La idea de que las madres pueden organizarse como sujeto político revolucionario no es nueva, pero Ouassak la reformula en términos contemporáneos.
Ella conecta su lucha con la de las Madres de Plaza de Mayo en Argentina y con las llamadas Locas de Plaza Vendôme en Francia, mujeres que, en los años ochenta, se organizaron contra las diferentes violencias del Estado. "Nosotras no queremos esperar a que nuestros hijos sean asesinados o encarcelados para movilizarnos", afirma, "queremos actuar antes, queremos protegerlos sin traicionarlos".
El Frente de Madres nació en 2016 con un objetivo claro: trasladar la lucha desde los hogares a la escala nacional. "Empezamos organizándonos en torno a temas que parecían menores, como la alimentación en los comedores escolares o la falta de recursos en las escuelas", confiesa, "pero pronto entendimos que todo estaba conectado".
Una de sus reivindicaciones más polemizadas fue su oposición a la prohibición del velo en las salidas escolares. "¿Nuestros hijos tienen derecho a querernos aunque llevemos pañuelo?", se preguntaban en un manifiesto publicado en 2017. En él, denunciaban cómo este tipo de medidas no solo discriminaban a las madres, sino que también inculcaban en los niños la idea de que sus familias eran un problema para la sociedad: "Un niño que ve a su madre humillada por la institución crece con rabia y con miedo. Se siente rechazado incluso antes de poder entender por qué".
La lucha del Frente de Madres se enmarca en un contexto político cada vez más hostil contra las personas migrantes y sus descendientes.
Ouassak advierte sobre el auge de la extrema derecha en Francia y su obsesión por controlar la infancia: "Los hijos de la inmigración poscolonial son vistos como una amenaza desde la cuna. Se les desinfantiliza, se les trata como potenciales delincuentes antes de que puedan decir su primera palabra", denuncia.
Pero esta tendencia no se circunscribe solo a Francia. Ouassak menciona el genocidio en Palestina, donde los niños muertos en ataques israelíes son calificados como "daños colaterales". "Cuando un sistema deshumaniza a una comunidad, lo primero que hace es dejar de considerar niños a sus niños", explica. En su libro, recoge múltiples casos de represión policial contra menores no blancos en Francia y cómo las instituciones educativas participan en su estigmatización. Por eso, la solución, según ella, pasa por una organización colectiva que impida que las familias de los barrios populares sean tratadas como objetos: "Nos han dicho que no tenemos poder. Que debemos limitarnos a criar a nuestros hijos en silencio. Pero la verdad es que si todas las madres nos levantamos juntas, podemos cambiarlo todo".
Si bien el Frente de Madres no solo se centra en la educación y la violencia institucional. Ouassak también plantea una agenda ecologista que vincula la lucha por la justicia social con la crisis climática.
"La ecología no puede ser solo una preocupación de las élites", afirma. "En los barrios populares, sufrimos la contaminación, la mala alimentación y la falta de espacios verdes. Si dejamos que el ecologismo sea monopolizado por las clases medias blancas, las soluciones que se propongan no nos beneficiarán", piensa. Este enfoque la ha llevado a tener enfrente tanto a la derecha como a sectores de la izquierda que ven en su discurso una amenaza para sus propias estructuras de poder: "El feminismo institucional ha ignorado durante demasiado tiempo a las madres de los barrios populares. Nos ven como mujeres oprimidas que deben ser rescatadas, no como sujetos políticos con nuestra propia agenda", critica.
De ahí que, en vísperas del 8 de marzo de 2025, Día Internacional de las Mujeres, Ouassak insista en que el feminismo debe ampliarse, concebirse desde la interseccionalidad:
"La lucha por la emancipación no puede ignorar a las mujeres que crían hijos en contextos de discriminación y violencia", sostiene. En un panorama político cada vez más polarizado, el mensaje de Ouassak reverbera entre quienes buscan una solución que pase por fortalecer los lazos comunitarios: "Nos dicen que no hay alternativa al capitalismo, que debemos aceptar las reglas del juego. Nosotras decimos que no. Que podemos imaginar y construir un mundo mejor para nuestros hijos".
Ouassak enfatiza, en este sentido, la importancia de la autoorganización y la acción directa: "No podemos esperar que las instituciones nos den el poder. Tenemos que tomarlo nosotras mismas, desde nuestras casas, nuestros barrios y nuestras escuelas". Esta convicción se traduce en su apuesta por estrategias concretas, aunque puedan parecer pequeñas a priori: "No buscamos grandes revoluciones, sino victorias concretas que cambien nuestro día a día", insiste.
En España, agrupaciones de madres protectoras tienen a Ouassak y al Frente de Madres como referentes. Como ellas, la autora sabe que "las madres que denuncian violencia sexual contra sus hijos son criminalizadas en lugar de escuchadas". También es consciente de la instrumentalización que las fuerzas conservadoras hacen del feminismo, quienes disfrazan así su "racismo y conservadurismo": "El supuesto feminismo de extrema derecha es punitivista y solo busca más cárcel, pero no cuestiona el sistema patriarcal en su raíz. Ignora a las madres de clase trabajadora y no blancas". Frente a ello, concluye con contundencia: "Es urgente un frente internacional de madres para frenar el avance global del fascismo".
___________
[Esta entrevista ha sido posible gracias a la mediación de Capitán Swing, y a la interpretación y traducción de Laura Soleillant.]
____________
María Martínez: Redactora de Igualdad, Violencias Machistas, Resistencias y Salud Sexual en 'Público'. Antes cubría temas de Sanidad y Educación. Politóloga especializada en Estudios Feministas, de Género y Ciudadanía.