Donde el relato da un giro es en la comparación por países. Wackernagel calcula cuándo ocurriría el sobregiro si toda la humanidad consumiera como lo hace la población de cada nación. Los resultados son elocuentes, si el mundo viviera como Qatar, el déficit llegaría en febrero; si lo hiciera como Uruguay, será recién el 17 de diciembre. Entre más de 80 países medidos, Uruguay encabeza el desempeño más sustentable.
Transformación energética
El artículo suma la voz del uruguayo Ramón Méndez Galain, arquitecto de la transformación energética durante su gestión como director nacional de Energía (2008–2015). Su balance es que el país pasó de depender a mitad de combustibles fósiles a generar el 99,1% de su electricidad con fuentes renovables. ¿Cómo? Con tres llaves.
La primera fue política: un acuerdo multipartidario que sostuvo la transición por cinco gobiernos. La segunda, institucional: liderazgo estatal con inversión privada —unos US$6.000 millones— bajo reglas de largo plazo. La tercera, regulatoria: redesignar el marco del mercado para que las renovables pudieran competir en serio.
Los resultados exceden lo ambiental. La matriz bajó a la mitad los costos de generación, redujo tarifas, creó 50.000 empleos, convirtió a la energía en un rubro exportador y blindó al sistema frente a shocks geopolíticos. Hoy, incluso, Uruguay vende excedentes eléctricos a la región.
Wackernagel definió que el sobregiro no puede continuar indefinidamente. La pregunta es si elegimos un camino sostenible o si la naturaleza nos impondrá el límite. Para la BBC, Uruguay ya respondió con hechos. Su experiencia demuestra que el desarrollo puede desacoplarse del despilfarro. Y que, aun desde un país pequeño, es posible mover la aguja del futuro.