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Cultura y espectáculos

PROYECTOS AUTORA + ACTRIZ Y SALA SONORA

Otro teatro es posible

Dos series de podcasts replantean las discusiones en torno a la creación y difusión teatral en tiempos de pandemia. Con salas e instituciones culturales cerradas, a través de otros medios, otras tecnologías, estos proyectos desafían los marcos conceptuales, las prácticas y las formas de recepción. Una saludable dinámica que se erige contra el confinamiento.

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Textos: JR

 

Ya no es noticia: el mundo conocido ha cambiado en poco tiempo. Un virus fuera de control trastocó políticas y estructuras, conceptos y certezas, y los tejidos sociales volvieron a sacudirse. El arte, en semejante contexto, tuvo que repensarse, generar nuevas discusiones. Sus conceptos fundantes quedaron en jaque: ya no es posible concebir la fotografía, la música, la danza, el teatro, el cine, la plástica, tal como las perfilaron las productivas tensiones entre prácticas y producción teórica que atravesaron el siglo veinte y las primeras décadas del veintiuno. Cierto también es que las resistencias a repensar las prácticas creativas generan polarizaciones a veces absurdas. Cuando son “atacados” los conceptos funcionan como estructuras inamovibles, sus defensores -desde la academia, desde el mercado- tienden, previsiblemente, a sacar sus mejores armas a la arena pública. “Esto no es teatro”, “esto no es un concierto”, “esto no es arte”. La negación, además de una autodefensa, es una forma de minar las propias bases de estos conceptos. Es, también, una acción que intenta colocar lo conocido, lo controlado, en el estatus de dogma, a la vez que relega las prácticas a la condición de fenómeno regulable y sujeto a sanción si no se ajusta a lo establecido.

Esta discusión es interminable (y a veces absurda). Y esa urdimbre de fenómenos, ideas, crisis, cambios, estructuras, que llamamos “realidad” termina resolviendo el asunto. Los ámbitos que hasta principios del año pasado funcionaron como marco para las artes del tiempo, el plano y el espacio están cerrados, el confinamiento devino urgencia. Pero la creación trasciende estas limitaciones. Se apela a los recursos tecnológicos disponibles para redefinir los medios conocidos y las variables espacio-temporales que solían pautar las prácticas. Se expanden los conciertos a través de transmisiones en vivo a través de las redes sociales. Los podcasts amplían sus funciones y alcances. Abren las galerías virtuales y las plataformas virtuales reafirman el consumo de creaciones audiovisuales en la modalidad on demand. La necesidad de hacer y dar a conocer no se detiene y reclama alternativas. Y esto provoca redefiniciones. La reflexión sobre estas prácticas todavía está perezosa, o, en el mejor de los casos, está tan desconcertada como las propias prácticas. Esto, lejos de ser un problema con signo negativo, es quizás uno de los desafíos más interesantes del estado actual de cosas, en el que el riesgo creativo es la mejor alternativa a la parálisis o las cruzadas en defensa de las estructuras conocidas y seguras.

 

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La pregunta por el estatus de algunos proyectos artísticos, los cuestionamientos de su legitimidad como hechos estéticos, siguen y seguirán abiertas. Cuando la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático “Margarita Xirgu” (EMAD), histórica institución dedicada a la formación en distintas disciplinas de las artes escénicas, lanzó hace poco tiempo el proyecto Autora + Actriz, un podcast que se difunde a través de Instagram (@escuelaemad) tales interrogantes se (re) movilizaron a través de notas periodísticas y reseñas críticas. Otro tanto ocurrió con otro proyecto en formato de podcast, esta vez a través de la cuenta de Spotify Sala sonora, en el que la directora y dramaturga Luciana Lagisquet publica los resultados del taller Dramaturgia del deseo, que realizó a lo largo del año pasado.

¿Esto es teatro? ¿Es teatro sonoro? ¿Es radioteatro? ¿Qué papel pasa a tener el sonido cuando no están visible la escena, los personajes, la acción? ¿En qué estatus queda la consagrada correlación espacio-temporal entre la escena y el público? Fue planteado: las preguntas siguen abiertas. La validez como hechos artísticos, sin embargo, no debería cuestionarse. Estos proyectos entrañan riesgos, claro. Pero ahí, precisamente, las apuestas se legitiman: provocan otras formas de interacción significante con un hecho creativo, con el texto dramático, con las variables sonoras (la voz, la música, la ambientación); revuelven formas históricas (el radioteatro, por ejemplo) con formas nuevas de mediación (las tecnologías de Internet); colocan a la recepción en otros contextos y circunstancias. En fin, generan hechos, situaciones, que desafían la inmovilidad y el encierro.

 

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El podcast Autora + Actriz, que está alojado en la cuenta de Instagram de la EMAD, fue concebido como una serie de breves capítulos que revisitan la dramaturgia de varias autoras de habla hispana con la participación de conocidas actrices del medio, en articulación con el tratamiento sonoro e ilustraciones.

La primera entrega fue dedicada a un fragmento de la obra Corte de obsidiana, de la actriz y dramaturga Leonor Courtoisie, y contó con la actuación de Margarita Musto, figura de referencia en el teatro regional. A esta le siguieron Yo soy Fedra, de la directora y dramaturga Marianella Mora, con la interpretación de Sandra Mérico; El amor es un francotirador de Lola Arias, con Dahiana Méndez; Bienvenido todo de Vachi Gutiérrez, con la interpretación de Paola Larrama; Aquellos lugares donde de Alejandra Gregorio, con Lucía Pereira; Eventualmente el amor triunfará de Florencia Caballero, interpretada por Alejandra Artigalás. Las ilustraciones fueron realizadas por Leticia Sotura, Daniela Inthamoussu, Sofía Episcopo, Florencia Guzzo, Bibiana Cabral y Ximena Seara; el registro y edición sonora de cada entrega fue realizados por Carlos García, y la producción artística de la serie fueron responsabilidad de Laura Pouso y Leonardo Pintos.

Según informó la EMAD, los próximos episodios de esta serie de podcast incluirán los fragmentos de La refinada estética de los hijos de puta de Jimena Márquez, con la actriz Leonor Chavarría, y Toda mi vida me gustaron las matemáticas de Stefanie Neukirch, con la interpretación de Gabriela Iribarren.

 

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“Este es un podcast de teatro sonoro, o radio teatro, o podcasteatro, como más les guste. Lo que van a escuchar en cada episodio es una obra breve, pequeñas historias, ideas y situaciones”, dice Luciana Lagisquet en la presentación del fermental Dramaturgia del deseo, otra serie de podcasts que se pueden escuchar en la cuenta Sala sonora, en Spotify, y que es una suerte de síntesis del taller (La dramaturgia del deseo) que realizó durante el año pasado.

Radicada en Buenos Aires, donde está realizando estudios de posgrado, Lagisquet planteo en una nota publicada en la diaria un claro marco conceptual para este proyecto. Los sonidos, afirmó, jugaron un papel fundamental en la propuesta del taller “porque la particularidad de la dramaturgia en relación con otros géneros literarios es esta latencia que tiene con lo escénico, esta especie de género intermedio, que está con sus pies en la literatura, pero con su corazón en la escena. Entonces, por más que el material número uno es el lenguaje escrito, de alguna forma hay otras zonas, una narrativa que eventualmente va a sonar en el resto del mundo que creás. Es decir, lo que uno escribe con didascalias en un texto dramático, después un equipo lo transforma en sonido, movimientos, todo lo que no es la palabra de los personajes, si es que llega a existir esa palabra”.

En otro tramo del artículo se recoge este planteo de la artista: “Qué es teatro es una pregunta que el teatro se hace todo el tiempo: en su momento, cuando apareció el cine, fue esa pelea de ‘me diferencio porque soy escénico, porque soy convivio’. El momento siguiente fue la explosión de la performance. Hay que estar reinventando todo el tiempo. Yo en ese sentido me paro en un lugar de curiosidad, no de que lo nuevo en sí mismo tiene un valor o de buscar nuevas experiencias, sino de la escucha, porque tiene que ver con conflictos que siguen vivos y con relaciones de poder. Hay que sospechar un poco de lo que consideramos que es el teatro y también de los que dicen ‘eso no es teatro’. Hay que pensarlo desde un lugar político: ¿sirve para incluir a otras personas o sirve para cuestionar el mundo de un modo más macro? Lo que no me interesa es que la discusión quede dentro del campo artístico, porque sería un debate patrimonial”. El planteo es claro y la discusión sigue encendida.

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