El relato muestra la astucia que transformó restos de camello en un camello entero del que se apropió. Algo parecido pasa en el Senado al repartir las bancas, aunque no solo se necesita astucia sino un conocimiento político y una ardua capacidad negociadora para armar una ingeniería electoral capaz de lograr una banca extra a partir de restos.
El método D’Hondt
La Corte Electoral de Uruguay, para adjudicar las bancas mediante una asignación proporcional, utiliza el método creado en 1878 por el jurista belga llamado Víctor d’Hondt. Según figura en Wikipedia: "El sistema o método D'Hondt es un método de promedio mayor para asignar escaños en los sistemas de representación proporcional por listas electorales. Los métodos de promedio mayor se caracterizan por dividir mediante sucesivos divisores los totales de los votos obtenidos por los distintos partidos, dando secuencias de cocientes decrecientes para cada partido y asignando los escaños a los promedios más altos".
Tras las elecciones primarias e internas de fines de junio, se abre un período ventana, hasta mediados de setiembre, en el que se rearma la oferta electoral dentro de los partidos, sobre todo en el Frente Amplio, que es el partido más grande del sistema político uruguayo desde hace ya un cuarto de siglo. Esto es un resabio de la Ley de Lemas que, antes de la reforma constitucional de 1996, en la elección nacional (simultánea con la departamental) permitía sumar votos de distintos candidatos presidenciales con propuestas enfrentadas mediante una cooperativa electoral. Así, aquel electorado policlasista era capturado con el embudo que beneficiaba a los partidos tradicionales.
Tras la reforma de 1996, que impuso la separación de las elecciones por el actual ciclo electoral, cayó lo peor de la vieja Ley de Lemas que tanto criticaba la izquierda, ya que era la única fuerza política con chance electoral que tenía un solo programa y una sola fórmula presidencial.
Sin embargo, sobrevivió otra parte de aquella ley. A mitad de camino entre las listas y lemas partidarios, existen los sublemas para agrupar a un conjunto de listas que acuerdan sumar sus votos para hacerlos rendir mejor. Un efecto es que los sublemas ayudan a mermar la tendencia a la atomización electoral, con profusión de listas y sectores; sin embargo, existen varias confusiones respecto de lo que realmente representan los sublemas técnicos.
Sublemas no son bloques
Una confusión radica en equiparar sublemas a "bloques" partidarios, cuando la historia muestra que no funcionan tan así. De hecho, hay acuerdos entre listas que en el interior del país cruzan la frontera de los sublemas establecidos y trasvasan votos en una y otra dirección, aunque la mayoría crea que eso no sucede o que ni siquiera es posible. Por ejemplo, esto se da cuando una lista que integra un sublema acuerda con otra, que integra otro sublema, para que en el departamento tal vayan con listas calcadas al Senado, lo que suele ser compensado por un cruce similar en otro departamento.
Lo mismo sucede a nivel de negociaciones sobre lugares en las listas y hasta en las suplencias de puestos con probabilidad de ser electos, así como otros acuerdos establecen la distribución de posibles cargos de gobierno, en caso de obtener la Presidencia de la República. Todo ese sistema propicia diferentes amalgamas y aporta una flexibilidad que escapa a la rigidez con que se perciben los sublemas, sobre todo desde el tratamiento mediático poco riguroso.
Así, esos entrecruzamientos a veces agrupan a sectores que a priori no parecen tan cercanos y descolocan a más de un distraído. Sin embargo, no solo se concretan en función de una cercanía ideológica sino que se pueden basar en la unidad de acción que los emparenta en algún tema o en el simple interés coincidente que les permite conquistar bancas para acceder al Parlamento e intentar más visibilidad. Una lógica, por cierto, anclada más en la vieja política que en la realidad actual.
Pero la confusión de repetir el latiguillo de los bloques queda aún más desfasada si se analizan los comportamientos de los sectores partidarios en la práctica concreta. Por ejemplo, a nivel de los reales alineamientos en el accionar de las bancadas sectoriales y sus posiciones dentro de la bancada partidaria común, así como su actuación sobre diferentes temas que se expresan en legislación. Lo mismo en cuanto a posturas respecto de las acciones de gobierno o cuando se es relegado por ciertas élites que imponen sus condicionamientos, a veces por peso en votos pero también por autovaloración o por simple y viejo acaparamiento de poder.
Si circulara mejor la información, se conocerían reales posturas definidas y ejecutadas en organismos de dirección o en la coordinación de bancadas parlamentarias. Sería una transparencia que para la izquierda debería ser cuestión de principios. Por el contrario, la opacidad alimenta la posibilidad de posar que no se condice con las acciones practicadas. Semejante desfase se basa en cierta impunidad de actitudes que quedan en las sombras y son desconocidas para la mayoría, no ya de la ciudadanía sino incluso para quienes tienen alguna militancia partidaria. Ejemplos, lamentablemente hay muchos, y en verdad vale para todo aquel que diga una cosa y haga la otra.
El recurso del método
En Uruguay, la elección de octubre determina la composición del Poder Legislativo, al que se le denomina, no sin sorna, Parlamento. La forma de adjudicar las bancas en ambas cámaras es diferente pero se basa en el criterio de la proporcionalidad. En el caso de Diputados no se permiten sublemas y la competencia en cada lema es por lista. Es decir, las bancas son adjudicadas a las listas más votadas en la circunscripción determinada (cada departamento) que tienen distinta cantidad de bancas a ocupar (ponderado en función de su población) con el agregado de que ningún departamento puede tener menos de dos.
Esta prohibición para diputados no debe hacer olvidar que esas mismas listas forman parte (aunque hay casos en que van solas) de un sublema. Por lo tanto, la estrategia electoral para el Senado también se juega en Diputados, al punto tal de que es posible, y ha sucedido, que el éxito de una banca, o sumar una extra, también puede ser producto de la acumulación de muchas listas chicas que descartan la diputación pero sumarán para un Senado. Una incógnita válida es qué sucede con esa estrategia si la replican otros y cómo harán esos otros para que les rinda esa estrategia. Porque no solo implica una logística sino una política capaz de captar esos votantes, a lo que se suma la impredecible matemática de las cifras de restos acumulados. ¿El Frente Amplio estudia y reflexiona sobre las implicancias de este tipo de estrategias que relacionan lo microelectoral con lo macro, o a nadie le interesa? ¿Es una política de cercanía con la ciudadanía y una forma de inserción en la sociedad o implica otro tipo de llegada a ciertos sectores de la población?, ¿a cuáles?, ¿cómo?
Volviendo al Senado, se reparten 30 bancas de los votos válidos (sin anulados ni en blanco) de una sola circunscripción a nivel nacional. A eso se suma la banca número 31, adjudicada automáticamente a la vicepresidencia. En 2019, una banca al Senado exigió poco más de 78 mil votos que en una primera etapa se distribuyen por lema. Esta es una diferencia importante entre la izquierda y la derecha, porque el Frente Amplio es un solo lema. Por el contrario, la actual coalición multicolor no participa como lema electoral. Comparecen separados, lo que redunda en que pierdan chances de lograr bancas extra en el primer y segundo reparto. Es probable que si se concreta la victoria del FA, esta derecha evalúe la necesidad de crear un lema que rinda más bancas y alcance o impida mayoría parlamentarias, aunque el precio sea desnudar similares intereses camuflados bajo divisas ya desmerecidas.
Segundo y tercer reparto
Luego de que los lemas paguen las bancas con el cociente establecido, el segundo reparto tomará los votos del lema y los dividirá por la cifra de bancas ya logradas. Eso permite pagar bancas extras con menos votos. Y el tercer reparto se dará tomando la misma cifra del total de votantes del lema para dividirla por las bancas ya logradas más uno. Eso arroja un nuevo cociente electoral del lema que determinará la adjudicación de las restantes bancas que se reparten en función de sus restos. Como los mismos pasos se reiteran para adjudicar las bancas dentro de cada lema, para eso se construyen los sublemas técnicos. Y es que en la arena política tiene que rendir más la cifra exacta de votos alcanzados, siempre y cuando la astucia y perseverancia negociadora se pongan en juego y las matemáticas se usen certeramente para cazar al esquivo camello escondido entre unos restos.