En ese sentido, el retorno de Maikelys a Venezuela fue considerado por voceros oficiales y organizaciones sociales como un triunfo del interés superior del niño. El Gobierno venezolano había solicitado formalmente su repatriación, amparándose en la patria potestad de la madre y en una medida preventiva del Tribunal Supremo de Justicia que exigía la reunificación familiar de manera “segura y sana”.
Acto humanitario
A pesar de las tensiones diplomáticas que han marcado la relación bilateral, el retorno de la niña fue calificado por el presidente Nicolás Maduro como “un acto profundamente humano”. Maduro destacó que, más allá de las diferencias políticas, es posible avanzar en temas sensibles si se priorizan los derechos fundamentales.
Junto con Maikelys, arribó también un contingente de más de 220 ciudadanos venezolanos que fueron deportados en el mismo vuelo desde Estados Unidos. Esta dinámica de retornos ha reactivado un canal de coordinación entre ambos gobiernos que permanecía inactivo desde hace años.
La familia de la niña, especialmente su abuela paterna María Escalona Fernández, expresó alivio y gratitud por el reencuentro. “Gracias a Dios, la nena está en su tierra”, declaró mientras viajaba desde Barinas a Caracas para abrazar a su nieta.
El caso de Maikelys pone en el centro del debate los desafíos humanitarios que enfrentan las familias migrantes cuando se ven envueltas en procesos judiciales complejos y decisiones que, en ocasiones, entran en tensión con los derechos de los menores.
El Gobierno venezolano anunció que continuará gestionando el retorno de ciudadanos detenidos en el exterior, incluido el padre de Maikelys, quien permanece recluido en el Centro del Confinamiento del Terrorismo (CECOT), en El Salvador.