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Mundo Silvio Rodríguez | Rolling Stone | revolución

Silvio Rodríguez en Rolling Stone: "Las revoluciones no son perfectas, son necesarias"

El cantautor cubano Silvio Rodríguez conquistó la portada de la prestigiosa revista Rolling Stone y reafirmó que su legado no se asienta solo en la belleza de su música, sino en la convergencia inquebrantable de arte, conciencia social y contexto político.

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Con dos shows a sala llena el pasado fin de semana en el Antel Arena de Montevideo, el trovador Silvio Rodríguez demostró la vigencia de su arte y recibió el respeto y afecto de su público. A 55 años de su primer álbum, Silvio Rodríguez sigue componiendo en su estudio en La Habana, donde la música y la poesía convergen desde sus primeros años. Allí fue entrevistado por el periodista Diego Ortiz para la revista Rolling Stone.

La entrevista es un viaje por su trayectoria artística y política, desde su formación en una familia comunista hasta su papel como referente de la música y la poesía latinoamericana. Habla de sus primeros trabajos, del aprendizaje musical, de la Nueva Trova y de la influencia de la literatura y la política en sus canciones. Reflexiona sobre la revolución cubana, la realidad social de América Latina y los encuentros con figuras culturales como Gabriel García Márquez, mostrando cómo su obra ha buscado siempre unir conciencia social y expresión artística.

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Silvio Rodríguez en Portada de Rolling Stone 

Silvio Rodríguez en Portada de Rolling Stone

Música, literatura y política

Nacido en 1946, creció en una familia comunista que marcó su personalidad, pero también su identidad artística. “Después del triunfo de la revolución, mi padre también fue un hombre muy afín, tremendamente afín a la revolución, un gran lector de poesía”. Ese entorno, sumado a su paso por el ejército, lo llevó a plantearse preguntas que luego se transformarían en canciones: “Preguntas que me hacía y que trataba de respondérmelas leyendo, informándome, y que después resultaban en canciones”.

Su formación musical fue empírica. Intentó retomar el piano a los 16 años, pero encontró la guitarra como compañera definitiva durante el servicio militar: “Realmente fue mi compañera, y sigue siéndolo”. Con poca instrucción, desarrolló un estilo autodidacta: “Un compañero que dormía al lado mío, tenía su guitarra, y yo le insistía: ‘Enséñame esto, enséñame lo otro’. En cuanto aprendí dos o tres acordes, seguí solo, más o menos, desarrollando. Como suelen hacer todos los guitarreros del universo, ¿no?”.

Su Cuba natal estaba marcada por décadas de dominación económica estadounidense y por la dictadura de Batista. Desde joven, Rodríguez combinó su amor por la literatura y el periodismo con la música: “Haber sido un dibujante de historietas me ayudó mucho a la cosa de concebir la palabra a través de imágenes. Pero además era muy admirador de los poetas, por supuesto, y cuando uno empieza a admirar a los poetas se quiere convertir en uno de ellos”.

Tras años de componer, su primer disco llegó en 1974, tras superar la dificultad de trabajar con la única compañía discográfica de la isla: “Fue una tortura fue para mí… Tenía cientos de canciones compuestas, y cerca de ocho años que había empezado como profesional. Ya muchos cubanos y cubanas cantaban nuestras canciones”. Buscó diversidad en sus temas, inspirándose en Los Beatles: “Que cada canción abra una puerta a un espacio diferente, esa es una de las razones por las que admiré a Los Beatles. Porque cada canción es un mundo, es un momento, un instante de tu vida”.

La Nueva Trova surgió en un contexto latinoamericano convulso, donde la represión de dictaduras de extrema derecha marcaba la vida de millones: “Los que empezamos a tocar la guitarra y a hacer canciones, también teníamos eso en mente, la conciencia de que estábamos cantando para un pueblo con cierto nivel de instrucción, no era un pueblo analfabeto”. Su obra reflejó estas realidades, aunque siempre desde la poesía y la creación musical más que como propaganda directa: “Me podrán botar de un lugar, pero de mi país no hay quien me bote, y de los deseos de mejorar mi país, no hay quien me bote”.

El origen de algunas de sus canciones emblemáticas se vincula a historias de compromiso y sacrificio. ‘La canción del elegido’, por ejemplo, surgió de la experiencia de Haydée Santamaría, superviviente del asalto al Cuartel Moncada: “Nos echó ahí todos los cuentos, nos habló de las personalidades de todos esos muchachos… no eran más que muchachos, jóvenes que con un ideal de bondad para su país se habían prestado a ese sacrificio”. De este contacto cercano con la historia revolucionaria, surgió un acercamiento íntimo a los mártires de la causa: “Eso nos hizo ver aquello de una manera muy cercana, muy íntima, desde el corazón de Santamaría”.

La Nueva Trova, además, se inscribe en un movimiento global de canción protesta, con influencias de Estados Unidos y América Latina: “La cosa de la canción protesta tiene mucho que ver con el momento de la guerra de Vietnam, y como en Cuba, esos primeros 10 años de la revolución cubana, fueron momentos de agresiones directas, de agresiones armadas, de agresiones que provocaron muertes”. Su participación en festivales en Casa de las Américas permitió conectar con el canto latinoamericano y anglosajón, y consolidar un espacio de expresión: “Ahí hubo un festival de la canción protesta… A partir de entonces se creó un centro de la canción protesta en Casa de las Américas”.

Las canciones de Rodríguez traspasaron fronteras, particularmente en Latinoamérica, donde los movimientos sociales y políticos lo reconocieron como un referente: “[Las canciones] empezaron a llegar a algunas partes, entre otras razones porque hubo latinoamericanos que se las aprendieron, como Roy Brown, por ejemplo, de Puerto Rico. La primera vez que yo escuché a alguien que no era de Cuba cantar una canción mía fue a Roy, y eso fue como en el 70, aproximadamente. Daniel Viglietti también hizo un disco con canciones nuestras que se llamaba Trópicos, que lo grabó en Cuba con ayuda del grupo de experimentación sonora al que pertenecíamos Noel, Pablo y yo en el ICAIC, en el Instituto del cine. Ese disco era mitad canciones del movimiento que se estaba dando en Brasil, Chico Buarque, Caetano, toda esa gente, y algunas canciones de nosotros también”. En Argentina y Chile, su obra conectó con la lucha contra dictaduras de la extrema derecha: “Fueron países a los que no pudimos llegar físicamente hasta que no se terminaron esos gobiernos”, contó.

En otro pasaje de la entrevista, Silvio también reflexiona sobre los distintos procesos creativos entre tocar solo con guitarra y dirigir una banda: “Puede que sea más divertido estar con músicos, porque realmente siempre proponen ideas interesantes, y uno aprende todo el tiempo. Es un aprendizaje lo que se produce, una comunión, y eso es muy interesante. En un mundo donde falta tanto el diálogo, el diálogo entre músicos es muy hermoso”.

Su obra poética, profundamente influida por Martí y Vallejo, muestra su relación con la metáfora y la imagen: “Creo que me marcaron mucho, y los leí desde muy joven. A Martí lo leo desde que era niño, desde los 10 años aproximadamente, y a Vallejo lo descubrí porque una amiga me lo mostró, y realmente me quedé loco con Vallejo, porque habla con un lenguaje como cuando uno se habla a sí mismo, que no tiene que explicar las cosas, sino que ve las cosas dentro de uno como imagen en sí. Ese fue un descubrimiento para mí, que fuera posible usar el lenguaje de esa forma; a mí me marcó mucho. Mis amigos generacionales de El caimán barbudo, una revista literaria que fundó un grupo de jóvenes aquí, con gente de mi generación, Luis Rogelio Nogueras, Guillermo Rodríguez Rivera, Víctor Casaus, etcétera, siempre me decían que yo era un poco vallejiano. Y es cierto, sobre todo en esa primaria etapa, es cierto que fui un poco vallejiano”.

Su vínculo con la revolución

Consultado sobre las revoluciones en América Latina y el papel de sus dirigentes frente a los pueblos que “de alguna manera han sido sus víctimas”, Silvio expresó: “Las revoluciones no son perfectas, son necesarias. Quienes las hacen son seres humanos como tú y como yo, que no son perfectos, entonces, en una zona de la revolución, tú ves que ocurren maravillas y en otra están haciendo disparates [risas]. Entonces, es por la gente que dirige esas zonas, aquellas o esta. Y es así, no es de otra forma. Unificarlo así todo, eso es idealismo, eso no existe”.

Y añadió: “Como no hay gobierno perfecto, ni hay sistema perfecto, todos son un disparate. En cosas específicas, el capitalismo es la explotación del hombre por el hombre, pero el socialismo es esa cosa de que te quiere meter en una cuadrícula y de ahí no te saca, es así, todavía no se ha inventado. Por eso la idea del socialismo es tan tentadora, porque no es tampoco una receta; Marx no la prefiguró como una receta. No es así. Cada país, en sus condiciones específicas, debe intentar creadoramente hacer lo suyo, que fue lo que se trató, o se ha tratado, de hacer aquí con un devenir bastante largo y muy complejo, porque Cuba es un país que ha sido, más que bloqueado, yo te diría que torturado. Ha estado sometido a una tortura muy consciente, intencionadamente perversa, por un imperio en decadencia, pero extraordinariamente poderoso, que tiene el control de prácticamente todo en el mundo occidental y somos, geográficamente, parte del mundo occidental y estamos a 90 millas de esa gente”.

En ese contexto, asegura que “es muy difícil para la realidad y para los políticos cubanos”. “Fidel era un tipo genial, de eso no cabe duda, fue un hombre cultísimo. Fidel era un intelectual, un abogado intelectual, leía como loco, sabía de todo, se informaba muchísimo. Y tenía un carisma, una historia, una trayectoria incuestionable. Continuar esto sin Fidel no es fácil, no es fácil. Pero es que tiene que ser así, tiene que ser así”.

Ante la pregunta de si alguna vez se sintió desilusionado con la revolución cubana fue contundente: “Desilusionado de la revolución nunca me he sentido, jamás”. Sin embargo, confesó que “de alguna gente, sí, por supuesto”.

Silvio contó que usó uniforme militar en dos ocasiones: cuando hizo el servicio militar, durante tres años y tres meses y cuando fue a Angola en el año 76. Sobre el sentir de llevar esa indumentaria, sostuvo que lo ve como “un factor de defensa y no de ofensa”. “No soy de un país, afortunadamente, que manda tropas a ningún lugar a invadir, a quedarse con el petróleo, a bombardear. Cuba nunca ha hecho eso. Aquí vestir un uniforme militar es la defensa, es para defendernos”, añadió.

Otras influencias

Entre influencias musicales globales, cita a Dylan, pero siempre desde la identidad cubana: “Dylan a mí lo que me enseñó es que se podían hacer canciones muy largas, con muchas estrofas [risas]”. Y sumó: “Quizás escribí algunas canciones, así muy largas, en esa época, quizá influido por esa cosa de Dylan. Pero, musicalmente, yo vengo de una patria musical muy poderosa, que es la cubana, y de una tradición musical en la trova muy poderosa”. Según dijo, su formación se nutre de toda una “mezcolanza” que incluye la Trova Cubana, el filin y la música popular de su infancia: Benny Moré, Elvis Presley, tríos mexicanos, y las orquestas cubanas, entre otros.

También recordó su relación con Gabriel García Márquez, a quien se refirió como “Gabo”, asegurando que fueron “muy amigos”. Contó que solía recibirlo cada fin de año en La Habana, y que viajaban juntos en diversas ocasiones. Relató, por ejemplo, un vuelo entre La Habana y Yucatán, donde, con el avión casi vacío y atravesando un mal tiempo, compartieron una botella de whisky mientras Gabo le contaba cómo se le ocurrían sus historias. “Chico, tú sabes que a mí hay cosas que se me ocurren que yo estoy seguro de que son canciones, porque no son novelas… sino son como imágenes”, le dijo García Márquez, según recordó Silvio.

Al reflexionar sobre la influencia que ha tenido en varias generaciones de músicos latinoamericanos, quienes lo mencionan como referencia musical e inspiración para escribir canciones, señaló con humor que parte de esa condición se debe a “lo viejo que soy” y a los años de trayectoria que acumula. Respecto a si esos músicos se autocensuraron al seguir su ejemplo, comentó que depende de las circunstancias: en algunos países es más difícil expresarse libremente, y muchos han sido censurados o reprimidos por pronunciarse. “Eso pasa, no solo en el mundo artístico, en casi todos los mundos profesionales… Entonces, ese tipo de cosas, yo no las juzgo, no soy severo con ese tipo de reflexión, de actitud; lo comprendo. Y nada, cada loco con su tema”.

Consultado por cuál debería ser la responsabilidad de los intelectuales latinoamericanos, expresó: “Yo soy malo para recetas, no creo en las recetas. Que cada cual sea como le dé la gana de ser. Esa es la receta verdadera, esa es la verdad de la vida. Todos somos productos de nuestras circunstancias, todos, sin excepción”, agregó.

Sobre el sentimiento que le genera el hecho de que durante muchos años sus canciones hayan inspirado a toda una generación a manifestarse, dijo no creer “que sea tanto así”, sino que “lo que inspira a la gente a manifestarse son sus realidades, y las canciones lo que hacen es acompañar”. “Las canciones sirven para eso, para acompañar, acompañan a la gente, van con la gente y cada cual le da su propia interpretación. Las canciones no se terminan de hacer nunca, en realidad, porque cada persona nueva que la conoce y la interpreta y la hace suya, tiene sus razones muy particulares para hacerlo”.

La entrevista también abordó varios temas de política internacional, entre ellos, el genocidio a Palestina en manos de Israel, tema en el que tuvo una opinión categórica. “Eso es una vergüenza, una vergüenza humana. El mundo está viviendo un momento de desmoralización muy fuerte. Que ante los ojos de la humanidad se le esté haciendo lo que se le hace a Palestina, luego sale el otro y dice que no, que se va a quedar con toda esa parte de Gaza, y que luego se la va a vender a los israelíes [risas incrédulas]. Esta gente se cree los dueños del mundo. Mira, Dylan lo habló en algunas canciones del principio, ‘Masters of War’ y ‘With God On Our Side’”.

La extensa carrera de Silvio Rodríguez, de 58 años, es ineludiblemente rica en recuerdos, y al preguntarle por dos momentos cruciales que hubieran "partido en dos" su trayectoria, el artista no dudó en señalar la etapa del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC. Relató que fue un privilegio compartir con músicos extraordinarios, destacando especialmente a tres maestros de quienes aprendió muchísimo: Leo Brouwer, director del grupo y una figura central en la música cubana contemporánea; Federico Smith (Fred), un norteamericano que les enseñaba armonía y composición, y a quien describió como un "hombre maravilloso" con una singular historia de vida; y Juan Elósegui, violista de la Sinfónica Nacional. Sobre este último, el trovador confesó: "todo lo que sé de solfeo, todo lo que sé de estructuras musicales, toda mi comprensión de la música como ciencia, se lo debo a él", y lo recordó con una anécdota entrañable sobre sus "arroces con busca".

En cuanto a su trabajo actual y el nuevo disco, y ante la pregunta sobre los objetivos musicales y líricos en esta producción, el cantautor, con su característico sentido del humor, se centró en la parte lírica o literaria, asegurando que su meta es "al menos no hacer el ridículo". Sin embargo, también comentó que en el sentido estricto de la emisión lírica, “no se puede esperar mucho de mí en estos momentos”, añadiendo con ironía que “los años no perdonan” y que la inactividad en conciertos y canto “se paga también, te pasa cuenta”.

Tras un recorrido por 55 años de trayectoria, esta entrevista con Silvio Rodríguez confirma su estatuto de trovador imprescindible. Su legado no se asienta solo en la belleza de su música, sino en la convergencia inquebrantable de arte, conciencia social y contexto político. Silvio no es solo un compositor; es un cronista que aprendió a usar el lenguaje como una imagen que no necesita explicaciones, sino que se siente.

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