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Política olvidados |

Columna

Colectoras de votos en la izquierda uruguaya: ese oscuro objeto del deseo

Una primera constatación es que se habla de las colectoras de votos porque son exitosas. Si fracasaran, nadie prestaría atención

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Caras y Caretas Diario

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Las elecciones departamentales llegaron a su fin. Tras el cierre del ciclo electoral uruguayo, incluido el sorteo por una alcaldía empatada en San Bautista, surgieron dos temas vinculados con el voto. Uno, la queja por lo largo del proceso electoral que concatena tres elecciones. El otro tema es el de la cantidad de listas que utilizan las llamadas colectoras de votos. Intentemos ver qué se dice y qué puede tener que ver con la película de Luis Buñuel del título.

Por ejemplo, dicho de manera simple, solo en referencia al peso de los restos, si una lista obtiene 130 mil votos y paga su primer senador con 80 mil, le quedarán 50 mil votos como resto. Si dentro de su sublema otra lista aliada, pero también competidora por las bancas, obtiene 110 mil votos, a esta última le quedarán 30 mil votos de resto. Como su sublema, en la suma de sus restos, alcanza los votos para obtener otro senador, en la competencia con otros la adjudicación de esa tercera banca será para la que obtuvo un resto mayor dentro de ese sublema.

En los últimos años ha surgido una forma de conseguir votos que se aleja de la simplificación de listas para ir en sentido contrario. Así aumentó mucho la cantidad de listas que el Frente Amplio presenta en cada elección. En el año 2019, el FA presentó unas 500 listas. Para 2024 llegaron a ser unas 950 listas electorales en todo el país, casi duplicando su número de una elección a otra. Lo curioso es que todas esas listas descartan el objetivo de alcanzar o siquiera competir por lograr un diputado. Su único fin es sumar a nivel de la circunscripción nacional en la que se reparten las bancas de la Cámara de Senadores.

Es una estrategia que trabaja lo macro desde lo micro, lo nacional desde lo más local, desde una especie de cercanía que pide el voto por alguien muy cercano y conocido, por quien se vota, solo para que sea electo alguien mucho más lejano. Parte del misterio es entender cómo se logra organizar a estas personas, cómo se financia toda esa logística y qué relación se establece luego, en caso de tener éxito.

Los olvidados

En estas elecciones departamentales de 2025 volvió a resaltar el buen resultado obtenido por dos representantes políticos que integran el Frente Amplio: Felipe Carballo, quien fue electo senador con unos 52 mil votos gracias a la presentación de 115 listas en todo el país. El otro es Humberto Castro, creador del sector Sumemos (nunca mejor expresado), quien ya había logrado ser senador suplente en el período anterior al aportar votos para la Vertiente Artiguista. En 2024, presentó más de 400 listas en alianza con La Amplia.

La noticia actual es que en estas elecciones departamentales, no un sublema pero sí una alianza entre estas colectoras armadas por Carballo y Castro, a la que se sumó la lista 2040 de Yamandú Costa, de Canelones, alcanzó la friolera de 191.000 votos en todo el país. Donde más peso de bancada tendrán será en Montevideo, donde obtuvieron 4 ediles y pasan a ser la segunda bancada luego de la del MPP, que logró 6. En Canelones obtuvieron 3 ediles, por lo que también les fue muy bien. En ambos departamentos superaron a varias otras listas y alianzas a tal punto que en Montevideo tendrán más ediles que la lista de Mario Bergara, electo intendente.

El ángel exterminador

Visto el papel electoral que puede jugar una enorme cantidad de listas presentadas, y las libertades que promueve el sistema electoral, el debate está servido y las posturas comienzan a parapetarse a favor y en contra. A priori, parece ser que, según les va en la feria, se aprueba o condena. Quienes son desplazados o superados comienzan a emitir voces críticas de tal procedimiento e incluso lo plantean como un tema de principios.

Así lo expresó Mario Bergara una semana atrás, tras ser consultado por la prensa, y lo mismo reafirmó Liliam Kechichián, quien asumió en el Senado al ser suplente de Bergara. Por su parte, ante la insistencia de alguna prensa muy interesada en exaltar estos chisporroteos en la izquierda, poco más que exigiendo que este tema se discuta ya, el presidente del FA, Fernando Pereira, respondió que a la hora de bailar, él no acostumbra ir más rápido que la música. Más allá de la inteligencia para no terminar bailando al ritmo que la derecha pretende ejecutar, parece muy probable que será un tema de debate de cara a las siguientes elecciones.

Una primera constatación es que se habla de las colectoras de votos porque son exitosas. Si fracasaran, nadie prestaría atención. O sea, solo cuando beneficia a algunos o perjudica a otros con cierta influencia, emerge. ¿Será analizado sólo en función de resultados y por lo que le reditúa a unos o molesta a otros?

Los próximos años pueden aportar una práctica política que arroje luz respecto de qué tipo de representación se establece y si se mantiene, o no, entre esos pequeños grupos de personas que arman una lista y la persona catapultada a ejercer un cargo en el parlamento. Pero si tal opacidad afecta, también sería bueno analizar la tan opaca actuación de otros tantos sectores, movimientos y partidos, pues casi no circula información sobre cuáles son las reales posturas que se impulsan o frenan, se acuerdan o se postergan en la actuación cotidiana de todos los niveles de gobierno o en las bancadas legislativas, lo mismo que en las decisiones de la fuerza política. Más transparencia sería un aporte innegable. La derecha vive de ese modus operandi pero la izquierda debería desterrarlo.

Lo mismo en términos de real participación o no. En ese sentido, Felipe Carballo afirmó que estas colectoras aportan una nueva forma de participación política. Si se sigue tal razonamiento, es evidente que algo está pasando en esta suerte de magma que se mueve en el Frente Amplio y que emerge a través de los movimientos de las placas tectónicas de los sublemas que conforman el lema FA, estallando por los intersticios que el sistema electoral abre. Porque lo que esta especie de ingeniería muestra es que existe una porción importante de electores a quienes se les llega con una táctica y estrategia de cercanía, en busca de una capilaridad que los flujos más grandes de la orgánica no alcanzan.

Y ante los evidentes juegos de personalismo político en función de alcanzar un cargo, con la consabida visión despectiva que eso suele despertar en la tradición de la izquierda, también se erige la razón del artillero: ¿quién se anima a condenar este tipo de prácticas electorales si se llega a comprobar que terminan siendo fundamentales para la victoria del FA y mantener el gobierno? Ahí nos quiero ver.

La alegoría de Buñuel

Ese oscuro objeto del deseo fue la última película dirigida por el gran maestro aragonés. La estrenó en el año 1977 y en ella destacan un par de curiosidades que pueden tener que ver con las acciones y contradicciones de la colectoras de votos en la izquierda uruguaya.

Es muy conocido su eterno anticlericalismo en contra de una iglesia represora, sobre todo de la sexualidad. En el filme, Buñuel trasmuta la lencería erótica de la protagonista que captura el deseo del hombre, en un cinturón de castidad. Si pensamos en los votos tan deseados por quienes actúan en política, pero intuimos el castigo reclamado para quienes los consiguen mediante las mencionadas colectoras, veremos que esa represión ya comienza a manifestarse y probablemente establezca férreos marcos para que tal goce de votos no pueda ser un hecho consumado.

La película también incluía otra curiosidad. Por no poder contar con la actriz que prefería para el papel de la joven mujer que atrae el señor mayor, Buñuel decidió que el personaje femenino fuera representado por dos actrices. Así, Carole Bouquet y Ángela Molina aparecen en el filme, no representando al personaje en diferentes épocas o con distintas edades, sino intercalando escenas sucesivas y generando cierta extrañeza ante esa dualidad. Y esto bien puede tener un paralelismo con esa otra dualidad de las colectoras de votos que proponen la candidatura de una persona muy cercana a los electores a seducir, pero terminan entronizando a otro actor muy distinto y lejano que se queda con el papel y todo el protagonismo.

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