“Yo sería la última persona en el mundo en defender al socialismo, pero cuando el 70 por ciento de los millenials se define como pro-socialistas, debemos hacer algo más que decir que son estúpidos o privilegiados o que les lavaron el cerebro. Debemos tratar de entender por qué. La respuesta es sencilla: cuando uno está muy endeudado o la vivienda no es asequible (...) sin una parte en los beneficios del capitalismo, es posible que se ponga en su contra”, escribió Thiel en un email a Mark Zuckerberg y otros popes de Silicon Valley.
Es un diagnóstico acertado, pero tiene un detalle. No es actual. Ese email es de enero de 2020. Antes de la pandemia. Cuando Thiel escribió ese mail, Facebook y la mayoría del establishment digital estaba alineado con el Partido Demócrata. La profundización de la crisis política e institucional y el crecimiento de la ultraderecha sponsoreada por ese mismo establishment durante el último lustro no son parte del diagnóstico sino más bien la respuesta que encontraron en Silicon Valley a esa inquietud que escribió Thiel. Es más fácil “corregir” la democracia que el capitalismo.
Está claro que del otro lado falta todavía un análisis que permita poner en marcha mecanismos de la misma densidad pero sentido contrario, no anclados en la concentración de dinero/poder sino en la organización de las grandes mayorías, que son las perdedoras de este sistema. Lo que a esta altura, diez meses después de que asumiera Trump su segundo mandato y dos años después de que Milei llegara a la Casa Rosada, es que no hacer nada no es una opción. Los que creyeron que podían sentarse a esperar que esto pase hoy reconocen ese error.
¿Abrazar el discurso Woke o radicalizarse?
El filósofo brasileño Rodrigo Nunes aborda esta aparente contradicción entre la urgencia simultánea por radicalizarse y ampliarse. Para Nunes, la salida pasa por “articular una visión plausible de cómo las personas podrían vivir mejor en un mundo organizado de manera diferente y ofrecer una idea de los pasos mediante los cuales ese mundo podría construirse ahora mismo, sin requerir sacrificios mucho mayores que los que ya están haciendo”. No se convence mediante debates ideológicos sino a partir de ideas concretas.
Porque, advierte, “‘radicalizar’ -en abstracto- lo más probable es que termine significando sólo la radicalización de la propia identidad”, que es “una receta para el aislamiento”. En cambio, el brasileño propone “construir alternativas que, sin temor a dar respuestas radicales a los problemas que enfrentan, no dejen de comunicar con la realidad cotidiana de la mayoría de las personas y parezcan no sólo más sensatas y deseables que lo que se tiene, sino efectivamente alcanzables bajo las condiciones existentes”.
Después de una década en el que la extrema derecha movió muchísimo hacia su campo la definición de lo posible, el camino “centrista”, el de “buscar un compromiso en estas condiciones”, implica “seguir fingiendo que las cosas pueden volver a ser como antes” y por lo tanto “perder un tiempo que ya no tenemos y garantizar que pronto viviremos en un mundo donde los desastres naturales, los conflictos sociales y la represión sin precedentes será la nueva normalidad”. Por eso, plantea, “es necesario redefinir qué se entiende por ‘realista’ y ‘posible’”.
Para Nunes, “transformar el límite de lo posible es el objetivo mismo de la política” y eso fue lo que pudo hacer con éxito la derecha en la última década. Revertir ese proceso va a requerir de “una noción de radicalidad distintas que la afirmación intransigente de su propia identidad”, que pueda mover la ventana. Para hacer política no basta con querer: es necesario calcular las mediaciones. Para hacer política transformadora, sin embargo, tampoco basta con calcular las mediaciones. Siempre es necesario calcularlas hacia arriba, tensarlas, llevarlas al límite”.
“Nadie es radical en términos abstractos, un radicalismo de este tipo es meramente estético, la performance de una identidad”, concluye. “Ser políticamente radical es ser radical en relación con una situación concreta. No se trata de demarcar una posición independientemente de cualquier contexto, sino descubrir aquí y ahora cuál es la posición más transformadora capaz de conquistar la máxima adhesión y producir los mayores efectos, para que, en un momento futuro, sean posible mayores y mejores objetivos”.