A más de tres días del devastador terremoto de magnitud 7,7 que sacudió Myanmar, los equipos de rescate continúan trabajando contra el tiempo para encontrar sobrevivientes bajo los escombros. El sismo, el más fuerte registrado en el país en más de un siglo, también provocó derrumbes en lugares lejanos como Bangkok, la capital de Tailandia, y afectó a provincias cercanas de China.
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Las autoridades han confirmado más de 2.000 muertes en Myanmar, pero los expertos advierten que la cifra podría aumentar considerablemente en las próximas semanas. Además, se han registrado más de 3.900 heridos y unas 300 personas continúan desaparecidas.
El epicentro del terremoto fue localizado en la región central de Sagaing, cerca de Mandalay, una zona densamente poblada y rica en historia. La situación en el epicentro es crítica, ya que la caída de un puente clave sobre el río Irrawaddy ha dejado a muchas comunidades aisladas.
Mientras tanto, la junta militar en el poder ha emitido un inusual pedido de ayuda internacional. Equipos de rescate extranjeros han comenzado a llegar al país para colaborar en las labores de búsqueda y asistencia humanitaria. La Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja advirtió que la "ventana dorada" para hallar sobrevivientes se está cerrando rápidamente.
El sismo también afectó gravemente a Bangkok, donde al menos 18 personas han muerto, 11 de ellas tras el colapso de un edificio en construcción. Se estima que unas 80 personas siguen desaparecidas en la capital tailandesa, mientras los equipos de rescate trabajan sin descanso.
Destrucción generalizada y crisis humanitaria
Myanmar, ya golpeado por una guerra civil desde 2021, enfrenta una crisis humanitaria agravada por el terremoto. Las redes de comunicación están severamente afectadas, dificultando la coordinación de los esfuerzos de rescate y la entrega de ayuda.
Según Save the Children, los niños y ancianos están entre los más vulnerables. "El terremoto fue increíblemente fuerte y todos estábamos en shock", relató un padre desde el estado de Shan. "Los niños lloraban y gritaban de miedo. Ahora necesitamos comida y agua con urgencia".
En Naipyidó, la capital militar del país, un hospital de tres plantas se derrumbó parcialmente, atrapando a pacientes y personal médico. Equipos de rescate chinos lograron salvar a una persona tras más de 40 horas bajo los escombros.
Los informes de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) indican que cerca de 1.700 viviendas, 670 monasterios, 60 escuelas y tres puentes han sufrido daños severos. También hay preocupación por la estabilidad de grandes presas e infraestructuras clave.
Una nación en vilo
Las réplicas del sismo continúan, con la más fuerte registrada en magnitud 6,7 el pasado viernes. Miles de personas han pasado las noches en espacios abiertos, temiendo nuevos temblores o el colapso de estructuras debilitadas.
La crisis ha puesto de manifiesto las dificultades del país para gestionar desastres naturales en medio de su conflicto político. Las víctimas, mientras tanto, esperan que la ayuda humanitaria llegue a tiempo para salvar vidas y aliviar el sufrimiento de una población ya golpeada por la inestabilidad y la guerra.