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Política Ojeda | política | Cruyff

Nuevo marketing y política tradicional

Ojeda y el método Cruyff

Ojeda presume de practicar la nueva política pero su anclaje en la vieja política colorada es inocultable.

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Caras y Caretas Diario

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Cuentan que Johan Cruyff, cuando dirigía al Barcelona, ante un partido contra el Atlético de Madrid, en la charla técnica pidió que el defensor más alto marcara a un delantero colchonero que siempre les hacía goles. En ese partido les volvió a marcar y Cruyff estaba furioso. Para el segundo tiempo cambió la marca y puso a seguirlo al marcador más bajo y rápido. El delantero rojiblanco volvió a meter un gol.

Para el partido de la segunda rueda, Cruyff entró al vestuario y preguntó al plantel qué diablos tenía ese delantero del Atleti. Uno de los defensas se animó a responder que era bueno para desmarcarse. "Ah", exclamó el holandés, mientras se colgaba un cigarrillo de los labios. "Entonces ya tengo la solución", afirmó... "Si es tan bueno desmarcándose, que nadie lo marque". Ese día el delantero del Atlético no hizo ningún gol y parecía perdido en la cancha.

La anécdota de la reacción magistral de una mente privilegiada para jugar, pero sobre todo para ver el fútbol desde dentro y fuera de la cancha, viene a cuento para intentar analizar las andanzas del jugador político que desesperadamente necesita hacerse notar porque sabe que juega en la preliminar y no entra en el partido de fondo que se juega en la cancha grande.

Ojeda presume de practicar la nueva política pero su anclaje en la vieja política colorada es inocultable. El primer síntoma tras la interna fue enterrar a sus contrincantes, incluido su compañero de fórmula, que literalmente desapareció de la escena y ni siquiera es un elemento decorativo.

El segundo fue apelar de urgencia a Pedro Bordaberry para intentar acercarse a la cifra que éste ya logró en 2014, cuando parecía una figura en ascenso de la derecha más tradicional. Hay que recordar que Pedro ya había reposicionado al Partido Colorado con el 17 %, aunque fue poco más de la mitad de lo que sumó el PN en esa elección. Y después volvió a caer, al punto que con la novedad de Talvi ni siquiera alcanzó el 12 %.

Y tercero, Ojeda no escatima en abrigarse bajo el ala de Sanguinetti, no sea cosa que el dirigente, responsable con Jorge Batlle de la debacle colorada, lo saque de la troya como hizo con un Talvi que le había ganado en la cancha lo que Julio María le birló en la liga.

Ojeda vive hablando del Frente Amplio y se desespera por debatir con Orsi, a tal punto que se presta para una caricatura de entrevista artificial con Nacho Álvarez, de escasa inteligencia natural, por cierto. Su estrategia de viralizar mensajes vacíos solo lo posicionó entre un electorado joven de clase media alta y restringido a algunas zonas de la costa acomodada. Sin embargo, su crecimiento en las encuestas se lo debe agradecer al electorado más viejo y conservador que viene huyendo despavorido de Cabildo Abierto y se recuesta con Pedro, ahora sí con apellido.

Por eso, volviendo al fútbol, su estrategia amaga a jugar con una campaña juvenil, aparentemente transgresora y codificada según las redes y los algoritmos, pero cambia de dirección y va por el carril más tradicional, incluso pasándole la pelota a los jugadores más experimentados, para que la retengan, hagan tiempo y se conformen con el resultado. Ojeda es como esos jugadores que al protagonizar alguna jugada en la cancha, la cámara los capta mirando a un líder superior al que reverencian y ante el que adoptan sumisión. En la platea, Luis asiente sabiendo que la pelota volverá a sus pies.

Por eso a Ojeda no hay que marcarlo. Como enseñaba Cruyff, si su táctica depende de que lo sigan y le salgan a trancar, la respuesta debe ser la de no marcarlo y dejarlo que vague perdido en su propio juego sin pelota. Ahí es donde Ojeda queda muy lejos del arco, sin tocarla y enredado en sus propias piernas. Por eso posa con todos los lugares comunes de las redes actuales, pero necesita que los medios lo cubran y lo mantengan en foco con su seguimiento mediático tradicional, aunque aparente lo contrario.

Desde la izquierda debemos dejarlo que siga haciendo jueguitos lejos del área y del arco. Incluso recordándole, no solo a Cruyff, sino también a aquella frase del gran Pepe Sasía, cuando se acercó y sorprendió a los contrarios y les preguntó si habían traído pelota, a la vez que les mostraba la que el juez tenía para jugar el partido y les decía: porque con esta jugamos nosotros.

Ojeda, el rabanito

Para aclarar un apodo que volvió a la palestra, vale recordar que no es la primera vez que al Partido Colorado le siembran un candidato símil de la hortaliza conocida por su colorado color exterior pero blancuzca por dentro. El injerto anterior fue nefasto no solo para el partido de José Batlle y Ordóñez sino para todo el país. Juan María Bordaberry fue un diputado blanco ruralista anclado en los intereses terratenientes que dio un salto transgénico para ser el candidato alternativo de Pacheco, en 1971, por si fracasaba la reelección. Electo presidente, el rabanito, ya podrido, mostró su verdadero color: el más oscuro del nazi-fascismo envuelto en catolicismo ultramontano para que teñir la tierra con la sangre purpúrea del pueblo que resistió.

Lo curioso con Ojeda es que hay definiciones de la cultura hortícola que pueden adquirir interesantes significados políticos para entender a un candidato con raíces poco profundas. Los manuales de siembra enseñan que sobre sus requerimientos de riego, la escasez de agua causa unos tubérculos fibrosos, y el exceso los produce abultados y huecos. En cuanto a nutrientes, no es exigente, le puede servir es sustrato de un cultivo anterior. Por otro lado, son incompatibles con las hortalizas de su misma familia. Eso sí, son una variedad muy apreciada por el mercado.

Como cultivo típico de ciclo corto, es de rápido crecimiento y, al ser fácil de cultivar y cosechar, se presta para interesados en una producción zafral como cobertura o cultivo intermedio del cultivo principal, que ya volverá a ocupar el suelo.

Y es que los rábanos pueden ser útiles como plantas complementarias, al punto que también pueden funcionar como cultivo trampa, alejando las plagas de insectos del cultivo principal. Es el cultivo secundario por excelencia, pudiéndose sembrar junto con otras hortalizas, ya que no les llega a molestar, por recolectarse antes de que los cultivos principales vuelvan a desarrollarse plenamente. El cultivo principal no es otro que Luis Lacalle Pou 2029.

Injerto blanco

Ojeda saltó a la palestra a partir de su apoyo mediático: primero por su visibilidad como abogado policial, más que de un sindicato, de una corporación con causas opacas. No fue su defensa judicial la que lo destacó sino su defensa mediática de oscuros personajes y vidriosas causas. Uno de ellos, por cierto, Amodio Pérez, que no pertenecía a la Policía, aunque con Amodio nunca se sabe.

Su salto a la política partidaria deja una estela de duda sobre si es un mérito de la cultura política colorada o una pared de sucesivos toques con Luis Lacalle Pou. Una suerte de carambola a tres bandas para que el PN baje sin poner en riesgo su disputa en el balotaje; para que nadie crezca a su sombra y en 2029 vuelva a ser el candidato presidencial indiscutible que rescata a los blancos; y para colocar a un rabanito con el objetivo de asegurarse de que el Partido Colorado quede en un 17 % y coma de la mano del amo por un buen tiempo más.

El herrerismo, desmantelado por el nuevo lacallismo, ya admitió que el Frente Amplio será por lejos el partido mayoritario del sistema político uruguayo, y que su liderazgo en el Partido Nacional ni por asomo pondrá eso en jaque, ni siquiera como fantasía electoral.

Por el contrario, la idea de Luis es asegurarse de ser el líder opositor que encarna a la derecha en un horizonte de 20 años. Para eso tiene que impedir que algo crezca a su lado y que el PC tenga capacidad para retener los votos fugados del PN por los escándalos de corrupción. Ese trasvase, que en 2019 benefició al partido militar de Manini, hoy es recuperado por la derecha tradicional a la que Ojeda se suma como novedad.

A tal punto que la estética de la campaña gráfica de Ojeda, al igual que la de Pedro, tiene un uso del color mayoritariamente blanco y celeste con apenas una irrisoria tirita colorada abajo, a manera de zócalo. Si bien no es estrictamente nuevo este camuflaje, de cara a octubre, el mimetismo es camaleónico y hasta grosero. Parece otro blanco pillo y eso no es casualidad.

Ojeda y el capital blanco

La interna del Partido Colorado fue tan magra que con 40 mil votos alcanzaba para capturar la candidatura aunque fuera y siga siendo una mera ilusión. Su siembra comenzó cuando el resto de germinadores colorados evidenciaban un crecimiento nulo. Gurméndez, Viera y hasta Robert Silva quedaron enterrados por un Pedro Bordaberry, que cosecha sin haber sembrado. Pero la siembra de un candidato colorado funcional a Lacalle Pou requería, para abonar ese crecimiento rápido y fácil, del riego de una financiación abundante que solo el aparato recaudador del viejo herrerismo, podía conseguir. Si Ojeda tuviera que rendir cuentas para transparentar su financiación publicitaria, no podría exhibir las facturas de las empresas de comunicación que le hicieron precio con el mismo modus operandi que benefició a Lacalle Pou en la elección pasada, y que desde el Gobierno devolvió con creces mediante dineros públicos a canales de TV o con el manejo discrecional de la torta publicitaria estatal derivada a medios privados.

Por eso Ojeda se niega a mostrar pruebas respecto de lo que todo el mundo sospecha y hasta fue esgrimido por algunos de sus correligionarios en la interna: que el dinero de su campaña no se puede justificar. De ahí la negativa a mostrar facturas publicitarias para compararlas con la escala de la campaña y, a la vez, cruzar datos con DGI para comprobar si coinciden con las reales de las empresas de comunicación. Claro, Ojeda seguirá omiso pero tampoco es el único. Semejante test sería saludable que lo cumplan todos los partidos, a condición de hacerlo en plena antesala electoral y no pasadas las elecciones.

Y ni hablar del papel de la Jutep. Solo para muestra: precisamente un candidato que remeda la campaña por los allanamientos nocturnos con la excusa del combate al microtráfico, debería expresarse ante la abrumadora caída de los condenados por delitos del gran tráfico de drogas ilícitas. Ese narcotráfico es el que mueve toneladas de cocaína, despachadas en contenedores desde establecimientos industriales y de establecimientos rurales, no desde hogares ni en la noche, y es lo que sostiene el negocio gracias a la baja de los controles financieros hacia el lavado de activos en el sistema bancario, en la compra de inmuebles y en la trama de contactos políticos que permiten la opacidad.

Perseguir la ruta del dinero es la estrategia recomendada por los organismos internacionales especializados, a los que este Gobierno multicolor no solo ha desestimado en sus recomendaciones, sino que ha contravenido con medidas que van en el sentido opuesto y perforan el combate al narcotráfico de alta gama. Porque no fue solo con pasaportes express o inaugurando scanners portuarios comprados tardíamente e inaugurados sin que funcionen, también se hizo atando a la Jutep por no dotarla de personal y presupuesto o permitiendo y fomentando el pago en efectivo hasta con cien mil dólares y más, sin control alguno.

A tal punto que los condenados por estos delitos, que habían sido 29 en el primer gobierno del FA y crecido a casi 50 en los años posteriores, con Luis Lacalle Pou en la Presidencia bajaron a tan solo 6, y 2 venían de antes de 2019. Eso también instala sospecha sobre nuestro país en el exterior y mina la trayectoria que había intentado dejar atrás la condición de paraíso fiscal y plaza financiera practicada en los gobiernos de Lacalle Herrera y Julio María Sanguinetti.

La euforia mediática colorada no puede ocultar su techo y sus límites, un subibaja en función de la conveniencia del Partido Nacional postrado ante el liderazgo de Luis Lacalle Pou, ante el que también se inclina Ojeda, un atacante colorado que hoy juega a ser el blanco de todas las críticas a los demás. La táctica, ya cuando el partido se acaba, es correr y presionar en todos lados haciendo creer que disputa la pelota con un Delgado que deambula sin rumbo por la cancha. Por ahora no la toca y, si la agarra, seguro que se la pasa a Luis.

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