Rafael Yuste y la diplomacia científica
La visita de Yuste coincidió con el cierre del IV Congreso Nacional de Biociencias y las XXI Jornadas de Neurociencias del Uruguay, donde participó como figura central del simposio Neuroderechos: desafíos y oportunidades para las biociencias.
“Su rol como divulgador y arquitecto global de esta línea de pensamiento lo convierte en una especie de diplomático científico, que va país por país alertando sobre el riesgo de llegar tarde a una regulación que trata de proteger el último reducto de nuestra intimidad... la mente. Estas instancias de intercambio a tan alto nivel nos ayudan a comprender el mundo que estamos transitando”, señaló el organizador del simposio, el profesor José Iglesias, uno de los impulsores de la discusión en Uruguay y artífice de la visita del experto.
Desde 2017 Rafael Yuste lidera una plataforma internacional que propone incorporar los neuroderechos como una nueva categoría dentro de los derechos humanos, frente al vertiginoso avance de la neurotecnología. Aclara que es una labor que realiza “pro bono” sin ningún tipo de conflicto de intereses, ni ganancia económica. El primero de estos pilares es el derecho a la privacidad mental, que impide decodificar pensamientos sin consentimiento. Le sigue el derecho a la identidad personal, para evitar alteraciones no deseadas de la personalidad por intervenciones tecnológicas. El tercer derecho es el libre albedrío, que garantiza que nuestras decisiones no sean manipuladas de manera externa.
Los otros dos neuroderechos abordan dimensiones sociales. El derecho al acceso equitativo a la neuroaumentación propone que cualquier tecnología para potenciar las capacidades mentales esté disponible de forma justa y universal, evitando nuevas desigualdades. Finalmente, el derecho a la protección frente a sesgos y discriminación cognitiva advierte sobre el riesgo de implantar información sesgada directamente en el cerebro, haciéndola pasar como pensamiento propio. Para Yuste, estos cinco neuroderechos son esenciales para guiar el desarrollo de la neurotecnología sin vulnerar la dignidad ni la libertad mental de las personas.
La regulación no puede llegar tarde
En 2021, Chile se convirtió en el primer país del mundo en incorporar los neuroderechos en su Constitución, gracias a una propuesta impulsada, entre otros, por el propio Yuste. El hito marcó una inflexión en el debate internacional. Hoy, Uruguay podría sumarse a esta vanguardia si logra avanzar en el proyecto de ley propuesto por el diputado Rodrigo Goñi, que plantea modificar el artículo 4 de la Ley de Protección de Datos Personales (Ley 18.331) para incluir explícitamente los datos neuronales. Se establecería que los neurodatos tengan el régimen de datos sensibles.
La iniciativa fue presentada en 2023 y sigue ganando peso político, con el respaldo de figuras como la senadora Silvia Nane y el acompañamiento activo de académicos como José Iglesias.
La comparecencia de Yuste en el Parlamento se vuelve aún más significativa si entendemos que los neuroderechos son un asunto de soberanía. Quien controla los datos mentales de una población tiene poder sobre su comportamiento, sus decisiones y su identidad.
La Comisión de Futuros del Parlamento tiene, en ese sentido, una oportunidad estratégica... la de liderar una discusión que trasciende el presente y anticipa los dilemas que marcarán la década que comienza.
La urgencia de legislar no puede subestimarse. Si la normativa no se adapta, serán las corporaciones tecnológicas y los mercados quienes definan los límites del cerebro humano como mercancía.
“Esta fue una instancia muy importante porque había senadores y diputados de todos los partidos que entendieron el tema, entendieron la problemática y la necesidad de proteger los neurodatos a través de los neuroderechos”, expresó a Caras y Caretas el diputado Rodrigo Goñi. Para el legislador, se trata de un asunto que compromete valores esenciales: “Están en riesgo nada más y nada menos que derechos fundamentales como la privacidad, la identidad y la autonomía”, sostuvo. “No se trata de que una ley sea mágica”, reconoció el diputado, “pero sí ayuda a mitigar los riesgos, como bien explicó el profesor Rafael Yuste”.
Consultado sobre la viabilidad de aprobar la normativa en el corto plazo, Goñi dijo que: “Con la instancia de hoy, este año vamos a tener ley”. Además, señaló que la Comisión de Innovación, Ciencia y Tecnología de Diputados ya ha definido el proyecto como una prioridad legislativa.
El uso creciente de neurotecnologías, si bien su potencial es enorme —por ejemplo, en el tratamiento de enfermedades neurológicas—, también abre interrogantes sobre la posibilidad de manipular o intervenir en la actividad mental de las personas sin su consentimiento.
“El cerebro es el santuario de la mente”, advirtió Yuste. Para el diputado Goñi, esa frase resume por qué Uruguay no puede quedar rezagado en esta discusión. “Estamos ante una revolución tecnológica que nos obliga a repensar los marcos éticos y jurídicos. No podemos esperar a que los riesgos se concreten para actuar”, concluyó.
La visita de Rafael Yuste a Uruguay fue una señal, un llamado de atención sobre el cruce entre ciencia, tecnología y derechos humanos en el siglo XXI. Y fue también una oportunidad para que nuestro país —pequeño en tamaño, pero grande en su tradición democrática— se proyecte como actor ético en una discusión global.
Con esta agenda sobre la mesa, Uruguay podría sumarse a la vanguardia internacional en materia de neuroderechos, siendo uno de los primeros países en Latinoamérica en legislar específicamente sobre la protección de los datos neuronales.