El clima de inestabilidad institucional no ha abandonado al Perú desde 2016, cuando se dio la última posesión “tradicional” por sucesión de mando en que Pedro Pablo Kuczynski recibió el mandato de Ollanta Humala, quien, a pesar de todos los tropiezos e investigaciones en su contra, logró terminar su mandato.
La era de la vacancia
Kuczynski gobernó poco menos de dos años; luego Martín Vizcarra gobernó poco menos de tres; Manuel Merino, cinco días; Francisco Sagasti, menos de un año; Pedro Castillo, menos de un año y medio, y Dina Boluarte, menos de tres años.
Ahora asumió como presidente José Jerí, quien al momento de la declaración de vacancia estaba como presidente del Senado. En la mayoría de los casos el mecanismo legal que propició el cambio de presidente ha sido el de la vacancia por incapacidad moral permanente. Este es un mecanismo de vieja data en el Perú, que fue usado para desalojar a Fujimori de la presidencia en 2000, pero antes de eso había sido utilizada una figura similar a inicios del siglo XX, y antes de eso justo después de la independencia de la Corona española.
La figura de vacancia termina siendo básicamente un acuerdo político dentro del Parlamento para desalojar al presidente, los términos son ambiguos, pues la “incapacidad moral permanente” puede tener cualquier forma y no está sujeta a investigaciones judiciales sino a conductas políticas, así estén de por medio diferentes delitos.
En el caso de Dina Boluarte, los escándalos de corrupción han campeado los años de su presidencia, siendo uno de los más recordados el episodio conocido como de los “Rolex” o “Rolexgate”, en que se supo que la presidenta recibió unos relojes marca Rolex valuados en miles de dólares, así como diferentes joyas, lo que implicaría un aumento injustificado del patrimonio de Boluarte. De acuerdo con la declaración de la expresidenta, recibió los lujosos relojes (17 en total) de manos de su amigo Wilfredo Oscorima, gobernador regional de Ayacucho, en calidad de préstamo.
Al tiempo que esto ocurría, los casos de corrupción dentro del gobierno se fueron descubriendo, mientras la orientación del Gobierno incrementó la perspectiva neoliberal que desde Kuczynski se había profundizado y que solamente Pedro Castillo trató de modificar.
El avance del crimen organizado
Por otra parte, la rápida reconfiguración del mapa del narcotráfico en Latinoamérica volvió a poner a Perú como un centro importante de exportación de cocaína, lo que ha fortalecido las expresiones organizadas del crimen en ese país con sus correspondientes consecuencias, principalmente cuando los mercados ilegales se están acomodando, ya que en principio las guerras entre bandas no se financian con el producto de la venta al exterior de los narcóticos, sino que aparecen bandas de extorsión, sicariato y menudeo de drogas.
El discurso de posesión de José Jerí justamente se orientó hacia señalar el delito como el enemigo común. Sin embargo, la posición que ahora ocupa Jerí y que debe sostener hasta las elecciones generales del próximo año no lo libran de hacer parte de esa derecha investigada por corrupción, pero además por la presunta comisión de un delito sexual, cuya causa se habría archivado con no pocas dudas.
La perspectiva de transformación política en Perú sigue siendo lejana y por lo pronto la disputa por el gobierno sigue en manos de diferentes sectores de la derecha y la ultraderecha fujimorista que se rehúsa a desaparecer del espectro político peruano.