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Política

“¡Pero usted, José Gervasio Artigas, quiso otra cosa!”

En su canción ‘Ríos’, Jorge Choncho Lazaroff realiza una reflexión interesante sobre la imagen del prócer, la construida por la historia oficial, y, en contraposición, la que emana de su acción y sus opciones. En este mes de setiembre de tantas efemérides artiguistas, y en un escenario político en el que se lo reivindica desde un flamante chauvinismo nacionalista, amerita que se hagan algunos comentarios.

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Por Ricardo Pose

 

“Cuervos los ataban a los mal agüeros de la vida”, nos dice el texto del Choncho para recordarnos que esa nueva nación erigida sobre el territorio que alguna vez se denominó Banda Oriental, construida sobre el Artigas derrotado, calumniado, traicionado, esta República Oriental del Uruguay, capricho de intrigas imperialistas e intereses mercantiles, utilizó la imagen de Artigas como un hilo invisible que permitiera zurcir los nuevos desgarros políticos.

Artiguista se sentía desde el más humilde compatriota hasta el más portentoso estanciero, desde el artesano hasta el obrero, los enredados en las guerras entre unitarios y federales del Río de la Plata, los colorados riveristas que archivaron las patentes de corso y los blancos sin reforma agraria.

Los escolares del siglo pasado se imbuían de patriotismo artiguista entonando el ‘Himno a Artigas’ mientras los restos del héroe seguían del otro lado de la frontera, en ese Paraguay, en esa tierra de una población arrasada durante la Guerra de la Triple Alianza.

Es bueno recordar que uruguayos compartieron la fiesta de sangre guaraní, junto a brasileros y argentinos, en la tierra que descansaba su prócer.

Don Ruben Lena, como varios de los intelectuales de mitad del siglo XX, rescató la esencia de la gesta artiguista en una milonga, que pronto se hizo carne y cédula de identidad del pueblo uruguayo, que luego serviría de cortina musical para los comunicados que anunciaban el golpe de Estado cívico militar de 1973.

 

Las banderas

En esta campaña electoral la bandera artiguista de Otorgués flamea en contraposición a un proyecto diametralmente opuesto que se embandera no solo con la bandera, sino con una simbología y relato de referencia artiguista.

El Frente Amplio y Cabildo Abierto, dos proyectos políticos dispares, contrapuestos, enfrentados desde su esencia, su historia y objetivos, alzan los diversos y tricolores pabellones.

No hay un voto artiguista, por cierto, en el sentido de que alguna parte del electorado definido por encima de todo en la obra del protector de los pueblos libres llegue a votar por identificarse con uno y otro.

El tema no es la tela, sino el programa que encarna.

Y en todo caso, si de artiguismos se trata, es sin lugar a dudas la marcha de mujeres y hombres que caminan tras el pendón de Otorgués, los que siguen izando la obra inconclusa.

Trataré de que esta última afirmación se base en una justificación que trascienda la motivación emocional.

 

El reglamento de tierras

La historia de la estructura agraria del país conoce solo de cuatro momentos históricos en que se intentó modificar un modelo de producción agropecuaria que superara el monopolio ganadero y estuviera al servicio de los intereses de las mayorías nacionales.

Sin dudas, el Reglamento provisorio para el fomento de la campaña y la seguridad de sus hacendados fue el más profundo y radical, no solo por las extensiones territoriales que se planteaba otorgar en un marco de racionalidad productiva, ratificada por los estudios de don Pérez Castellanos a pedido del jefe de los orientales, sino por los sectores sociales a los que estaba dirigido.

El segundo intento profundo fue el de José Batlle y Ordóñez con el fuerte impulso dado a la producción agrícola, alternativa al modelo ganadero, promoviendo a través de los inmigrantes colonias productivas y el respaldo científico a través de la creación de la futura Facultad de Agronomía.

El tercero, en la época del batllismo de Luis Batlle, cuando se impulsara la creación del Instituto Nacional de Colonización, cuyas prácticas clientelistas hasta 2004 sepultaron el espíritu original.

El cuarto ha sido a partir de los gobiernos del Frente amplio, el accionar del INC, la descentralización del MGAP y reformas en materia legislativa.

Desde los malos europeos y peores americanos hasta la centenaria Asociación Rural del Uruguay, su práctica corporativista y de clase dominante ha logrado que los esfuerzos hayan sido de diversos, escasos y, en algunos casos, nulos resultados.

No hay sobre este tema una sola mención que valga la pena en el programa de Cabildo Abierto.

 

Anticolonialistas

¡Yanquis go home!, consigna nacida al fragor de las luchas antiimperialistas de los sesenta, resulta hoy, por lo menos, poco abarcativa de los riesgos de pérdidas de soberanía nacional que se ciernen sobre nuestras naciones.

El Nuevo Orden Mundial, el proceso de globalización que sigue teniendo a Estados Unidos y al gobierno de Donald Trump como una de las más potentes naciones beligerantes e intervencionistas -pero el poder de las multinacionales con origen en distintas nacionalidades- es el principal riesgo pragmático de colonización.

Los gobiernos progresistas en la región se han encontrado con un complejo panorama que los ha puesto en una brutal contradicción.

La necesidad de un crecimiento de la economía para distribuir en forma más equitativa la riqueza y los ingresos, en primerísimo lugar para sacar de la indigencia y de la pobreza a una enorme cantidad de ciudadanos, ha carecido de una fuerza económica, de un motor de desarrollo de capitales nacionales.

No ha sido en ancas de una poderosa y pujante burguesía nacional que determinados procesos progresistas fueron posibles, y los resultados alcanzados, cuando coincidían con un buen momento de los precios internacionales, se lograron con la política de promover la inversión extranjera directa.

He aquí el nudo que el grito destemplado de los arropados de nacionalismos no logra comprender o, en todo caso, se vuelven, a pesar de su perifoneo, a poner al servicio de los más intrigantes intereses imperialistas.

Una cosa es apostar como a una suerte de fuerza auxiliar, de inyección económica potente para reactivar la economía a determinados proyectos de inversión, y otra cosa es hacer una plaza, una feria, una kermés para el regocijo de los capitales transnacionales.

Que los dirigentes de Cabildo Abierto y de la oposición no hagan gárgaras con UPM; no hemos escuchado el grito destemplado y en particular de Manini Ríos, que se permite hablar de soberanía, cuando la inversión extranjera implicó la concentración de la tierra y el agronegocio, asuntos comerciales que los Manini conocen muy bien.

No hemos vistos a esta fantochada de colores artiguistas hacer una sola mención contra los recursos judiciales presentados con el ICIR y otras medidas legislativas dirigidas a modificar la estructura agraria de expoliación capitalista; son los que ahora prometen volver a otorgar poder a las sociedades anónimas y nada dicen del desangrado en la producción provocado por la renta de la tierra que sigue engordando terratenientes.

José Gervasio Artigas quería otra cosa.

 

“¡Eh, don José Gervasio, eh! ¿No es así?

Siempre soñaba de otro modo.

Arregló sus deudas con los

cuatro mil años de hambre humana

que le tironeaban el poncho

y no lo dejaban dormir,

y no lo dejaban comer.

Como un amor o mamas de silenciosas

que lo arrastrasen hacia las sombras hacia el sur.

Que no lo dejaban dormir,

que no lo dejaban comer.

Hacia el sur. Hacia el cordón que les temblaba

como una paloma en el vientre

y de repente se voló

empezó el sol de la justicia”.

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