la anécdota, la historia, que a veces la tenés y a veces no la tenés. A veces la canción son imágenes nada más, no hay una línea de tiempo contando un cuento. Lo que importa es cómo contás eso. En definitiva se trata siempre de lo formal, del cómo más que del qué. Entonces cuando encontrás la manera en que vas a hablar de eso, se te abre todo una posibilidad creativa.
Estás haciendo un recorrido por tu trayectoria, grabando cuatro EPs en vivo en la Sala Camacuá, con un montón de amigos invitados. ¿Cómo estás viviendo esta reunión, cómo se gestó este proyecto, cómo se resignifican tus canciones en este encuentro?
Es muy lindo porque partió del recital que hicimos en 2019 a partir del cumpleaños número 40 de A redoblar, ahí hicimos un espectáculo llamado Redoblando en la Camacuá y de ahí extraje buena parte de esta producción. Son tomas en vivo, con dos temas más de otro espectáculo y viene a funcionar como una especie de recorrido, aunque no fue la intención original. También hay un montón novedades en esas cosas, que eso fue lo que me alentó a sacar el material. Hay conjunciones, yo te diría casi únicas, y versiones muy lindas de canciones. Hay algún estreno inédito. Para mí como autor y como intérprete tenía un gollete mostrar este material. Fue una noche muy especial.
Si cerrás los ojos para componer hoy, ¿a quién le cantas? ¿Qué paisaje social atraviesa la canción del presente?
El otro día en la presentación en público en la Academia estrené una canción y me di cuenta que me siguen preocupando los mismos temas. Las injusticias, el amor, las tradiciones, la búsqueda de un mundo mejor, las utopías, y bueno, por ahí los derroteros. También la ciudad, lo futbolístico, el carnaval, siempre esas cosas están metidas en mis canciones y cada dos por tres aparecen. A veces no son una canción, son un verso, una guiñadita, pero están ahí.
Y mirando al Uruguay contemporáneo, a Montevideo 2025, con sus voces nuevas, con los desafíos nuevos en lo político, en lo social, ¿qué lugar le ves a tu canción hoy? ¿Qué sentís de la música que se está componiendo ahora? ¿Qué canto colectivo sentís que nos hace falta?
Ahora hay una enorme variedad. Muchísima más gente tocando y haciendo cosas de la que había cuando yo empecé a tocar. Hay una diversificación enorme, y eso enriquece toda la cuestión, enriquece todo el proyecto, y también los riesgos. Porque es un país muy limitado a nivel de posibilidades de públicos. La gente no puede estar todo el tiempo tocando, no hay mercado acá para eso. Siempre ha sido problemático la poca cantidad de gente que tenemos en Uruguay, como dice Rada, tenemos que tener dos millones más. También tiene sus características positivas, esa especie de aldea en la cual vivimos.
Creo que somos bastante aldeanos todavía, y eso nos permite a su vez manejar ciertos lenguajes diferentes.
¿Cuál dirías que es el canto popular que estamos necesitando ahora?
Yo creo que el desafío más importante que tenemos siempre es pelear por ser honestos con lo que hacemos, y no pensar en si vas a tener éxito, si te va a ir bien, si vas a ganar dinero y no sé qué.
Eso, si te vas a dedicar a la música mejor que ni lo pienses, porque es muy complicado. Ahora, el músico que quiere hacer música, igual lo va a hacer, porque tiene la necesidad de hacerlo. Creo que eso es lo que te llevás, lo que te vas a llevar de este mundo, la posibilidad de hacer algo que con lo que vos estés muy conforme, más allá de cómo te haya ido porque hay muchas cosas que se no dependen de vos. La música que se está haciendo hoy en día, sin duda es una mezcla, un mestizaje de cosas. Y eso está bueno. Lo importante es que tenemos un piso cancionístico muy grande, está bueno que se mezclen las cosas si le hace bien a la canción. Lo importante es la canción. Lo importante es hacerle honor a la canción.