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Mundo Trump | Harris | mujeres

El camino no deja de ser empedrado y cuesta arriba

Trump, Harris y los problemas de siempre

Esperemos que la necedad de Trump en echar mano nuevamente de sus recursos retóricos descalificantes y misóginos alentado por el auge de la extrema derecha no sea más que una reacción a la amenaza de una candidata que se apresta a hacerle frente

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Texto: Mariana Felártigas

Se sigue sintiendo el peso del patriarcado sobre las mujeres que se animan a disputar en la arena política un espacio históricamente dominado por quienes enarbolan discursos (y acciones) sobrecargadas de testosterona, insultos, discriminación.

Si hacemos una búsqueda rápida mediante cualquier explorador en internet, podemos encontrar un perfil básico de la candidata por el Partido Demócrata, Kamala Harris, y del candidato por el Partido Republicano, Donald Trump. Mientras en el perfil de la candidata mujer se destaca su formación académica y trayectoria tanto política como profesional, en el perfil del candidato hombre se resaltan sus éxitos empresariales y su “personalidad televisiva”.

Quienes lleguen a indagar un poco más profundo, se van a encontrar con que Kamala Harris obtuvo una licenciatura en Ciencias Políticas y Economía en la Universidad de Howard en 1981 para luego graduarse como abogada en la Facultad de Derecho Hastings de la Universidad de California en 1989. También Donald Trump cuenta con un título de grado en Economía y Antropología de la Universidad de Pensilvania, aunque en el camino cuenta con algún episodio de expulsión por problemas de conducta que trataron de resolver con formación militar.

¿Es la formación académica de quienes aspiran a ocupar el cargo más importante en un país, un factor determinante para ganar la elección?

Desde este pequeño rincón al sur podemos aseverar que no. Hace no tanto, en 2009, José Mujica, quien en su perfil de Wikipedia es presentado como exguerrillero, político y agricultor, fue electo presidente frente a contendientes abogados en el Partido Nacional, Partido Colorado y Partido Independiente.

Sin embargo, el candidato republicano ha optado nuevamente, ante una renovada carrera electoral, por poner el foco de su nueva batería de insultos en la capacidad intelectual de su contrincante. Es así como Kamala Harris, licenciada, abogada, fiscal de distrito, fiscal general, exsenadora y actual vicepresidenta ha sido calificada como persona “con bajo coeficiente intelectual”, “tonta” y carente de “capacidad mental”.

Y con este episodio, que no es nuevo en el recorrido de Donald Trump por la política –recordemos el machismo y la misoginia que derramó en 2016 hacia su adversaria Hillary Clinton–, las mujeres volvemos a sentir el peso del patriarcado sobre quienes se animan a disputar en la arena política, ese espacio históricamente reservado a los hombres y que defienden a capa y espada ante la terca presencia de las mujeres que ya no estamos dispuestas a ver cómo los hombres dirigen nuestros destinos sin la presencia de nuestra voz y nuestra visión del mundo.

Y aunque cada vez nos asombremos menos ante la presencia de mujeres disputando espacios de decisión política, el camino no deja de ser empedrado y cuesta arriba para aquellas que van sorteando los diversos obstáculos que se van interponiendo en el recorrido.

Las mujeres en política son juzgadas por su capacidad intelectual, como lo hizo Trump días atrás, pero también son juzgadas por su forma de hablar, por el tono de su voz, por la forma de vestirse, por los colores de su ropa, por su cabello, por su peinado, por su cuerpo, por su peso y por un sinfín de rasgos que nada tienen que ver con sus valores, sus principios, su visión de la economía, de los derechos humanos, de las políticas belicistas o su capacidad de dirigir las instituciones públicas de un país.

Esperemos que la necedad de Donald Trump en echar mano nuevamente de sus recursos retóricos descalificantes y misóginos alentado por el auge de la extrema derecha no sea más que una reacción a la amenaza de una candidata que se apresta a hacerle frente, bajo el amparo de una nueva ola feminista de expansión de derechos y reafirmación del rol de la mujer en espacios de poder. Esperemos que aun así un nuevo techo de cristal sea roto en mil pedazos y que nuevamente pueda cumplir con aquello que le decía su madre: “Puedes ser la primera en hacer muchas cosas, pero asegúrate de que no seas la última”.

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