La semana empezó mal para Turquía y Siria, donde dos terremotos muy similares, y con escaso intervalo entre uno y otro sembraron la destrucción y vistieron de luto a miles de familias. A la medianoche del lunes, tras una jornada de rastreo entre los escombros, rescate de cuerpos y búsqueda de sobrevivientes, en Turquía se reportaban casi 2.500 muertos, y en la nación vecina más de 700, cifras ambas que eventualmente aumentarán, pues muchos heridos están demasiado graves, y los hospitales apenas dan abasto.
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Si bien se trata de una zona convulsa, no suele relacionársele con grandes catástrofes telúricas, al estilo de las que sacuden al llamado Cinturón de Fuego del Pacífico, o prácticamente todo el litoral Pacífico desde América Central hasta California, Estados Unidos. ¿Qué provocó, entonces, esta tragedia? Te lo explicamos a continuación…
Convergencia de placas
En la zona afectada convergen cuatro placas y microplacas tectónicas, esto es, las “láminas” que conforman la superficie terrestre: la Anatolia, la Arábiga, la Euroasiática y la Africana. Estos bloques tienen un constante proceso de reacomodo, con frecuentes desplazamientos y movimientos de fallas geológicas, que al chocar entre sí liberan energía y estremecen todo…
Como advertíamos, quizás no suenen muchos los terremotos en la región, pero no significa que no existan algunos precedentes que impresionan, al punto que hay evidencia documental de un terremoto de magnitud 7,0 en la provincia sirira de Aleppo, allá por 1138 DNE. En esa región, célebre por los combates de este siglo en el conflicto interno que libra Siria, también se registró un terremoto de magnitud 7,0 en 1822.
Ya en pleno siglo XX, el territorio turco de Erzincan fue sacudido por un sismo de magnitud 7,8 en 1939, mientras que en 1999 el choque entre las placas Anatolia y Arábiga provocó un temblor de 7,4 grados. En 2011 y en 2020 también hubo notorios movimientos, pero no al nivel del que estremeció a Turquía y Siria este 6 de febrero de 2023.
Poder devastador
Una de las claves para entender por qué este terremoto fue tan devastador es su profundidad relativamente escasa: su hipocentro (foco donde se origina un movimiento sísmico) fue detectado a apenas 18 kilómetros de la superficie terrestre.
Según expertos, a menos profundidad, mayores son las intensidades que se perciben a ras de la tierra, y por ende, peores son sus efectos en estructuras y personas.
No fue en punto
Según los reportes preliminares, la ruptura en la corteza terrestre que provocó estos terremotos se extendió a lo largo de varios kilómetros, aumentando el rango de destrucción.
Existe el peligro de que ocurran réplicas de gran intensidad, pese al mito de que, al “descompresionar” una gran cantidad de energía interna, los temblores posteriores son más débiles, como si la Tierra fuera una olla de presión: los sismos no funcionan así.
Impredecibles
Quizás la mayor certeza que hay con los terremotos es que son impredecibles: ni el cambio de clima, ni la inquietud de las hormigas, ni dolores en los huesos pueden alertar sobre un sismo, por eso la prevención es y será la clave para atenuar su impacto.
Las edificaciones antisísmicas y los sistemas de alerta temprana son herramientas útiles, pero no infalibles. Conozca las rutas de evacuación, identifique las áreas seguras, y tenga listo un kit de supervivencia con lo imprescindible para pasar unos días. Y si es religioso, no dude en rezar.